“Los adultos debemos acompañar, proteger y entender a los jóvenes”
La médica generalista Cecilia Passamonte lleva adelante, junto al equipo municipal, el operativo de vacunación más importante de la historia de salud pública. Especializada en adolescencia, dijo que no hay que culpar a los jóvenes por la propagación del virus y que debemos estar atentos a sus señales. "Antes, las diferencias eran generacionales, pero hoy son culturales", sostuvo.
Como directora de Salud y referente de Recreo Salud de la municipalidad de San Francisco, la mirada de la doctora Cecilia Passamonte, médica generalista, siempre estuvo puesta en acompañar a los adolescentes, una población atravesada por diferentes situaciones y cambios.
Su trabajo en el instituto Elisa y como integrante del comité de adolescencia de La Sociedad Argentina de Pediatría en Córdoba, la autorizan a decir que es fundamental que los adultos acompañen a los adolescentes en su desarrollo, estén atentos a sus comportamientos y que no haya prejuicio y perdamos el miedo a escuchar lo que tienen para decirnos.
En ese marco, la profesional dedicada principalmente a los jóvenes argumentó que ellos no son los culpables de la propagación del coronavirus y que esta franja generacional también se ve afectada por la pandemia.
Passamonte pide a los adultos a escuchar y observar las señales de los que están atravesando una de las etapas más vulnerables de la vida.
-¿Qué valor tiene la salud pública para usted?
Es mi forma de pararme frente a la medicina y entender el proceso salud / enfermedad. Tiene que ver con mi formación como médica generalista, residencia que realicé en la ciudad de Neuquén y después, trabajando en el interior neuquino por 8 años. Esta especialidad me enseñó herramientas que considero fundamentales para abordar la integralidad de la persona para que pueda ser parte del proceso salud/enfermedad y poder trabajar juntos en la prevención, en mejorar la calidad de vida y a veces, solo a veces curar.
Esto tiene que ver con la relación médico paciente pero también con el equipo de salud. Un ejemplo es la vacunación contra el coronavirus. Es un evento preventivo que evita las situaciones más graves de la enfermedad. Es un trabajo en equipo sin dudarlo. Nadie va a poder olvidar esto que nos está pasando. Además, la vacuna al ser voluntaria es la misma comunidad la que se acerca. Eso es parte de la participación comunitaria, bastión necesario para cambiar la realidad en los procesos de salud / enfermedad de cualquier comunidad, y así construir salud entre todos
"No podemos a culpar la juventud por el coronavirus"
- ¿Por qué trabajar con adolescentes?
Lo que más admiro de los chicos y chicas es la energía que tienen, de poder hacer más y más, y seguir a full con lo que les importa, les interesa. Cada uno con su energía y sus capacidades. Soy mamá de dos adolescentes. En estos tiempos, los chicos y las chicas y la convivencia con la tecnología nos muestran otros saberes. Es otra forma de ver las cosas. Antes, las diferencias eran generacionales, pero hoy, como ya plantean los antropólogos, son culturales, hay que encontrarse. Nosotros como adultos tenemos que hacer ese esfuerzo porque somos los que tenemos que acompañar, proteger, entender.
- ¿Cómo fue ese camino
hacia ellos?
El camino surgió con el ejercicio de la medicina general. Esta especialidad me permite acompañar los procesos de la familia y no solo desde la enfermedad sino de la salud integral. Cada grupo familiar es diferente. En ese marco familiar es donde aparecen los jóvenes. Una gran oportunidad fue y sigue siendo los certificados únicos de salud (CUS). A los y las adolescentes no se los engaña, no se los "caretea" como dicen ellos y es ahí donde uno puede conectar. Pero de manera interdisciplinaria en 2009 a través del programa Salud Escolar y luego Recreo Salud fue donde empecé con el acompañamiento de la ley de Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas. Fue una de las experiencias más ricas de mi profesión. Aprendimos juntos durante 10 años. Ellos y ellas me enseñaron que tienen mucho que decir y preguntar. Y como adultos y adultas debemos estar a la altura.
Para mí eso fue una gran puerta al conocimiento de los adolescentes, a pensarlo desde otra mirada con una ley que surge en 2006 y fue muy resistida. La sexualidad como un tema tabú, que aún hoy nos interpela y nos pone los cachetes colorados. Hemos avanzado muchos pasos, y ya se puede hablar de cosas inimaginables para otros tiempos, pero aún quedan cosas que seguir poniendo sobre la mesa.
Es un momento clave para los jóvenes. Por eso hoy hablamos de las adolescencias porque sabemos que las realidades son diferentes, no solo por una cuestión geográfica sino también referida a los accesos, a la educación y a muchas otras cosas. Hay cosas comunes que tienen que ver con transitar el cambio.
Antes, era solo un pasaje de la niñez a la vida adulta. Ahora hablamos de una etapa bien identificada (en nuestro país el 17% de la población es adolescente, al igual que en nuestra provincia, según datos adquiridos en el último censo, y se mantiene en las proyecciones poblacionales), con características propias que tienen que ver con el cambio del cuerpo dando duelo al físico de la niñez, el cambio del vínculo con los adultos cercanos apareciendo aquí el vínculo con los pares fundamental en las adolescencias. Por último, tiene que ver con el encuentro con lo que soy y con lo que quiero ser, la identidad y la toma de decisiones.
"Lo que más admiro de los chicos y chicas es la energía que tienen".
- En este tiempo de pandemia, algunos refieren a los más jóvenes como los que no se cuidan o no creen en la enfermedad.
Para quienes trabajamos en adolescencia vemos con preocupación la culpabilidad a los y las adolescentes referidas a la propagación del civil. La pandemia hizo que ellos no pudieran desarrollar muchos de sus aspectos. El vínculo con sus pares se potenció en las pantallas y la ruptura del vínculo del adolescente con el adulto hizo que aparezcan cuestiones difíciles de manejar en la casa. Somos los adultos que habilitamos muchos de los espacios que se generan y se los responsabiliza a los chicos y chicas. Debemos ocupar el rol que nos compete. Acá aparecen los conflictos ante el límite que tiene que ver con el afecto. El conflicto a los padres y madres nos molesta, nos incomoda y nos pide coherencia a la hora de acompañar estos procesos. Tenemos que hacernos cargo de lo que nos toca.
- ¿Qué les pasa?
Desde los equipos de salud estamos detectando mayores trastornos de ansiedad, dificultades en el sueño, languidez de pandemia, es decir no hay depresión, pero sí apatía. No hay ganas de nada, tristeza, mayor consumo de sustancias, trastornos alimentarios como anorexia, bulimia y la obesidad como respuesta al sedentarismo. Lamentablemente, aparece también mayor violencia intrafamiliar y de género.
- Pero es difícil llegar a un adolescente. Están siempre con el teléfono celular...
Somos los adultos los que tenemos que empezar a pensar en respuestas. Evidentemente, todos necesitamos herramientas para salir adelante pero no podemos culpabilizar a los chicos y chicas porque los adultos damos lo permisos, naturalizamos y relativizamos muchas conductas de los jóvenes que están modificándose en pandemia.
"Tenemos que escuchar y ver a los adolescentes. Los adultos tenemos cosas aprendidas y nos cuesta mucho desaprender".
Ellos están en pleno aprendizaje y es fundamental la comunicación que para ellos pasa por las pantallas, así se comunican. Que nosotros no la podamos entender no quiere decir que no exista. En esa comunicación en la pantalla hay cosas positivas, hasta son herramientas que utilizan para la educación en las escuelas. Pero también riesgosas, pueden producir aislamientos importantes ("es re tranquilo, A ella no le interesa salir nunca, siempre está en casa") hasta exponerse al grooming, ciberbulliyng y otras situaciones riesgosas.
- ¿Y cómo hacemos?
Hay que buscar espacios donde podamos dialogar, ver y mirar. Todos los adultos estamos pasando por la misma situación, algunos trabajando en espacios de mucho tiempo, otros en casa y otros fuera. A veces no entendemos en qué idioma nos hablan, pero tenemos que preguntar, saber qué les pasa, acercarnos, sin prejuicios y sin miedo. Y pedir ayuda. Debe existir el adulto de confianza, el que le de ese espacio donde se puedan expresar y generar vínculos saludables. A veces son papá o mamá, a veces la tía, el abuelo, la mamá de un compañero, un profe, una docente. La escuela se extraña por los pares y los adultos. De a poco, iremos reencontrándonos en espacios comunes cuando la situación epidemiológica nos vaya permitiendo
El valor de la vida lo mostramos todos los días cada uno de nosotros como personas en cada acto que damos, en cada corrida para buscar el barbijo olvidado, en cada abrazo postergado y en cada mate que se sirve cada uno para seguir cuidándonos. Todos y cada uno.