Pablo Salvay, el héroe que ya no es anónimo
Durante 40 años de carrera como músico, se convirtió en un ícono del rock pesado en San Francisco. Pero en un giro inesperado llevó su impronta a la pantalla grande protagonizando el corto "Hecho para Marte". Una historia de pasión y de ganas de seguir aprendiendo y experimentando cosas nuevas.
Por Gabriel Moyano | LVSJ
La historia de Pablo Salvay como figura central del rock en San Francisco, como referente ineludible del heavy metal, merecía hace rato un homenaje. Por sus décadas de trayectoria, por su lucha incansable para ganarse un lugar como músico y por propiciarlo también para sus pares. Y ese homenaje finalmente llegó. Pero no desde su propio palo, sino por iniciativa de artistas de otra generación que lo llevaron a la pantalla grande.
Ese gesto de generosidad y apertura despertó -ahora sí- las muestras de cariño y reconocimiento unánime del ambiente. De cualquier manera, un acto de justicia para un emblema de la viola eléctrica en nuestra ciudad.
Pero hay más. Porque ese tipo de imagen recia, inalterable con el paso de los años, de melena rebelde y campera de cuero, se animó a pararse frente a una cámara y salirse totalmente de su zona de confort para protagonizar el corto "Hecho para Marte" donde la historia gira alrededor de su personaje, abordada desde el humor. Y eso es todo un mensaje.
Sin miedo al qué dirán y saliéndose de cualquier encasillamiento, Pablo se entregó y disfrutó del proceso con el espíritu juvenil de quien abraza una nueva experiencia.
"La edad no es un problema, nunca. Los problemas los generamos en la cabeza cuando empezamos a decir que no; porque estamos grandes, no porque se pasó nuestra hora, no porque no. De tanto no, te vas achicharrando, achicando, y eso no tiene sentido. Mientras estén las posibilidades y lo podés hacer porque estás entero, con lucidez mentalmente y físicamente estás en pie, si lo sentís y te gusta... ¡pero sí! Dale para adelante", asegura sentado en el banco que precede a la mítica sala de ensayo de su casa en barrio Catedral.
Allí se formaron, crecieron y hasta se separaron decenas de bandas sanfrancisqueñas. Allí, Pablo generó un lugar donde los músicos más jóvenes pudieran disponer de todo lo que él no tuvo en sus inicios: guitarras de todos los modelos, equipos de primera marca, metros y metros de cables y pedales de todos los colores. Todo envuelto en una atmósfera imposible de olvidar para quien haya pisado ese alfombrado.
Pablo Salvay, de los escenarios a la
pantalla grande. (Fotos: Manuel Ruiz | LVSJ)
El primer amor
Pablo recuerda como si fuera hoy su primera guitarra, una criolla que le regaló su mamá y que todavía conserva. Con 10 años, había quedado fascinado cuando descubrió el instrumento en casa de una familia amiga y de inmediato comenzó a tratar de hacer melodías en una sola cuerda.
En esos tiempos, cuenta, no había muchas alternativas para aprender: el Conservatorio o algún profesor de guitarra que no se iba a salir demasiado del folclore.
Pero a Pablo ya le gustaba el rock que le habían hecho conocer los amigos más grandes del barrio (Manal, Pappo's Blues). Entonces, la figura del Cachi Salas le llegó como una bendición. Con él, aprendió los fundamentos de la guitarra aplicada al blues y al rock, aunque cuando llegó el momento de adentrarse a la teoría, prefirió seguir amasando riffs.
"¿Qué me voy a poner a estudiar si no me gusta a ir a la escuela? Así que fuimos a lo práctico: tocar temas. A Cachi no le gustaba tanto el rock pesado, quería que toque cosas de Spinetta. A mí me encanta y lo escucho hasta el día de hoy, pero yo quería algo más power. Veía que tenía velocidad en la mano izquierda, pero no me mataba practicando 20 horas por día, pero sí me la pasaba tocando y me salía fácil, lo disfrutaba", recuerda.
Corrían los primeros años de los 80s y la idea de formar la banda propia comenzó a tomar fuerza, pero había un impedimento importante: "yo no tenía guitarra ni equipos, el baterista no tenía batería, el bajista no tenía bajo. Eran tiempos muy difíciles, yo creo que si a los chicos de hoy les decís que tienen que pasar por eso, ni arrancan. Pero cuando las ganas son tantas, te la rebuscás para tener algo con qué tocar".
Uno de sus recuerdos más preciados fue cuando fue con su banda (Neurosis, el germen de lo que sería la legendaria Moby Dick) a tocar a un festival y músicos más grandes le dijeron "vos no podés tocar con eso", refiriéndose a su pobre equipamiento. "Me prestaron una Les Paul, un pedal Boss y un ampli Randall que eran una locura. Lo recuerdo como si fuera hoy, tocar en esas condiciones me hizo redescubrir el instrumento. Me emocioné tanto que creo que estuve tocando un solo como media hora", cuenta entre risas.
Con diferentes formaciones y a través de los años, Pablo fue convirtiéndose en un ícono del rock pesado en San Francisco y la zona. Su pasión por la guitarra y todo lo que la rodea lo llevó a convertirse en lutier de instrumentos y técnico de equipos y pedales.
Como momento cúspide de su carrera recuerda cuando ganó el Pre Chateau Rock en nuestra ciudad y viajado a tocar en Córdoba. Esperar hasta la madrugada para poder leer la crítica elogiosa en los diarios fue como tocar el cielo con las manos.
Reinventarse y crecer
Con 40 años de trayectoria, de forjarse un nombre y una imagen en el rock, Salvay se animó a dar un paso que sorprendió a muchos, pero no a él. "Yo no creo en eso de porque te gusta cierta música no podés escuchar y disfrutar otra. A mí me encantan los guitarristas del jazz, del flamenco. Muchos piensan que por ser metalero no podés hacer nada que se salga de lo que es espera del género. Es como una religión del no, y cuando ponés un no por delante, te encasillás solo. Yo nunca fui así, creo que hay que abrirse a nuevas experiencias para seguir creciendo", asegura.
Su primer acercamiento a la actuación fue cuando lo convocaron sus amigos de I Griega para protagonizar un videoclip. Esa intervención le mostró un mundo que desconocía pero que le gustó, y le abrió las puertas para nuevas aventuras.
"Yo la pasé muy bien, me divertí. Si yo puedo aportar algo, lo voy a hacer. No soy un actor como para interpretar a alguien totalmente diferente a mí, pero si encajo lo voy a hacer con gusto".
Tardó poco en caer el llamado de Andrés Tamagnini para protagonizar "Hecho para Marte", un corto 100% sanfrancisqueño donde interpreta a un músico desocupado que le tiene que poner el pecho a la situación para salir adelante. Nada que le resultara demasiado extraño.
"Yo tenía mis dudas acerca de mi performance, pero el trabajo que hacen estos chicos es impresionante y lograron algo muy bueno. Fueron varios de días de mucho esfuerzo, pero todo se hizo con profesionalismo y eso me encantó, lo volvería a hacer cada vez que me llamen", comenta con entusiasmo.
En el corto, su épica de guitar hero cede ante una faceta más humana y vulnerable, dentro de un clima humorístico. Pero Pablo lo toma naturalmente: "El personaje le pone el cuerpo a la situación como lo hice yo con mis compañeros de banda un montón de veces. No hay que dramatizar, ni tener miedo al ridículo, yo no me sentí así".
El rockero rompió los
esquemas con su incursión en la actuación y lo celebra como una oportunidad de
seguir creciendo y aprendiendo.
Hoy, que desde las redes y aplicaciones de mensajería le llueven los elogios que escasearon años atrás, se siente feliz y nota el cariño que supo sembrar. Su pequeña hija Isis llega del cole e interrumpe la sesión de fotos, robándole una sonrisa.
Una pequeña escena que derriba prejuicios.
Pablo es, quizás, un ejemplo de que en realidad las poses y etiquetas son solo eso y que la esencia es lo que trasciende. Demuestra que se puede experimentar y aventurar a nuevos desafíos sin abandonar la pasión de su vida. Pasión, que en su caso, tiene seis cuerdas y suena como un torbellino.
TRES INFLUENCIAS EN SU VIDA
Su mamá Olga fue la que le heredó la pasión por la música. Le regaló su primera guitarra y acompañó toda su carrera.
Cachi Salas, su primer profesor de guitarra, quien descubrió su talento y le enseñó los primeros trucos del rock
Pappo, un referente en su estilo porque con una impronta blusera se destacó también en el rock más pesado que sonó por estas latitudes.