Entrevista
María Ester Tabares: la "mamá postiza" que alimenta con amor
Es mucho más que la cocinera de la pensión de San Isidro. Su instinto maternal la convierte también en compañera, confidente, organizadora y a veces la que pone los límites.
En la pensión de los juveniles del básquetbol de San Isidro, un lugar que se nutre tanto de deporte como de cariño, hay una figura que se ganó el corazón de los chicos por su calidez y dedicación. María Ester Tabares, con 65 años, encontró allí su lugar entre las promesas que llegan a nuestra ciudad con toneladas de ilusión a cuestas. No solo se ocupa de la comida, sino también de acompañar a los chicos, guiarlos y, en muchos casos, reemplazar el amor y el cuidado de una madre.
María Ester se desenvuelve en un rol tan fundamental como silencioso. Con su tamaño pequeño, rodeada de chicos de gran altura, parece a veces una madre que se adapta al espacio, pero lo que realmente la hace única es su capacidad para generar un ambiente de confianza y respeto. Los chicos, que la tratan con el afecto propio de un hijo hacia su madre, no dudan en llamarla "Vieja", como si fuera una figura entrañable de sus hogares.
Para ella, el estar en San Francisco y haber aceptado la propuesta de trabajar en la pensión fue casi un destino que la encontró después de haber vivido en Tierra del Fuego, que le permitió estar cerca de sus hijos y nietos.
"Yo llegué a San Francisco porque mi hija y mis nietos estaban acá. Marcos (Basso) me ofreció hacerles de comer a los chicos porque se había quedado sin cocinera. Al principio pensé que serían unos meses, pero ya llevo dos años y medio", cuenta María Ester, quien se ha convertido en una pieza clave dentro del club.
"Para mí, ellos son como mis hijos"
Más que una cocinera
No solo cocina, también organiza, guía y establece reglas que buscan mantener un equilibrio dentro de la convivencia. "Para mí, ellos son como mis hijos", expresa con una sonrisa cálida. Y su trabajo no se limita solo a la cocina. María Ester es la encargada de la disciplina, de las charlas durante las comidas, y de ser una suerte de madre que siempre está atenta a los detalles. "Tenemos reglas en la mesa, y una de ellas es que no hay celulares. Eso lo respetan. En la mesa, todos hablamos de todo", menciona con firmeza. Ella no solo se ocupa de la comida, sino también de la formación de los chicos, tanto en lo deportivo como en lo personal.
"Son chicos que necesitan mucho acompañamiento. Yo les ayudo con la escuela, los horarios de salida, las prácticas. A veces, les hago de mamá y me encargo de todo. Los controlo, les pido que no salgan sin mi permiso y si salimos vamos todos juntos a tomar un helado o a la plaza ", comenta con cariño. La relación con los chicos es cercana, a veces incluso estricta, pero siempre desde el amor. "Les exijo porque sé que lo necesitan. Les pido que se ordenen y se cuiden. Son muy buenos chicos, respetuosos, y aunque a veces haya algún roce, todo siempre se soluciona", asegura.
Su relación con los chicos trasciende la pensión. Si bien los ve como una suerte de "golondrinas" que pasan por el club para luego volar a nuevos horizontes, lo que más le duele es la partida de algunos de ellos, como Vicente Aquadro, un chico al que quería mucho. "Lo de Vicente me costó mucho. Pero siempre me reconforta saber que se van para algo mejor", dice con un tono de nostalgia que es inevitable al hablar de aquellos que, de alguna manera, se convierten en parte de su familia. A pesar de ello, María Ester siempre mantiene el contacto con los chicos que se han ido a través de algún mensaje o incluso alguna visita cuando andan por la ciudad. También el contacto con la familia de los chicos de la pensión es fundamental: “Las familias se comunican conmigo, me escriben todo el tiempo para saber cómo están sus hijos y formamos una linda relación”.
"Cuando uno de ellos debuta en primera, es una alegría inmensa. En esos momentos se me caen las lágrimas. Es algo que disfruto mucho", dice emocionada, recordando el reciente debut de Simón Chemez, que ahí anda a las vueltas con la cabeza rapada luego de pasar por el inevitable ritual post estreno. La cercanía y el amor por los chicos se perciben en cada palabra.
Además de su rol afectivo, María Ester no descuida el trabajo que realiza en la cocina. "Los chicos me dicen qué quieren comer, y dentro de lo que me dice la nutricionista, les preparo lo que ellos prefieren. Extrañan mucho la comida de casa, así que trato de hacerlos sentir cómodos con lo que les gusta", afirma con humildad. Entre sus platos favoritos, la comida del domingo, como el churrasco de cerdo a la pizza, es un clásico que nunca puede faltar. También les prepara ravioles, los jueves suelen ser de pescado y otros platos que los chicos disfrutan después de un día agotador.
"Cuando uno de ellos debuta en primera, es una alegría inmensa. En esos momentos se me caen las lágrimas. Es algo que disfruto mucho"
Aunque se convirtió rápidamente en una figura materna para los chicos, María Ester también es consciente de la importancia de mantener el equilibrio en su rol. "Me trato de poner en su lugar y darles la libertad que necesitan. Pero siempre con la mirada de una madre, preocupada por su bienestar", concluye.
Y finalmente, María Ester nos habla de lo que más disfruta de su trabajo: "Estar con los chicos. Yo la paso bien con ellos. Más allá que reniego a veces con ello, la paso bien porque me entretiene, me tienen activa. Que voy, que vengo, que peleo con uno, que peleo con el otro. Ahora, esta semana, vamos a volver a pelear porque tienen que limpiar el patio (risas). Pero yo me siento bien con los chicos, se puede decir que la energía de ellos te rejuvenece, sino uno a mi edad se queda quieto y eso no es bueno. Hay que moverse y ellos me dan esa energía”.
Para todos aquellos que tienen la suerte de compartir su día a día, María Ester es más que una cocinera: es el corazón de la pensión, la figura que sostiene, escucha y alimenta a los jóvenes que luchan por cumplir sus sueños. A su lado, los chicos saben que siempre encontrarán un plato de comida y un abrazo, sin importar lo lejos que estén de sus hogares.
SUS MEJORES PLATOS
El churrasco a la pizza con papas y batatas es el especial más esperado de los domingos, también los chicos disfrutan mucho de sus pastas y sus fideos con salsa blanca.
SUS REGLAS
Durante las comidas no hay celulares en la mesa, nadie sale de noche sin su permiso, y en la pensión no entran chicas (salvo las de vóley cuando vienen a buscar su vianda).
SUS ALEGRÍAS Y TRISTEZAS
Llora de emoción cada vez que uno de los chicos debuta en primera y se festeja sin falta; le duele cuando alguno “deja el nido” y se va a otro club, pero siempre mantiene el contacto.