Entrevista
Cerca del corazón: Verónica Ruiz, una mujer con vocación
La historia de esta enfermera en la comunidad de barrio Parque es un testimonio del impacto positivo que pueden generar los profesionales de la salud en la vida de las personas.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
Verónica Ruiz, una mujer de 42 años, lleva más de la mitad de su vida dedicada a la salud pública. En junio de este año cumplirá 15 años trabajando como enfermera en el Centro de Atención Primaria de la Salud (Caps) de barrio Parque, un centro que depende de la Secretaría de Salud de la municipalidad de San Francisco. Antes de llegar allí, Verónica había trabajado en una clínica privada, pero fue en la salud pública donde encontró su verdadera vocación.
"Me gusta muchísimo hacer atención primaria, me encanta, me encanta realmente, sí. La carrera te inicia en la enfermería, pero realmente te haces trabajando", confesó Verónica a Posta / LA VOZ DE SAN JUSTO, quien destaca que lo que la impulsa a seguir trabajando en el dispensario no es solo el aspecto técnico de su labor, sino el trato humano con cada paciente. A pesar de los desafíos que implica trabajar en un barrio con muchas necesidades sociales, Verónica no duda en poner el bienestar de las personas por encima de todo.
"Lo que más valoro es poder brindar una atención cercana y humana. No solo se trata de atender una consulta o poner una inyección, sino también de acompañar a los pacientes, escucharlos y brindarles apoyo emocional", agregó con una sonrisa.
El rol de la enfermería en la salud comunitaria
El Caps de barrio Parque es un lugar de referencia para muchas familias de la zona, y el trabajo de Verónica se extiende más allá de la atención médica convencional. Ella explica que su rol no es solo brindar atención primaria, sino también proporcionar contención emocional. "Los pacientes me llaman Vero, me conocen, y el trato es familiar, cercano. La gente viene a buscar medicación, una vacuna, atención, pero también para que los escuchen", relató.
Verónica se emociona al hablar de los lazos que ha formado con los vecinos a lo largo de los años. "Acá ves pasar muchas generaciones familiares. Antes atendías a la madre y ahora atendés al hijo, al hermano. Todo eso genera una especie de contención dentro de las familias, y eso es muy importante", explicó. A diario, ella ve cómo su trabajo impacta en las vidas de los pacientes, y cómo se va forjando una relación de confianza y cariño con la comunidad.
Una profesión vinculada al amor y la empatía
La enfermería es una profesión que está más asociada a las mujeres. Verónica, madre de dos adolescentes, Paulina y Sofía, cree que la sensibilidad femenina aporta un plus en la atención sanitaria. "Creo que las mujeres tenemos una forma más empática de tratar a los pacientes. Los pacientes se sienten más contenidos con una mujer. Tengo colegas varones, y son muy profesionales y cálidos también, pero creo que el instinto maternal que algunas de nosotras tenemos lo aplicamos al trabajo", expresó.
La maternidad, según la enfermera, le dio un plus a su labor. "La maternidad le da un plus a la profesión porque uno entiende mejor las necesidades de las familias y de los niños. Uno se pone en el lugar del otro de una manera más natural", dijo con una mirada llena de comprensión.
"Lo mejor de ser enfermera es sentir que puedo ayudar a otros (…) saber que de alguna forma estoy marcando una diferencia en sus vidas".
Desafíos y satisfacciones diarias
Ser enfermera en un barrio como el de Verónica implica enfrentar a diario desafíos sociales y económicos. "La población es mayoritariamente vulnerable. Muchas veces, la gente que atendemos no tiene acceso a servicios privados, por lo que el centro de salud se convierte en su único recurso", señaló. Además de la atención en el centro, Verónica realiza visitas domiciliarias para asistir a pacientes que no pueden movilizarse hasta el Caps.
"En este momento de la economía, se ven muchas personas que antes no acudían a la salud pública y que ahora necesitan de nuestros servicios. Es una tarea que me da satisfacción, porque siento que les ayudo a empoderarse, sobre todo a las mujeres”, que a veces se sienten derrotadas por su situación social. Mejorar su autoestima es parte de su trabajo, comentó Verónica
A pesar de las dificultades, "lo mejor de ser enfermera es sentir que cuando una persona viene con una necesidad, puedo ayudar a satisfacerla. Me llena saber que de alguna forma estoy marcando una diferencia en sus vidas", afirmó con convicción.
La vocación como motor
Verónica no duda en decir que la enfermería es su verdadera vocación. "Si pudiera elegir otra vez, definitivamente volvería a ser enfermera. Me encanta mi profesión. Realmente creo que nací para ser enfermera", afirmó con una sonrisa, al mismo tiempo que reconoció que no heredó esta vocación de su familia, sino que la encontró por su cuenta.
En su camino profesional, Verónica siempre ha contado con el apoyo de su esposo, Marcelo, quien fue un pilar fundamental para que ella pueda dedicarse de lleno a su vocación. "Son muchas horas fuera de casa, la entrega es muy grande, pero él siempre me apoyó. Creo que nadie puede ser enfermero o enfermera si no tiene vocación de servicio", subrayó.
Para Verónica, la ética y la vocación son las bases esenciales de la enfermería. "El mejor consejo que puedo dar a alguien que quiera ser enfermero o enfermera es que puede ser muy buen profesional, pero si no tienes la vocación, no puedes hacer este trabajo", agregó.
Con varios años de experiencia en la salud pública, Verónica sigue adelante con su misión de cuidar a los enfermos y brindarles un trato humano y cercano. Aunque el sacrificio personal es grande, ella encuentra un profundo sentido en su trabajo, y su legado en el barrio es invaluable. "Es una satisfacción enorme saber que estoy marcando una diferencia en la vida de muchas personas", reflexionó.