El pibe qué podía volar
A los 21 años Federico Zezular es una de las claves del gran presente de un San Isidro que viene arrasando en la Liga Argentina de básquet. El pibe que deslumbra con su juego vistoso reflexiona sobre el viaje que lo trajo hasta acá. Un vuelo vertiginoso que Zezular hace parecer natural.
Por Manuel Ruiz | LVSJ
Volar no es algo humano. Es si, el anhelo de muchas personas. El superpoder que muchos quisiéramos tener. Para Federico Zezular, el basquetbolista de 21 años oriundo de la ciudad de Córdoba y que hace 6 años juega en el Club Atlético San Isidro, volar parece algo mucho más tangible.
Que el pibe que vuela juega en un equipo al que le dicen los halcones y que juega en un estadio al que lo apodan el Nido, puede parecer entonces una mera coincidencia. Pero, la historia del Fede de Alto Alberdi que no había jugado nunca al básquet organizado hasta los 13 años, es mucho más llamativa del modo que tiene Zezular de jugar al básquet: ese "showtime" que se ve poco en nuestra tierra y que es más propio de la NBA, y que Federico consigue gracias a una capacidad atlética natural fenomenal. Porqué el vuelo de Zezular lleva tan solo 8 años y el vértigo, la furia, que significaría para cualquiera se disipan en la simpleza rubia, alta y con lentes, del pibe que dice que sueña a corto plazo.
-No tenes la historia de la mayoría de los jugadores de básquet. Hay una parte de esa historia que para vos arranca mucho después...
Si. Hasta los 13 años, yo jugaba al tenis. En realidad, hice todos los deportes, pero coincidió que en ese momento estaba jugando al tenis, había pegado un estirón de por decirte 10 centímetros, y no desarrollé los cartílagos: de las rodillas, los tobillos y tuve que dejar de hacer tenis y empezar con mucha fisioterapia. En ese momento empezaba el secundario en el Colegio Villada y uno de los profes de educación física, José Atienza me ve, yo en ese momento medía 1.90 mts., y me pregunta si quería empezar a jugar al básquet porque daba con la altura y con algunas aptitudes básicas. Y empecé y acá estamos.
-Te tocó ser parte de algo histórico para Belgrano que fue el ascenso de la B a la A de la Asociación Cordobesa ¿ahí aparece en el radar San Isidro?
-A mí me habían visto acá por un provincial de selecciones que se jugó en Villa María. Yo jugué con la Asociación Cordobesa y ahí me vieron desde San Isidro se contactaron con Belgrano. Belgrano dijo que sí que, ya había dado todo lo que podía darme. Vine a hacer una prueba. En ese momento estaba como entrenador Julián Pagura, me dijeron que iba a jugar el Nacional U19 que de acuerdo a mi rendimiento iba a esta en el equipo de Liga Argentina y decidí venirme a los 15 años para acá.
-En retrospectiva: jugaste 6 Ligas Argentinas, casi salís campeón y ascendes a la Liga Nacional. Ganaste muchos torneos locales, fuiste campeón argentino U19, te toca ser titular en este momento en Sani, estuviste preseleccionado para la Selección Argentina juvenil ¿No pensás que es mucho para una persona que juega al básquet hace sólo 8 años?
-Nunca me puse a pensarlo, así como lo decís. Pero si es una locura. Yo a los 14 años empecé a jugar al básquet y a los 16 estaba en una Preselección Nacional. Con 21 años tengo 6 temporadas de Liga Argentina, es una locura si te lo pones a pensar.
-A principio de esta temporada se conocieron muchas ofertas de clubes de Liga Nacional que te querían. Más allá de poder irte o quedarte ¿cómo manejas mentalmente que te quieran de un nivel más alto del que estás jugando?
-Manejarlo, lo manejo bien. Pero a lo que si suma, quiera yo o no, es al ego. Porque evidentemente algo bien estoy haciendo para despertar el interés de otros clubes o para que San Isidro no quiera que me vaya. Y no creo que tenga que demostrar algo. Porque yo sé lo que puedo dar, el técnico y los dirigentes saben lo que doy, pero obviamente conlleva una responsabilidad porque tenés un rol y a ese rol lo debés cumplir. Pero no es que vivo presionado o me viven presionando. Es algo más mío y lo llevo bien, hay altos y bajos pero eso también es normal.
-Tenés una edad en la que eso del entrenamiento invisible constante y lo que hace cualquier adolescente viven chocando ¿Cómo lo llevas?
-Al principio cuando llegue acá me costaba mucho más manejarlo. Si bien tenía 15 años, me costaba mucho más ser profesional en ese sentido. Con los años, la ayuda de cuerpos técnicos, compañeros y sobre todo hacerme cargo de la elección que había hecho, hizo que cambie. Tuve que dejar de hacer algunas cosas para priorizar el básquet. Cuesta, pero es parte del proceso.
-En eso de cumplir roles. Objetivos. Metas ¿qué pasa con tus sueños profesionales?
-Mi visión máxima es poder jugar a mi más alto nivel la Euroliga. Pero voy a de a poco. Esta temporada me propuse ser un eslabón importante en el equipo, cuando termine la temporada veré que meta me pongo, pero estoy optando por el corto plazo, para no pensar tanto en el futuro, sino en el ahora y en que tengo que hacer para cumplirle al equipo. ¿Ahora tengo que defender y correr? Me concentro en eso. Es mucho mejor para la cabeza, porque laburas el presente, y la concentración en lo que haces es más ordenada.
-Tu juego, las volcadas, lo vistoso de tu juego genera hasta expectativa en la gente que va a la cancha ¿cómo explicás esa forma de jugar que le gusta tanto a la gente?
No sé, es algo que llevo con normalidad porque siempre jugué así, entonces no es algo que empecé a hacer ahora.
La crónica del vuelo para nada anunciada de Federico Zezular no termina acá, y nadie sabe dónde terminará, porque si de algo se ha encargado Federico es de proponerse nuevas alturas y encontrarse cómodo alcanzándolas.
Fede tiene algo que al ámbito deportivo le encanta decir: un biotipo fantástico para hacer lo que hace. Y que lo que hace parezca natural y simple. Tiene algo mucho mejor: su simpleza, humildad y a pesar de todo lo escrito aquí: los pies bien plantados en la tierra.