Historias
Viven como un honor ser descendientes de los pioneros
Beatriz y Alfredo pertenecen a una de las familias más conocidas de la ciudad, que habitaron estas tierras antes de que San Francisco fuera colonia y cuando Iturraspe no había fundado Plaza. “Llevar el apellido Casalis es un orgullo muy grande”, confesaron.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
“21 de septiembre de 1883: don Crisólogo Oliva visita en San Fe a José Bernardo Iturraspe, administrador de los campos de su padre. ‘Tengo un hermoso campo para ti, son once leguas de bosques y llanuras. Tierras fértiles, mucho pasto y poca indiada. En el departamento San Justo, en Córdoba, desde Quebracho Herrado hasta Plujunta. Una cintura de fortines defiende la zona del asalto en banda. Son 46.000 pesos por las once leguas. Tres meses después, Iturraspe suscribe con su socio Antonio Agrelo la escritura de compra y se entrega a su obra. Resuelta la formación de la colonia San Francisco, se procedió a medir y dividir las tierras a colonizar. Rodolfo Bruhl, representante de Iturraspe, comenzó pronto la promoción. ‘¿Hay ferrocarril? Todavía no’ (…) La campaña se intensifica en la zona santafesina a medida que surgían otras colonias en Santa Fe.
Recién en 1885 una familia se atreve a llegar a las tierras de la futura colonia San Francisco. Eran Alejandro Sema y su esposa Leonor Chianalino, solos con sus hijos pequeños, en la inmensidad de los campos. En enero de 1886, reciben los Sema una visita inesperada: los hermanos José, Bartolo y Jorge Casalis, interesados en comprar tierras en esta colonia. ‘Si ustedes se aventuran, seguro que otros los van a seguir’. Los Casalis se convencen y compran lotes que hoy ocupan la ciudad. ‘Gracias a Dios encontramos la tierra de la paz y el trabajo’. Construyeron una modesta casa en lo que hoy es Caseros y 9 de Julio. Los corrales los instalaron en la manzana del actual Banco Nación y la siembra, en terrenos que actualmente ocupa el Centro Cívico”.
El texto que acompañó una historieta de LA VOZ DE SAN JUSTO con guiones de Arturo Bienedell y dibujos de Menén Rognoni de Martínez, que luego se publicó en el libro ‘Los 100 años de San Francisco’, ilustra el comienzo una historia digna de una novela, protagonizada por una familia de inmigrantes italianos provenientes de Carmañola, de la región del Piemonte. Una de las familias de mayor predicamento durante el siglo XIX. Hoy nuestra ciudad es la que es, en parte, por ellos. Los que vinieron y se quedaron.
A 137 años de la llegada de esos primeros colonos, dos de sus herederos, Beatriz María del Rosario Casalis y Alfredo José Casalis, se reencontraron. Esta vez, la excusa fue una entrevista con este diario. Otras veces, los reunió una “comilona” familiar o un acto y hasta una obra de teatro para darle vida a esa historieta. Entre pasado y presente, un familión de unos 400 integrantes.
Varios sectores de la ciudad les deben su nombre a los antecesores de Beatriz y Alfredo. La herencia más valiosa que ellos recibieron es su apellido y coinciden en la carga moral de honrarlo: “Llevar el apellido de una de las familias colonizadoras de estas tierras es un orgullo muy grande. Fue una larga lucha hasta poder tener la tierra. Fueron un ejemplo de vida”, aseguró Beatriz, bisnieta de Jorge Casalis, que extendió sus tierras de explotación a Colonia Anita, donde además construyó una capilla como parte de una tradición familiar.
En Italia los hermanos Casalis originalmente eran seis, pero uno falleció siendo muy chico y otro emigró a Francia donde murió sin conocer el terruño que adoptó a sus hermanos. A San Francisco llegaron José, Bartolomé, Jorge y por último, en 1886, Domingo, el abuelo de Alfredo. “Se daba lo que se dice inmigración en cadena, venían unos y luego entusiasmaban a otros. A José, como era el solterón, lo enviaron primero, le siguieron Jorge y Bartolomé”, repasó la entrevistada y pese a que no hablaban bien el idioma, se la fueron rebuscando.
En tanto, los Casalis llegaron al país alrededor de 1882, al puerto de Santa Fe, estuvieron un tiempo en Colonia Roca, cerca de Rafaela donde se enteraron de que en la zona existía la posibilidad de comprar tierras.
La ubicación actual de la ciudad data de 1888, cuando arribó el Ferrocarril Central Córdoba, por lo que cuando los primeros Casalis llegaron a estos pagos, no había nada alrededor, ni siquiera estaba instituida como Plaza San Francisco. “Los inmigrantes italianos, generalmente, llegaban para instalarse del lado de Santa Fe primero, donde juntaban unos pesitos. Mis bisabuelos se radicaron en Colonia Roca, donde la empresa de Iturraspe les hizo la propuesta de comprar tierras en Córdoba, ya que en Santa Fe estaban muy ocupadas, lo que encarecía su valor. En San Francisco había tierras más disponibles y económicas. Podían cultivar, vender lo producido y con eso pagar los plazos por las tierras”, agregó Beatriz. Los terrenos se pagaban con el resultado de las cosechas. Los colonos aprovecharon las tierras para la siembra de trigo. Donde hoy existen comercios, casas y edificios, hace más de un siglo todo estaba teñido de amarillo.
Cuando los bisabuelos de Beatriz fueron a Plaza San Francisco “a visitar a familias inmigrantes que ya vivían allí, como los Sema que tenían un rancho” (a un kilómetro al norte del actual hipódromo, o los Mosso, que se afincaron más al norte, donde abrieron el primer negocio de ramos generales), “fueron a consultarles si el lugar era seguro, porque en Santa Fe había malones de aborígenes, mientras que aquí había malvivientes que podían asaltar a los colonos, pero ellos tenían armas para defenderse. Los Casalis juntaron coraje y se vinieron”.
“Fue mucho el sacrificio que hicieron, lucharon por las tierras”, pero ese es un párrafo aparte. “Algunas veces regresaron a Italia, aunque solo de visita, porque ya estaban muy arraigados a esta tierra, que se convirtió en su patria”, afirmó Beatriz.
“Mi esposa Meca (Magdalena, ya fallecida) se dedicaba mucho a reconstruir la historia de la familia”, recordó con nostalgia Alfredo, quien perdió a sus padres siendo muy joven y junto a su hermano Alcides tuvieron una dura vida de trabajo en el campo. Escuchaba atento el relato de Beatriz y le aportaba alguna anécdota sobre las peripecias de la conquista de un nuevo mundo para ellos. Con 94 años, Alfredo es ahora el más antiguo de los descendientes directos de aquellos pioneros de la ciudad.
“Las autoridades vivían en Plaza, en la ciudad no había nada, el terreno adquirido por los Casalis tenía una extensión que iba desde lo que hoy es Avenida de la Universidad hasta el camino interprovincial, ¡nueve concesiones!”, contó Beatriz.
Aquel lugar hoy luce completamente distinto. Hasta pavimento tiene el camino que lleva el nombre de Avenida de los Inmigrantes y conecta con el resto de la ciudad. “Pienso en la tía Leticia, que se enojada cuando lo llamaban barrio a Plaza San Francisco, porque allí nació la ciudad. La colonia tenía un pueblo y era Plaza. Después, como las trazas del ferrocarril pasaron más al sur, estas tierras quedaron periféricas, hasta que una ordenanza municipal las incluyó en el ejido urbano como barrio y llegaron algunos servicios”.
Ni la tía “Lela”, ni seguramente ninguno de aquellos primeros Casalis, se podrían imaginar semejante evolución en infraestructura y movimiento.
Conflicto Iturraspe - Casalis
La charla transcurrió en el Archivo Gráfico y Museo Histórico (AGM). Beatriz y Alfredo posaron para la cámara de LA VOZ DE SAN JUSTO en el rincón que guarda recuerdos de los Casalis, y a escasos metros, del fundador. Sin embargo, José Bernardo Iturraspe se quedó afuera de la fotografía. “Imaginate, ¡me desheredan!”, dijo bromista Beatriz, pero se lo toma en serio, y condujo el reportaje hacia uno de los capítulos más polémicos de la historia local: el despojo de las tierras que enfrentaron a Iturraspe y los Casalis, pleito que llegó a un juicio que duró 25 años.
Iturraspe anuló la venta de los terrenos a los Casalis porque frustraba su plan. El trazado del ferrocarril Central Córdoba, fundamental para su negocio y proyecto de colonización, se desplazó unos kilómetros al sur, a tierras de las que José, Bartolomé y Jorge eran dueños. En 1915, cuando Iturraspe ya había muerto y vendido dos veces esas tierras y ya se había inaugurado la línea férrea del Central Córdoba (1888), la Justicia le dio la razón a los Casalis, que fueron indemnizados con dinero y reconocimiento de lotes en el sector oeste de la ciudad, entre ellos, los actuales Sport Automóvil Club, ex fábrica Militar, Sociedad Rural, Escuela Río Negro y barrio Roque Sáenz Peña.
El compromiso con San Francisco
Casalis es un apellido con impronta, que marcó la sociedad local. Deriva de un resabio del antiguo latín, de allí que siendo italiano finalice con ‘S’.
“Mi abuelo Blas Casalis, que llegó con 10 años, nunca se nacionalizó argentino, continuó con su ciudadanía italiana, siempre votaba en las elecciones pero era muy activo en esta comunidad donde hasta participaba políticamente. Ésta era su patria”, narró Beatriz y fue el pie para que Alfredo contara que él nunca dejó de ir votar, la última vez lo hizo en las Paso del 13 agosto pasado, porque “de eso se trata vivir en democracia y como nación”, sacó chapa de su responsabilidad cívica y los valores que heredó de su familia.
Otro descendiente muy activo comunitariamente fue Eduardo Casalis, a quien su prima Beatriz lo definió como “un impulsor de muchas actividades, el alma de un gran equipo, quien creó el Ateneo Casalis y luchó para que el apellido continuara en la extensión del pasaje Hermanos Casalis que se construyó en el marco del eje del centenario durante la gestión del ex intendente (Juan Ricardo "Toto") Cornaglia”.
“Sería muy lindo revivir el Ateneo Casalis”, fue el deseo de Beatriz. Los Casalis también poseen un monolito y un túmulo en el cementerio municipal donde descansan los cuatro hermanos. Le dieron identidad al Barrio Dos hermanos y una plaza en el Loteo Blas Casalis (barrio Independencia) que llevará el mismo nombre de quien fuera el primer cronista de la ciudad, según el profesor Jorge Emiliani. Incluso, los Casalis fueron tema de debate en varias ediciones de las Jornadas de Historia Regional, que analizaron a San Francisco y la región entre los siglos XIX y XXL.
“Ellos nos dejaron un valioso legado de vida: la fuerza y la vocación por el trabajo, y que nada se consigue sin esfuerzo ni dedicación. Defender lo que consideramos justo”.
Un legado que sigue vivo
“Que los jóvenes tomen la posta”, es la arenga de Beatriz a las nuevas generaciones de la familia Casalis para que el legado no se apague.
Como portadores del apellido, tienen una misión: transmitir los valores de sus antepasados. “Ellos nos dejaron un valioso legado de vida: la fuerza y la vocación por el trabajo, y que nada se consigue sin esfuerzo ni dedicación. Defender lo que consideramos justo”, expresó Beatriz.
En tiempos difíciles, en que muchos jóvenes se van de la Argentina, o quieren hacerlo, Alfredo rescató aquel pensamiento de sus abuelos pioneros: “Aquí ellos encontraron la tierra del trabajo, ojalá nuestros jóvenes vuelvan a encontrarla”.