Entrevista
Matías Córdoba: la escuela salva

Una charla de media hora con un docente que encontró en la escuela pública, una vida posible de habitar y construir.
El sanfrancisqueño Matías Nahuel Córdoba (33). Es docente. Profesor. Desde hace 10 años dicta historia en diferentes establecimientos educativos de la ciudad y la región. Ahora, lo hace en 6 escuelas secundarias, en simultáneo. Hijo, hermano, amigo, activista comprometido.
Y antes de eso, en el durante de eso, Matías fue alumno. Como casi todos, es cierto. Entonces vamos de nuevo: antes de ser profesor, de convertirse en profesor, Matías tuvo la suerte de ser alumno de grandes personas que amaban ser docentes y le inculcaron ese amor para con la profesión, la enseñanza, el cuidado. El otro.
Matías, de nuevo, como casi todos, es una persona atravesada por los otros, por otros que lo marcaron tanto que transcurre sus días en las escuelas trabajando con la voluntad y la intensidad de alguien que agradece. Haciendo en épocas de individualismos destructivos y en donde la escuela, las escuelas, viven y construyen bajo la inquisidora mirada de un jurado popular del tamaño de un país.
“Siempre quise ser profe. Yo fui a la escuela Irigoyen. Y tuve siempre muy buenas maestras. Pero particularmente una me marcó mucho: que es la Tere Capdevielle. Era una profe en ese momento, diferente. Una maestra diferente. Era en el año 2000 y nos llevaba a visitar el Archivo Gráfico y Museo Histórico, que en ese momento estaba por Iturraspe y Santiago del Estero, a la vuelta de la Escuela Irigoyen. Entonces íbamos siempre a visitar el Archivo. Los días sábados íbamos a su casa a aprender computación. Porque la escuela tenía computadoras muy viejas y no sé por qué cuestiones no las podíamos utilizar. Entonces ella armaba grupos. Y los sábados íbamos a su casa y nos enseñaba a usar la compu: aprendíamos a usar el Word, jugábamos a los jueguitos, usábamos Encarta. Y hablábamos de muchas cosas, mucho de historia. O sea, que el primer estímulo viene desde ella. Y después en el secundario también tuve profes muy zarpadas. Grosas: Vivi Tórtolo, Patri Gattino, Sandra Valdemarín, Paula Farías”.
La escuela, la seño Tere, la historia. Y un primer impacto que terminó siendo determinante para la vida del docente nacido y criado en una familia tan humilde como laburante de barrio Hospital. Porque cuando terminó el secundario, alguien le dijo que siendo docente iba a pasar hambre y el adolescente Matías decidió estudiar abogacía, algo que terminó dejando atrás luego de tres años gracias a una amiga que un día, literalmente lo llevó al profesorado del Colegio San Martín para que empiece las clases con ella. Y ahí volvió eso que Matías tenía tan presente y que tanto había imaginado habitando desde el otro lado del pupitre: la escuela, los profesores, los otros, la historia.

Para Matías, la escuela es el único espacio estatal que da respuestas reales: “Protege, da respuesta, resuelve”
“Me gustaba mucho la escuela. Yo siempre digo que, a la escuela, en mi caso, la considero una salvación. Y ahora, ya siendo un profesional dentro del ámbito educativo es donde me siento cómodo, libre. La escuela para mí es un espacio que habilita mucho y donde uno puede ser completamente libre. La escuela, soy un convencido, es la única institución estatal que da respuestas. Más allá de la experiencia de cada uno, en términos generales: la escuela protege, da respuesta, resuelve. Puede ser positiva, puede ser negativa, puede ser lo que esperabas, lo que no esperabas, puede ser que genere incluso resistencia o un conflicto, pero te da una respuesta, que no sucede en todos los lugares. La escuela es un lugar que permite el cuidado. En mi caso digo salvar porque la escuela fue muy importante y tuve maestras muy atentas que nos enseñaron muchísimo a pesar de las adversidades. Y algo que era fundamental: nosotros comíamos en la escuela, en la escuela nos atendían los médicos, iban las enfermeras a vacunarnos, en la escuela nos daban zapatillas, entonces uno sigue viendo que la escuela puede otorgar posibilidades. Yo digo siempre que la escuela otorga oportunidades, a algunos más, a otros menos, pero lo que uno necesite, lo puede encontrar en la escuela. Ojalá que lo sigamos mejorando”, cuenta Matías.

Lo que dicen los otros
Surge la pregunta sobre qué le genera que todos los que no estamos dentro del sistema educativo, que somos muchos, opinemos de la escuela, la enseñanza, los docentes. Dice: “Muchos opinan sobre la escuela. Eso, primero, da como un reflejo de que la mayoría de la sociedad se siente parte de la escuela. La gente siente como esta necesidad de opinar, de decir, pues se siente parte. La escuela es compleja, no es simple, no hay una forma única, y eso también es la riqueza de la escuela pública. Entonces sí uno todo el tiempo tiene que estar buscando alternativas, formas de llegar, de hacerla un poco más atractiva, más en estos tiempos donde está atravesada por otras cuestiones, como la tecnología o el avance también del individualismo, la escuela es un desafío permanente, nunca es algo acabado. Las escuelas están conformadas por personas, por cientos de personas que son diferentes, diversas, y que es imposible terminar de llegar a todos y a todas, así que hacemos un gran esfuerzo, muchísimo esfuerzo. Todo el tiempo para tratar de llegar”.
Lo que tengo para los otros
Por la memoria, la verdad y la justicia, por los derechos del colectivo LGTB+, por sus colegas docentes, por las instituciones barriales, por las escuelas. Matías activa y se involucra en diferentes causas que entiende debe transitar, construir, cuestionar, mantener vigentes.
“Yo encontré en lo público, en su momento como niño, una respuesta. Digo que la institución inmediata fue la escuela ante esa respuesta, pero después te puedo enumerar otros casos. Nosotros, por ejemplo, íbamos a buscar el bolsón de alimentos que nos entregaba en ese momento la municipalidad. Mi mamá nos llevaba, a hacer la cola y se iba a trabajar, trabajaba toda la mañana. Eran cinco o seis horas haciendo fila afuera de la guardería para conseguir el bolsón. Yo valoro muchísimo esto de lo público como una respuesta ante la necesidad, que tiene que ver en este caso con derechos, derechos básicos, la alimentación, la educación, la salud. Entonces, cuando fui creciendo empecé a involucrarme en un primer momento más como una participación quizás más reflexiva, más pasiva, como observando, analizando, siempre con un posicionamiento claro, desde chico. Cuando empecé en el nivel superior tuve una participación más activa, involucrándome en organizaciones, encuentro esto. Lo primero que entiendo que, como dice la concepción de los derechos humanos, es que esos derechos humanos son indivisibles. No es posible concebir un derecho sin otro", reflexiona.
Entonces, "creo que tenemos que estar defendiendo las diferentes causas, los diferentes reclamos, las diferentes demandas. Pero, y partiendo desde ahí, entiendo que es una forma de devolver lo que yo siento que alguna vez me dio el Estado y la comunidad organizada. Porque yo soy a partir de lo que otros pudieron ayudarme y atenderme desde la infancia. Y la meritocracia es imposible, te voy a dar un ejemplo, porque estamos acá en el patio de mi casa. Y esto también es súper valioso -siguió el entrevistado- . Yo cuando era chiquito me acuerdo que hacía cálculos de cuánto tiempo tenía que trabajar para tener mi casa. Y nunca me daban la cantidad de años y las cuentas. No era un sueño ni siquiera, entendí de grande que es un derecho. Y hoy es una realidad para mí tener mi casa gracias a un programa estatal de entrega de lotes y de un crédito estatal para construirla. No es posible pensar que todo es por el mérito individual. Hay mucha voluntad de trabajo, en mí, mi familia, pero sin toda esta otra contención sería imposible hacer valer los derechos de los que pudimos y podemos gozar”.
