Adrián Vocos, una vida junto al teatro
Desde que siendo niño fue a inscribirse a un taller municipal, pasando por su etapa de aprendizaje en Buenos Aires junto a próceres del género hasta su multipremiada faceta como director, el sanfrancisqueño forjó una pasión por el teatro que lo convirtió en un referente ineludible y una guía para los que lo siguieron.
Por Gabriel Moyano | LVSJ
Pocas personas hicieron tanto en tan poco tiempo por una expresión artística en nuestra ciudad como Adrián Vocos por el teatro. Y que se entienda por poco tiempo como un lapso histórico breve y no por pocas horas dedicadas.
Con 35 años, Vocos ha vivido muchas vidas en una. Y lo mejor es que todavía tiene mucho para dar.
El teatro corre por sus venas y es la gran pasión de su vida. Más allá de los éxitos, los reconocimientos y los premios, su gran satisfacción es poder tocar las fibras íntimas de cada espectador y así -quizás- producir un cambio positivo en la sociedad.
“El teatro fue el que empezó a mover el mundo, con bajada de línea, con filósofos como Eurípides. Y nosotros luchamos por volver a esas bases”
Formado junto a próceres como Pepe Cibrian, Cristina Banegas o Pompeyo Audivert, se terminó de enamorar allá en Buenos Aires de la magia del teatro que conoció de niño aquí en los talleres de la municipalidad. Y desconociendo el precepto de que nadie es profeta en su tierra, un día volvió para transformarlo todo.
Que una obra sanfrancisqueña se presente en Carlos Paz y gane premios era hasta hace años algo impensado. Hoy, con las luces del éxito encandilando, Adrián tiene en claro que en este camino que eligió cada subida trae un nuevo bajón, y que no por eso no seguirá proyectando.
Sentado en el centro del escenario del Teatro Mayo, un símbolo para nuestra ciudad, el director dialogó con Posta sobre sus inicios, el presente y sus sueños, siempre con el teatro como pulsión primordial.
Ya desde muy chico, Adrián dio señales del rumbo que tomaría años después. Cuenta la historia que al revisar esas carpetas de fin de año que entregan en los jardines (en este caso la guardería municipal) en uno de los trabajitos vio unas rayas que la maestra subtituló como "cámara de cine". Tres años tenía.
Poco después su abuela le presentó a Niní Marshall, Zully Moreno, Fanny Navarro en clásicos del Cine de Oro argentino, por Canal Volver.
Pero el primer acercamiento personal al teatro llegó como una forma de elusión. Sus padres se estaban divorciando y halló contención en un taller municipal. "Fui solo, sin nadie que me acompañara. Allí encontré mi lugar, ahí comenzó todo", cuenta.
Desde ese día, nunca -durante más de 25 años- se separó de esa vocación que luego transformó en profesión. Cuando finalizó la secundaria se fue a estudiar Cine a Córdoba y luego se pasó a Teatro.
Aprender, trabajar, aprender trabajando... una constante desde los inicios en que se desempeñaba en Telemanías. El click llegó cuando se fue a trabajar junto a Cibrián a Buenos Aires, aunque aclara: "Ahí fue cuando más estudié porque me rodeé de maestros en el Teatro San Martín, de ellos aprendí mucho, sobre todo por el amor y el respeto que sienten por el teatro".
"En Buenos Aires entendí mucho más del porqué del teatro, porque allá te encontrás con monstruos vivientes, con 50 o 60 años de experiencia, que te hablan y te enseñan el respeto que se merece esto. Sobre todo sobre la idea mágica y ancestral del teatro, porque es una profesión milenaria, una de las más antiguas de la humanidad".
"Tenía que enseñar para poder vivir de eso. Un
día Pepe me dijo que deje de formarme y empiece a dar clases. Así armé mi
compañía allá en Buenos Aires, nos fuimos a Colombia con unas obras mías y
después vino todo lo que pasó en San Francisco". Y ese "todo lo que
pasó en San Francisco" fue como una revolución. Que comenzó en silencio, con
apenas un puñado de alumnos en un salón del barrio 9 de Septiembre. Adrián tenía en la
cabeza un tipo de obras que requieren de un estilo específico y un esfuerzo
actoral especial de parte de los intérpretes. Por eso puso desde el inicio
mucho énfasis en la formación técnica, y la exigencia se hizo parte de su
personalidad. Además, se propuso
abrir al teatro a la comunidad: "Me parecía que el ámbito teatral de San
Francisco era muy esporádico y muy exclusivo en lugar de ser inclusivo. Hasta
hoy hay gente que dice 'yo no voy al teatro porque para ir me tengo que vestir
bien' y pavadas como esas".El paso a enseñar fue
natural y también una necesidad