Historias
Virginia Boglione: el corazón de una madre en movimiento
La exjugadora de vóley celebra este Día de la Madre con una historia de amor y resiliencia. Tras una vida de constantes mudanzas junto a su esposo y sus dos hijos, Sofía y Lucio, ha encontrado un nuevo desafío: criar a sus sobrinos Anita y José.
Este Día de la Madre, Virginia Boglione, exjugadora profesional de vóley y madre de dos hijos, nos abre una ventana a su vida marcada por los desafíos, la movilidad constante y el amor incondicional que define su maternidad. Con una historia de vida arraigada en San Francisco, Córdoba, y una trayectoria deportiva que la llevó por todo el país y el extranjero, Virginia hoy enfrenta uno de los retos más grandes y conmovedores de su vida: sostener a su familia, que no deja de crecer, en medio de la adversidad.
Virginia, nacida en San Francisco hace 43 años, comenzó su vida deportiva en el Club San Isidro. Pronto, el voleibol la llevó más allá de las fronteras de su ciudad, llegando a jugar en el Club Atenas de Córdoba, en Freyre y hasta en España. “A los 15 años comencé a viajar por el deporte”, cuenta con nostalgia. Esos viajes moldearon su carácter y la prepararon para afrontar desafíos aún mayores en su vida. Fue en el mundo del deporte donde conoció a Sebastián González, su compañero de vida, con quien comparte no solo el amor por el deporte sino una familia.
“Jugué al voleibol hasta los 27 años, cuando decidimos ser padres”, recuerda Virginia, y esa decisión la llevó a cambiar el rumbo de su vida. Sofía, su primera hija, nació en 2009, seguida de Lucio dos años después. A partir de entonces, su vida se convirtió en una serie de mudanzas debido a la carrera de su esposo como entrenador de básquet. “Nos hemos mudado muchas veces, pero siempre tratamos de que los chicos se adapten y sigan adelante con una sonrisa”. Desde que nació Sofi, la familia ha recorrido el país: desde Córdoba a Corrientes, Santiago del Estero y ahora La Rioja. “Cada lugar implica empezar de nuevo: conocer calles, pediatras, médicos y sobre todo ver a los chicos adaptarse a nuevas escuelas”.
Mudarse es para muchos una de las experiencias más desafiantes de la vida. Dejar atrás amistades, casas, rutinas y paisajes conocidos puede generar ansiedad y miedo ante lo desconocido. Para Virginia y su familia, las mudanzas no han sido un evento aislado sino una constante que ha moldeado su vida, su forma de ver el mundo y la forma en que crían a sus hijos. “Cada mudanza es como un pequeño duelo”, confiesa Virginia con una mezcla de nostalgia y aceptación. “Te despedís de la gente que aprendiste a querer, de los amigos que hiciste, de los lugares que te eran familiares. Pero al mismo tiempo, te enfrentás a la incertidumbre de lo nuevo: calles que no conocés, un colegio diferente para los chicos, nuevas dinámicas familiares”.
Un párrafo aparte la posibilidad que le dio el deporte, Virginia tuvo la oportunidad de cumplir un sueño inesperado: volver a las canchas de vóley y hacerlo junto a Sofía, su hija mayor. “Volver a jugar y compartir el equipo con Sofi es algo que jamás imaginé”, confiesa con emoción.
Uno de los momentos más desafiantes para Virginia fue decidir dejar su carrera de voleibolista profesional. “Decidimos que Seba trabajaría y yo me quedaría con los chicos, porque con tantos cambios era complicado encontrar estabilidad en un trabajo para mí. Cada vez que llegábamos a un nuevo lugar, llevaba tiempo adaptarse. No conocés a nadie, no tenés referencias, ni siquiera sabés con quién dejar a tus hijos si hay una urgencia. Era muy difícil pensar en trabajar en esas circunstancias”.
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Para Virginia, la adaptación a un nuevo lugar siempre comienza con las preguntas más básicas pero esenciales para una madre: “¿Dónde están el pediatra, el médico clínico, los hospitales más cercanos?”. Ella recuerda cómo esas primeras semanas eran una mezcla de desorientación y aprendizaje acelerado. "Tenés que empezar de cero, incluso aprendiendo los nombres de las calles, encontrando a quién recurrir en caso de una emergencia. Es una experiencia que te deja un poco vulnerable, pero también te enseña a confiar en los demás y en tus propios recursos".
La llegada de Anita y José: un nuevo capítulo de amor
Desde enero de este año, su hogar se amplió con la llegada de sus sobrinos Anita, de 14 años, y José, de 10, tras el fallecimiento de la hermana de Virginia y su cuñado. “Fue una decisión que no dudamos en tomar", comenta emocionada. "Sebastián fue el primero en decir ‘tráelos, son parte de nuestra familia’. Fue una demostración de amor enorme de su parte”.
El dolor por la pérdida de su hermana Mariana y su cuñado Andrés es profundo, pero Virginia y su familia han encontrado fuerza en el amor que los une. “Los chicos han sido unos héroes, la verdad, es admirable cómo se han adaptado a su nueva vida, nueva escuela, nuevos amigos. A pesar de todo el dolor, ellos han encontrado un lugar en nuestra casa”. Con cuatro adolescentes en casa –Sofi de 15 años, Lucio de 13, Anita de 14 y José de 10– la dinámica familiar se ha transformado por completo. “Nunca imaginé ser mamá de cuatro, pero la vida lo tenía destinado así, y Sebastián y yo lo hacemos con todo el amor que les tenemos a Mariana y Andrés, sus papás”.
El proceso de adaptación ha sido un reto tanto para Virginia como para el resto de la familia. “Es como haber estado esperando un nuevo bebé, preparar sus camas, su placar y todo lo que implicaba hacerlos sentir en casa. Fuimos organizando todo con mucho amor”. Los hijos de Virginia también aceptaron con el corazón abierto esta nueva etapa: “Sofi y Lucio no dudaron ni un segundo en decir que sí cuando les preguntamos si estaban de acuerdo en que sus primos vinieran a vivir con nosotros”.
“Con Anita y José vino Luna, su perrita. Así que bueno, en definitiva, la familia se conforma con Seba, yo, Sofi, Lucio, Anita, José y Chula y Luna, que son las dos perritas”. La casa, que alguna vez se sintió vacía por la distancia y las ausencias, hoy se llena con el bullicio de risas, el correr de los adolescentes y los ladridos de las dos perras.
A pesar de las dificultades, Virginia asegura que esta experiencia ha fortalecido los lazos familiares y les ha dado una nueva perspectiva de vida. “Estamos convencidos de que dentro de unos años miraremos atrás con orgullo, sabiendo que hemos construido algo hermoso a partir del dolor”, sentenció Virginia
Este domingo 20 de octubre, Día de la Madre, Virginia Boglione encarna la resiliencia y el poder del amor maternal en su forma más pura. Una madre que ha sabido adaptarse, sostener a su familia y multiplicar su amor en medio de los desafíos más duros. Con su esposo a su lado y sus hijos –incluidos ahora Anita y José–, Virginia sigue adelante, construyendo un hogar lleno de afecto, comprensión y fuerza.
Y entre todas esas mudanzas y cambios, entre las risas de los chicos y los ladridos de Luna y Chula, la casa de Virginia se ha convertido en un refugio donde el amor, a pesar de las heridas, sigue floreciendo.