“Es muy potente y reconfortante haber escrito sobre mi mamá y todo su contexto”
El periodista oriundo de San Francisco y radicado desde hace tres décadas en Estados Unidos, Ricardo Trotti, presenta su último libro, una recopilación de relatos personales de su infancia que se convierten en universales cuando el lector se ve reflejado en su historia.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
Con fuerza en la palabra y recuerdos casi indemnes, el nuevo libro del prestigioso periodista y artista plástico Ricardo "Kaiá" Trotti da la bienvenida al Bar Nueva Pompeya que antaño funcionaba en Iturraspe y Perú -hoy, la esquina del Melli Store-, donde sus paredes todavía guardan la nostalgia de aquellos visitantes que frecuentaban el negocio de doña Tota.
A quienes alguna vez estuvieron ahí, se le aprieta el alma con solo pasar hoy por esa esquina. También es capaz de despertar la melancolía a quienes no lo conocieron, pero saben que sus padres o abuelos en ese bar dejaron de lado las corridas del día y se dispusieron a la charla sin prisa, a la lectura del diario o al simple disfrute de mirar por la ventana. Es que "todos, muy adentro, guardamos historias en las que nos podemos reflejar", asegura Trotti, que se volcó al relato autorreferencial para que la suya no se perdiera entre generaciones y se permitió ser un niño observador y narrador, más allá del periodista.
Siendo la libertad de prensa y el periodismo un tema recurrente en sus otros libros, en su último texto el sanfrancisqueño radicado en Miami cuenta la historia de "una mujer que se realizó en un bar que le daba amor y felicidad", su mamá.
"El libro es, de principio a fin, la búsqueda de mis padres por comprar su espacio propio, su casa. Es el sueño de cualquiera en el mundo", confiesa el autor.
"El bar de mi mamá" será presentado mañana viernes 6 de mayo, a partir de las 20, en la Tecnoteca de nuestra ciudad, en el marco de un evento híbrido, es decir, presencial y también virtual a través de video conferencia vía Zoom en la que Trotti y el público podrán interactuar, al que se podrá acceder desde cualquier lugar del mundo y además será reproducido por las redes sociales de LA VOZ DE SAN JUSTO, organizadora de esta presentación.
- ¿Cuáles fueron las primeras imágenes o pensamientos que alimentaron el germen del libro? ¿Cómo comenzó la idea de contar esos trazos de la infancia, de ponerles letra, rescatar esas ilustraciones?
El germen empezó hace unos 25 años, camino al trabajo y escuchando a Alberto Cortez contar sobre un personaje en el bar Armonía de su papá. Asocié aquella historia con un personaje muy querido del bar de mi mamá: el Manya Luna. Me empecé a levantar en las madrugadas para escribir anécdotas y recuerdos sobre personajes y objetos. Al principio escribí descripciones. Después hice trabajo de campo como periodista para reforzar esos recuerdos. En mis visitas asiduas a San Francisco antes de que mi mamá muriera en 1999, pasé horas entrevistando a mis padres, vecinos, amigos de la infancia, mi nana Dora Bessatto y su esposo Luisito Delgado, saqué fotos de la esquina de Iturraspe y Perú, puertas del vecindario. Mis primos me ayudaron con recuerdos y hasta mi prima Marta Trossero, de Clucellas, me compartió estampitas de las comuniones de mi hermano y mía. Mi hermano me compartió sus dibujos y pinturas de aquella época en que las fotografías eran escasas, por lo que sus trazos fueron como los de un fotorreportero de la historia.
Luego compartí mis escritos y recuerdos confiando que serían bien aceptados. No me fue nada bien. Mi papá recordaba las cosas de otro modo o hubiese preferido que yo lo recuerde de otro modo. Engaveté mis escritos por años.
Los retomé un día y los noté fríos, sin vida. Y supe que debía esforzarme más para dotar a los personajes de alma y vida.
-Sus memorias de la niñez no son simples relatos, momentos cotidianos vividos en familia, sino que denotan "una historia familiar en la que cada uno se reconoce", como dijo Carlos Jornet en su comentario. ¿Tal vez eso también persiguió con este libro, ese reflejo del lector, identificado con "la lucha de sus padres por progresar en un país que daba oportunidades"?
A medida que fui recordando, fui descubriendo y conociendo a los personajes y valorando lo que los motivaba. Me di cuenta de que no era diferente a lo que buscaba un italiano o un sudafricano. Había cuatro tipos de clientes en el bar, oficinistas y empresarios amigos de mi papá, changarines que hombreaban bolsas en el molino, jubilados y gauchos o peones de campo que usaban los árboles por la calle Perú de palenque. Todos aspiraban a lo mismo: querían abrirse camino y progresar. El libro es, de principio a fin, la búsqueda de mis padres por comprar su espacio propio, su casa. Es el sueño de cualquiera en el mundo, por eso el valor universal de la historia a la que se refiere Jornet. Para cumplir con su objetivo mis padres debieron sortear muchos obstáculos, todos sazonados con muchas anécdotas, conflictos, penas y alegrías, que fui recogiendo de los tres lugares de la esquina en que se ambienta la historia, como si fueran actos de una obra de teatro:el salón del bar, el patio y la casa.
-"Un mundo atemporal y sin espacios", así definió al bar de su mamá. ¿Podría explayarse sobre eso?
Los recuerdos y la imaginación, así como los sueños, hacen que las cosas, los espacios y los tiempos se mezclen o desdibujen. Vivo en Miami con mi esposa hace 30 años y a los 17 me fui de San Francisco, y en el mismo San Francisco emigré a otro barrio cuando era adolescente. Sin embargo, en Iturraspe y Perú, mi infancia siempre fue referencia en mi vida y adultez. Para mí es muy potente y reconfortante haber escrito sobre mi mamá, y todo su contexto, siendo ella, en aquella época, una treintañera, más joven que mis hijos en la actualidad. Siempre comentamos con mi esposa que sería muy lindo sentarnos a una misma mesa con nuestros abuelos, padres, hijos y nietos, pero todos en el presente y de la misma edad, con las mismas canas y arrugas. Serían conversaciones fascinantes.
Creo que en esta historia manipulé el tiempo de algunos hechos para poder contarla con más interés, primó la cronología de hechos dramáticos por sobre la cronología del tiempo. Fue necesario para contar una historia más universal, que podría haberse contado desde un bar en la esquina de Iturraspe y Perú, como desde otra esquina en Buenos Aires o en la 5ta. Avenida. Lo importante para mí fue que los personajes interactúen entre ellos y cuenten, cada uno, su propia historia.
-En algún comentario suyo sobre su obra Ud. dijo que "esta es una historia real con muchas manchitas de ficción" licencia que se tomó para "universalizar personajes, anécdotas y deseos". Ahora bien, al momento de buscar las palabras para serles fieles, ¿se abocó a que lo narrado sea suficientemente preciso?
Escribí en dos etapas. En la primera fui periodista, me aferré a los hechos y a las descripciones de la realidad. Traté de ser lo más preciso posible. Luego, robé de la literatura y de la ficción sus artilugios para crear escenas y dotar a los personajes de esa alma que necesitaban para vivir por sí mismos. El libro está lleno de diálogos y hasta de pensamientos de mi mamá. Obviamente no pude estar dentro de la cabeza de mi mamá y tampoco hay audios de aquella época. Los diálogos los fui creando según recuerdo como actuaban los personajes. Traté de ser fiel a ellos, pero también los manipulé según lo que yo sentía por ellos. Usé la libertad de la caricatura para exagerar rasgos y gestos, haciendo que los buenos personajes fueran mejores y que los malos fueran peores. Las historias necesitan del conflicto y de los extremos para ser entretenidas y que dejen mensajes.
- Periodista profesional y apasionado, con gran trayectoria en los medios gráficos, pero ¿cómo fue llevar lo autorreferencial al texto?
Congeniar las dos etapas, la realidad y la ficción, no fue fácil, algo traumático. Mi experiencia en periodismo no me permitía ser libre al principio. Pero me liberé cuando me posicioné como un niño observador y narrador. Sentí una libertad total para contar la historia no tal como fue o la pudieron experimentar los demás, sino como fue para mí, y como yo quise que fuera.
Por eso sostengo que esta historia puede ser definida como una autobiografía infantil novelada o una novela biográfica. Es un híbrido.
- Podría decirse que su obra es también un homenaje a la figura de la mujer, las madres y su influencia en la formación de los hijos y el hogar. ¿Lo siente así?
El Bar Nueva Pompeya, el bar de mi mamá, era un bar de unos cien hombres divididos en esos cuatro grupos de clientes, todos actores de reparto. La protagonista de la historia es mi mamá, era la líder. Estaba bien plantada como reina madre en una colmena de hombres. Respetuosa de cada cliente y su historia. No hacía distinciones y, sobre todo, era el nexo entre personajes así fueran empresarios de éxito, changarines humildes, gauchos o jubilados ferroviarios. Y lo hacía con humildad y con orgullo pese a que el bar no era más que un bar de barrio, sin lujos que, en otras épocas, apenas llegados a San Francisco, había sido despensa y espacio para despedidas de soltero, casamientos y cumpleaños.
El libro describe a una mujer muy trabajadora, omnipresente, también que se ocupaba de ser madre y esposa, y que hacía todo con tenacidad, pasión y humildad. El libro es su historia, la de una mujer que se realizó en un bar que le daba amor y felicidad.
- ¿Esos recuerdos fueron creciendo a golpe de inspiración o ya tenía programado personajes, capítulos, desenlace... antes de sentarte a escribir su historia y la de su familia?
Fue un proceso largo, de búsqueda de datos para reafirmar recuerdos y una evolución constante como narrador. Fui conociendo mejor a los personajes a medida que los describía y cómo actuaban entre sí. Me requirió mucha concentración. Puedo decir que escribir estas historias me permitió descubrir mejor las personalidades de mis padres. También conocí mejor a los demás, y vi cómo se fueron transformando a medida que pasaban los capítulos. Todos evolucionaron. Nada fue estático. Por eso, en el proceso debí usar algunas anécdotas y tuve que descartar muchas más porque no se apegaban al relato o influían en el desenlace.
El desenlace también fue cambiando, especialmente cuando encontré, fortuitamente, una carta que me escribió mi mamá durante su enfermedad. Esa carta terminó por ponerle un broche a los 32 capítulos que tiene esta historia.
- ¿Cuándo decidió que faltaba ese broche que reuniera en un libro todos los relatos?
Creo que la carta de mi mamá precipitó el cierre. Era lo que necesitaba para hacer un epílogo emotivo y que la muestre a ella no solo como la treintañera que atendía un bar, sino como la mujer madura, que aprendió y se hizo sabia sin renegar de su pasado y las limitaciones propias y de su contexto. Fue una mujer que vivió alegre e intensamente, apoyada en su fe a su amiga la Virgen de Nueva Pompeya, y fiel a sus clientes, a su familia y a sus pensamientos.
- ¿Cómo eligió las ilustraciones (pinturas propias y retratos realizados por su hermano Gerardo)?
Fue un proceso doloroso. Así como dejé anécdotas de lado porque no cuadraban con la historia que quería contar, también dejé de lado otras pinturas y dibujos hermosos que mi hermano hizo en aquella época y otras ilustraciones que hice yo años atrás. Seguramente, algún día, mi hermano va a publicar sus pinturas de aquella época de cuando él y su amigo Oscar Cornaglia aprendían de Miguel Pablo Borgarello, primo de mi mamá.
-¿Qué mensaje quiere dejarle a lector; al que pasa por esa esquina de calles Iturraspe y Perú y no puede contener la nostalgia; al que sus abuelos o sus padres le contaron sobre cómo era San Francisco en los años '60; o simplemente a quien se reconoce en ese niño que creció en el interior profundo de la Argentina?
Creo que todos, muy adentro, guardamos historias en las que nos podemos reflejar. Este libro refleja algo íntimo y en un contexto muy diferente al de hoy, sin tecnologías, cuando la televisión todavía era ciencia ficción y los video juegos de antaño eran nuestra imaginación que se expandía con pelotas de trapo, autitos rellenos de macilla o imitaciones de Superman y de apaches que disfrutábamos en el cine Mayo o en el Universal.
Más allá del libro, mi mensaje es que todos tenemos una historia que contar. En mi caso, lo hice porque creía que esa historia es rica y no debía perderse entre generaciones. Creo que, a los abuelos, a los padres y a los hijos, nos hace falta contarnos historias, nuestras historias, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Toda vida es muy rica en experiencias y no deberíamos quedarnos solo con leer o mirar las historias de los demás. Debemos contar y apreciar la propia.
Sobre el autor
Ricardo Elvio Trotti es periodista, autor y artista plástico. Nació en 1958 en San Francisco (Córdoba). Es director ejecutivo de la Sociedad Interamericana de Prensa, con sede en Miami, Estados Unidos.
Es autor de los libros "La dolorosa libertad de prensa en busca de la ética perdida"; "El bar de mi mamá" y co autor de "Impunidad, nunca más", "Crímenes Sin Castigo Contra Periodistas" y "50 ideas excelentes".
Recibió varios premios internacionales por su defensa a la libertad de prensa, tema recurrente en su obra plástica. Estudió en el Colegio Universitario de Periodismo en Córdoba y en la Universidad de Harvard, becado por el Centro Weatherhead de Asuntos Internacionales.