El complejo caso de dejar de ser fiscal
Bernardo Alberione anunció que dejará su cargo como fiscal de Delitos Complejos de la ciudad. La decisión es una de las incógnitas más complejas que deberá resolver quien investigó las causas judiciales más conmocionantes de los últimos 20 años en San Francisco. El fiscal, ante uno de los mayores casos de su vida: el propio.
Por Manuel Ruiz | LVSJ
Cuando Bernardo Alberione (61), el fiscal de Delitos Complejos de San Francisco, ingresó al Poder Judicial de la Provincia de Córdoba era 1985 y tenía 24 años. Nueve años después, asumiría su primer cargo como fiscal y 28 años más tarde, decidió en diciembre último, ponerle fin a esa carrera que lo llevó a intervenir en los casos policiales más trascendentales de los últimos 20 años en la ciudad.
Alberione sabe que no estará más. No sabe la precisión exacta de cuándo será el último día en su despacho en los tribunales. Pero hasta que eso pase, hasta que ese día llegue, intentará aceptar ese final, ese fin de ciclo, algo que dice, está trabajando consigo mismo: su labor lo ha definido a niveles tan profundos que Alberione no solo deja la fiscalía, deja, sobre todo, la forma de vivir, actuar, sentir que tuvo durante casi 30 años.
En un año que volvió a ser laboralmente intenso para él y su fiscalía, que lo volvió a encontrar y mucho dentro de una exposición mediática que dice era casi nula cuando empezó su carrera, Alberione recibe a LA VOZ DE SAN JUSTO en su casa para hacer más que un balance de su año, explicar y tratar de seguir entendiendo lo que significó para él, como individuo, ser durante tanto tiempo el fiscal que estuvo ahí cuando un hecho sacudió a San Francisco.
- ¿Por qué entendió que ahora era el momento de retirarse?
Yo creo que todo tiene su ciclo y hay que saber decir basta a tiempo. Basta a tiempo por los años, la salud, la familia, las relaciones. Por muchas cosas. Es un buen momento y me gusta poder irme bien, contento, feliz, de haber podido lograr lo que quise. Creo que es el momento exacto. Será en 2023, en algún momento, cuándo, no sé. Estudié Derecho porque siempre me molestó la injusticia. No solo me molestaba, quería corregirla, poder re encausar las cosas. No solo detectar la injusticia, sino que buscarle una solución, de hecho, podría decir que toda mi carrera está basada en buscarle solución a los problemas. Cumplir el objetivo que para mí tiene el Poder Judicial que es lograr que la sociedad viva medianamente en paz y armonía. Que conviva, porque si nosotros no logramos como Justicia que la sociedad pueda vivir en armonía, no estamos cumpliendo el cometido.
-Fueron muchos años de estar expuesto y tener que vivir al servicio de casos resonantes. ¿Cómo va a hacer para acostumbrarse a no tener esa intensidad, ese vértigo propio de las investigaciones?
Es un trabajo que se tiene que hacer con pasión, o no sirve. El problema más grande que tengo ahora es qué hacer con la cuota de adrenalina que tiene mi trabajo. Porque a mí, cuando suceden cosas -obviamente nadie desea que le pase nada a nadie- aparece un desafío profesional y esa sensación de querer resolverlo genera una movilización muy grande. El vértigo apareció en los últimos años de mi carrera.
-Y la presión social de la gente, los vecinos, ¿cómo ha influido en Ud. y su trabajo? Entiende esa idea sostenida de que la Justicia no existe?
Si, la entiendo. No sé por qué, y creo que es algo que me viene de chico, siempre tuve buena relación con la gente y creo que se basa en poner la cara y dar explicaciones, gusten o no gusten. Dar las explicaciones de que lo que se pudo hacer, se hizo. Hay cosas que no vamos a poder hacer nunca, pero, nadie puede venir con un problema e irse sin una respuesta. No podés tener a una persona en ascuas. Sobre que va a la Justicia sin saber a dónde va, si vos no le das una respuesta y lo tenés boyando, esperando, no sirve. Esa persona que vino a denunciar se tiene que ir a su casa tranquila, contenida, sabiendo que hay alguien ocupándose del tema. Si uno no la recibe, explica, contiene, esa persona se acude con ganas de Justicia. Y creo que es fundamental para este trabajo, poner la cara y estar en los lugares de los hechos. En este país lo que no hay es coherencia. No hay educación adecuada, economía adecuada, no hay un montón de cosas. La justicia es lo que tiene que armonizar a la sociedad en conflicto, el problema es si la sociedad en conflicto, no confía en la justicia y la justicia no le da respuesta ¿Qué es lo justo? ¿Lo legal? No. Lo legal es una herramienta para tratar de lograr lo justo, pero no siempre es lo justo. Lo justo es muy particular, por eso lo importante de explicar y tomarse el tiempo para explicar. Si la persona se va sin una explicación, sin un razonamiento, lo compartan a o no, esa persona no va a creer en la justicia.
"Estudié Derecho porque siempre me molestó la injusticia", dijo Alberione fiel a su inquieto espíritu.
-Por las dimensiones de San Francisco, le toca convivir con esa gente que se cruza en un juzgado o en una investigación muy asiduamente. Es el fiscal, pero es también su vecino ¿Cómo maneja eso?
Los abogados, contadores, políticos, comerciantes se acuerdan del nombre de las personas. Y es porque trabajan con personas. La identidad de esa persona es importante para su trabajo. Yo trabajo con hechos, no con personas. Entonces los nombres de las personas no los retengo. Yo no sé, si la persona que me saluda es víctima o victimario. No sé.
- ¿Y la presión por parte de la gente? Porque le tocó actuar en los casos más importantes de los últimos años, causas que siempre generaron un pedido masivo de justicia desde la sociedad.
La presión no crece por un tema. Con lo de (Damián) Bernarte atendí más de 120 llamadas de medios y a cada uno le expliqué. ¿Qué logras con eso?: que se tome dimensión de lo que realmente está pasando. Que se evite la especulación y la habladuría, entonces colocás las cosas en su lugar. Eso trae tranquilidad para el trabajo, para la sociedad y satisfacción para la prensa. De los casos grandes normalmente yo centralizo la información y el responsable soy yo. Lo importante es ante un problema, no generar más problemas. Lo primero es la paz social, bajar los decibles del conflicto, porque vivir en conflicto no sirve.
- ¿Ha dejado más de lo que le hubiese gustado dejar de lado por su trabajo?
Una respuesta consciente sería sí. La repuesta visceral es no. No me importa el precio que tuve que pagar. Lo volvería a pagar. Porque muy poca gente tiene la posibilidad de trabajar en lo que le gusta. Que le paguen bien, lograr el objetivo y poder retirarte en una etapa en la que me siento pleno.
"Es un trabajo que se tiene que hacer con pasión, o no sirve".
- ¿Qué le gustaría hacer una vez ya retirado?
Tengo la fantasía, porque no sé si podrá ser la realidad algún día, de poder mirar las cosas de otro punto de vista. Porque quieras o no, hay una gran intoxicación en mi manera de vivir, mi manera de actuar, de relacionarme. Yo estoy acostumbrado desde hace más de 28 años a dar órdenes. En el trabajo no dudo y casi no erro. Pero, en la vida particular se complica muchísimo, porque a la hora de trabajar utilizas un método de análisis de situaciones, sacas conclusiones que involucran a terceros. Cuando vos, esas reglas, esa técnica, las aplicas en tu vida, haces un desastre. Te lo firmo. Porque son otros parámetros, porque es muy difícil el desdoblamiento. Me costó mucho tiempo darme cuenta. Porque como profesionales muchas veces llegamos a nuestro máximo nivel de incompetencia: llegamos a ser eso y nada más que eso. Es muy difícil estar conmigo, me resulta difícil a mí estar conmigo a veces. El no poder hacer pausa. Me crié, me hice y me alimenté a adrenalina. Y no es bueno. Y me incomoda. Quiero poder tener efectos de satisfacción sin la necesidad de la adrenalina.
- ¿Pensó en irse antes de este momento?
En 1992 estuve hablando con estudios jurídicos para irme trabajar a ese sector. En el '93 se empezó a hablar de los concursos. Del '85 al '92 fui escribiente. Conozco la Justicia desde adentro. Empecé en la Civil con la doctora Cantagalli y Graciela Martín de Secretaría, que me enseñaron a trabajar y un montón de cosas más. De ahí pasé a lo Penal y era el año '92 y no me había movido ni un solo puesto. En ese momento había mucha incidencia de la política en los ascensos. Y como no soy político, no era del palo, no podía avanzar. Estaba decepcionado con el sistema. Cuando abrieron los exámenes me puse muy contento. Rendí, me fue bien y ahí me quedé. Pero siendo fiscal nunca dije 'me voy'. Me cansé en algún momento de llevar adelante dos fiscalías al mismo tiempo, sí. Pero tengo equipos excelentes, me saco el sombrero con la gente que tengo conmigo.
- ¿Han sido y siguen siendo clave las personas con las que trabaja para explicar sus 28 años en el cargo?
Hay casos de abusos sexuales que nosotros resolvemos en tres horas. Con los investigadores de la Policía salimos a la calle, verificamos las pruebas, tomamos las decisiones. En ese momento somos todos iguales. La opinión de cualquiera vale lo mismo que la mía. Vale más la mía sí, cuando hay que decidir. Decido yo y la responsabilidad es mía. Jamás delegué la responsabilidad en un empleado, en mi secretario. Cuando vos entendés a la justicia como algo que es de todos, y que involucra a todos y eso lo lográs transmitir, no hay manera de no resolver un caso. Porque si todos estamos comprometidos en lo mismo, se hace todo más simple. Con Oreste (Gaido, secretario de su fiscalía) hace del año '99 que trabajamos juntos, no sé si hay un caso de tantos años de trabajo conjunto entre un mismo fiscal y un secretario en la provincia. Y nos somos amigos, no tengo amistad personal. No conocemos nuestras vidas privadas más allá de cuestiones públicas y notorias, somos muy buenos compañeros de trabajo y fue la relación más larga que tuve en mi vida, por lejos (se ríe).
-Es padre y una figura pública desde hace muchos años. La gente, se entere o no, habla de Ud., analiza su función, genera juicios sobre su accionar y muchas veces eso se mezcla con valoraciones sobre su persona. ¿Crees que a ellos les ha influido ser 'hijos de...' mientras crecían en una ciudad como San Francisco que en esos aspectos puede ser muy cruel?
Siempre creí que la solución de las cosas está en la educación. Que enseñemos a pensar. A tener convicciones y a actuar a partir de ellas. Por ejemplo, mi hijo, que es abogado, actuó de forma autónoma a la hora de elegir lo que quería hacer. Ser 'el hijo de...' ellos nunca lo usaron. Por convicción, por cómo fueron educados, especialmente por su madre, que es la que más cerca estuvo de ellos, algo que he agradecido muchísimas veces, la manera que educó a los chicos. Nunca fui padre ausente, pero la madre es la madre. Y ella es la mejor madre que mis hijos pudieron haber tenido. Lo último que van decir ellos es que son hijos míos. Para mí es un orgullo verlos crecer, ver lo que son. Aprendieron a ser. A no temer. Y lo que pueda decirse de mí, me tiene sin cuidado; me afectó en algún momento sí, pero ya me tiene sin cuidado. Si me lo dice alguien que me conoce, lo analizo, pero si lo dice alguien que no me conoce, ni lo pienso. Y me conoce muy poca gente. Siempre trato de tener una razón para explicar porque actúo de determinada manera, que no siempre es tener la razón. Hay una explicación de porqué actúo como actúo. Soy totalmente racional, pero soy muy intenso. Lo que no tengo de calentón, lo tengo de intenso. Detesto la habladuría del café. Me parece muy triste que con tanta liviandad se analicen temas donde estamos poniendo tanta seriedad. Me duele a veces. Y la liviandad de la opinión anónima de Internet.
- Y ahora qué va a estar afuera, ¿cómo hará para dar vuelta la página y estar realmente afuera?
Eso es difícil. Mis hijos me regalaron para los 61 años un mate y un termo. Para que me siente a mirar el parque, la naturaleza, el cielo. Voy 61 y medio y todavía no lo he hecho. Estoy trabajando mucho en mí mismo, porque es fuerte dejar el trabajo así, se me han caído lágrimas más de una vez. Lo que voy a tener que hacer es aislarme de la noticia, porque si no, voy a empezar a pensar qué se podía hacer para solucionarlo y si lo pienso, voy a querer hacerlo. Pero he decidido poner un cierre y cuando doy un paso, es definitivo. No hay que tener miedo. Menos al cambio, los cambios son hermosos, lo que viene después del cambio, ese incierto, ese terreno gris... siempre lo mejor está por venir. Si sos coherente con vos mismo, lo que viene está bueno.
-Irse de la ciudad para justamente ver todo desde afuera, ¿es una opción?
Viví en España, en Estados Unidos y podría no vivir acá. Irme. Pero decidí vivir acá, porque para mí es la mejor ciudad del país para vivir. Y la mejor provincia es Córdoba, sin dudas. Cuando me compré esta casa, fue clave su ubicación, y que a pocos metros ya haya campo abierto, es como querer mirarla de afuera. Pero es difícil también por qué no podés vivir solo para vos. Porque tu bienestar depende del bienestar de los demás. Entonces tenés que ocuparte de tu bienestar, pero también tenés que ocuparte del que está al lado.
La entrevista transcurre en una casa en soledad salvo por Alberione y sus dos perros. Estamos sentados en una mesa de hierro con tapa de piedra que era de su abuela, y que puede ser la de cualquiera abuela debajo de una pérgola que el propio fiscal hizo, con la ayuda de unos amigos, con material reciclado que encontró en la calle. Lo divierte, los distrae, le gustaría aprender a tener más tiempo para disfrutar de eso. Del caminar por el parque, de asar a la estaca, de usar más las máquinas para carpintería o regar las plantas.
Confiesa que le cuesta hacerlo, le cuesta tranquilizarse y salirse del rol que lo ha definido durante estas últimas tres décadas. En esa búsqueda, el flamante abuelo, tiene varias ilusiones: la de acompañar el crecimiento de su nieto y disfrutar con plenitud de la conexión que siente con sus hijos, y la de ser más libre y honesto consigo mismo en un mundo que dice que es un caos organizado y que sería mucho mejor si hubiera más presencia del amor en todos los vínculos humanos posibles.
Una vez una colega, una abogada, le dijo que pudo hacer todo lo que hizo porque nunca tuvo miedo a perder el trabajo. A que lo echen. Y eso, dice él, le ha dado una libertad única para afrontar la que hasta aquí ha sido su vida dentro del mundo judicial. Cree que el error es parte del acierto y que hay que hacer lo necesario para resolver sin tener temor y sin corromperse, porque como marca la prueba recolectada, las cosas son lo que son.
Alberione ahora afrontará la búsqueda más difícil de todas, la personal, la individual. La de cómo hacer para lograr la plenitud, con sus sentimientos como única evidencia. La única certeza que tiene es que la certeza es una utopía y que, desde algún momento de 2023, su trabajo no será un delito complejo que conmocione a los sanfrancisqueños, sino el caso complejo de redefinirse como persona fuera de la lógica judicial después de una vida construida desde ahí.