Entrevista
Vignolo sobre abuso sexual infantil: “Fallan los mecanismos intermedios”
Quien lleva décadas investigando los delitos contra la integridad sexual de los menores advirtió sobre la naturalización de este flagelo y su oscuro bajo fondo. Cuestionó la ESI como está implementada hoy y calificó el caso Aralí como “uno de lo más aberrantes” que vio.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
Aralí Vivas padeció situaciones de violencia, abuso y maltrato sin límite hasta el día de su fallecimiento. Si bien los detalles de la investigación los mantiene bajo reserva, el médico Mario Vignolo, una de las voces expertas más reconocidas en nuestro país sobre abuso sexual infantil, y quien realizó la autopsia de la menor, calificó el caso como "uno de los más aberrantes" que ha visto en su carrera. En entrevista con LA VOZ DE SAN JUSTO, Vignolo reflexiona sobre la situación de la violencia en las infancias, los retrocesos en la prevención y la necesidad urgente de una educación sexual “con otro enfoque”. También derriba algunos mitos en cuanto al perfil de los agresores, que en su mayoría son varones adultos que están en el entorno de la víctima.
El 19 de noviembre se conmemorará el Día Mundial de la Prevención del Abuso Sexual de Niños, Niñas y Adolescentes, una fecha clave para visibilizar una problemática que, aunque ha dejado de ser un tema tabú, sigue siendo una de las mayores sombras que afectan a la sociedad. Según Vignolo, a pesar de los avances en las denuncias, los abusos sexuales infantiles continúan siendo una tragedia cotidiana.
“Hace 35 años que investigo abusos sexuales, porque fue un tema que me asustó y me apasionó desde que me recibí de legista y médico. En los años 90, cuando daba charlas sobre este tema en Ecuador y México, decía que salían dos o tres noticias por año. Hoy, todos los días hay noticias de estos casos, no porque no ocurrían antes, sino porque no se sabían. Hoy, por un lado, en buena hora se denuncian más, pero por otro, ocurren más también”, explicó Vignolo.
Subraya que, a pesar de la creciente visibilidad del problema, sigue existiendo una naturalización de estos delitos, lo que constituye uno de los mayores obstáculos para combatirlos. “Cuando alguien incorpora a la cultura algo tan aberrante como algo normal, el riesgo es que opacamos la gravedad del caso, y una vez que está naturalizado, es muy difícil combatirlo”, reflexionó.
“La educación sexual bien implementada es la mejor forma de prevenir abusos”.
Vignolo también se refirió a los factores sociales que agravan este flagelo, como la adicción a las drogas y el alcohol, las desavenencias familiares y la malversación de la educación sexual infantil. En relación con la implementación de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), fue crítico. “La ley significó un giro de 180 grados. Yo estaba muy contento, pero ¿qué pasó? La reglamentaron, pero nunca se hizo nada. Córdoba demoró dos años en ponerla en marcha, y el único esfuerzo que se hizo fue invitarnos a los profesionales a dar charlas para directores de escuelas, pero fue algo aislado”, indicó.
A pesar de la legislación, Vignolo argumentó que la educación sexual en las escuelas ha fallado en ofrecer una herramienta real para la prevención de abusos. Para él, la educación sexual bien implementada debe “enseñar a los niños que sus zonas genitales son propias, que nadie debe tocarlas, y que en caso de abuso deben salir corriendo a contar lo sucedido”.
“No desperdiciemos el aula para enseñar, porque lo que no se enseña bien en el aula, se aprende mal en el recreo", instó.
“El problema más grave es que este delito cuenta con la complicidad del silencio de la víctima. La mayoría de los casos ocurren dentro del ámbito familiar, y la víctima no habla porque tiene miedo o porque está amenazada. El 90% de los casos son perpetrados por alguien del entorno cercano. Esos niños muchas veces denuncian después de varios años, cuando perdieron el miedo”, afirmó el ex director del Hospital Iturraspe.
“He dado charlas en escuelas, en comunidades, y a los dos o tres días aparecía una mujer y me decía: ‘doctor, a mí me pasó y nunca me animé a decirlo”, recordó.
En su opinión, una educación sexual adecuada en las escuelas contribuiría a que muchos niños y niñas reconozcan que están siendo abusados y que se desarrollan en contextos donde la sexualidad se aprende de manera distorsionada y precoz. “No debemos ser hipócritas, esto ocurre incluso en niveles socioeconómicos altos, pero es mucho más frecuente en contextos de vulnerabilidad, donde no hay educación para defenderse. La mejor herramienta para prevenir el abuso sexual es enseñarles a los niños qué es normal y qué es anormal”, dijo.
El diagnóstico de Vignolo es claro: la educación sexual integral, tal como se propone en la ley, es esencial para prevenir abusos, pero debe ser implementada correctamente, sin enfoques trasgresores ni provocativos. “Está mal el enfoque que se le da a la ESI desde una mirada trasgresora y provocativa. Eso no es progreso, eso es perverso”, aseguró.
“Después, cuando sean más grandes, a los adolescentes se les explicará la posibilidad de embarazo o sobre enfermedades de trasmisión sexual que pueden ser irreversibles, eso es la educación sexual, y no ir a repartir preservativos a la plaza o enseñar una sola campana, incluso desvirtuando la sexualidad. Eso no es progreso, eso es perversión estatal; enseñarle a los niños cosas para lo que no están preparados ni maduros - agregó Vignolo-. Los niños nacen con un sexo y después pueden tener una orientación sexual que debe ser respetada, pero no se puede dirigir ni condicionar ni prohibir expresar la orientación sexual, o decir: ‘vos no tenés sexualidad hasta que no lo decidas de grande’, ¡es una locura!, es muy grave”.
“Antes nos aterrorizábamos, hoy ya casi que se ha naturalizado, y ese es el problema. Cuando alguien incorpora a la cultura algo que es aberrante como natural o como común, corre el peligro de opacar la gravedad del caso, y una vez que está naturalizado, es muy difícil combatirlo”, agregó.
El abuso en la familia: un círculo de horror
Uno de los puntos que Vignolo destacó con mayor énfasis es la relación de poder desigual que se establece entre el agresor adulto y la víctima infantil. El experto insistió en que la mayoría de los abusos sexuales ocurren dentro del ámbito familiar y señaló que los abusadores suelen ser personas con “una baja capacidad de asumir frustraciones y con una gran habilidad para manipular a las víctimas. Son personas seductoras, con una gran capacidad de generar culpa, pero no tienen empatía, no sienten el dolor ajeno", explicó.
La familia es, muchas veces, un espacio donde el abuso se oculta bajo una capa de silencio y complicidad. Vignolo ratificó que muchas veces las víctimas temen hablar por miedo a las represalias o por la protección del agresor. “He visto casos en los que la madre no cree en el relato de la hija, o no lo cree porque el agresor es el sostén del hogar. También tuvimos casos aberrantes en los que las madres participaban de los abusos sexuales”, comentó.
Respecto a los agresores, Vignolo desmitificó algunas creencias comunes. A menudo se cree que los padrastros son los agresores más frecuentes, pero las estadísticas muestran que, aunque en menor proporción, son los padres quienes cometen la mayor parte de los abusos. Además, refutó el mito de que todos los abusadores reinciden. “Según informes oficiales, el 37% de los abusadores que cumplen condena reinciden. No todos los abusadores son necesariamente reincidentes, aunque el peligro siempre está latente”, indicó.
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Justicia y prevención: desafíos y avances
Para Vignolo, uno de los mayores problemas es la falta de prevención. “Los casos de abuso siguen ocurriendo y aumentando, pero no es culpa de la justicia. La condena es importante, por supuesto, pero la solución está en la prevención”, aseveró. En este sentido, destacó la importancia de que los docentes estén alertas ante cambios de conducta, autoagresiones o aislamiento en los niños, ya que son señales claras de que algo no está bien. “A los maestros hay que enseñarles que no denunciarán a las personas, sino los hechos, y que pueden hacerlo en anonimato”, acotó.
El entrevistado además habló sobre el sistema judicial y la importancia de las herramientas legales en la lucha contra los abusos sexuales. “La justicia en Córdoba es una de las mejores del país, me atrevo a arriesgar que la mejor. Aquí, un abusador no sale de la cárcel a los tres años, como ocurre en otras provincias”, enfatizó. Sin embargo, también reconoció que “hay falencias en los mecanismos intermedios, que son los que tienen que ver, y a veces, están contaminados por la política”.
Además, defendió la Cámara Gesell como medio de prueba que “evita la re-victimización del menor de ir a declarar frente al agresor. Muchas veces las lesiones físicas no son tan contundentes, sobre todo en niños más pequeños. He visto chicos de menos de un año abusados, no son muchos”
“Generalmente, cuando se descubre el abuso, el niño lleva años de ser abusado –siguió Vignolo-. Si se descubre la primera vez, es porque hubo lesiones gravísimas, pero muchas veces el abuso sexual es progresivo y no se detecta hasta que pasó mucho tiempo. Entonces, el examen físico no alcanza. Así como también existen falsas denuncias. Es uno de los delitos más difíciles de comprobar y de investigar”.
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El espanto de Aralí y una autopsia reveladora
“En mis más de 30 años de carrera, mínimo habré visto unos tres mil casos y el de Aralí Vivas es uno de lo más aberrante que vi. Hay una gran investigación en curso para saber qué ocurrió, pero si en la autopsia no descubríamos que la niña estaba quemada post mortem, podría haber quedado como un accidente. Es un caso complejo, y llegar a la verdad es una herramienta para salvar al resto de los hermanitos”, sostuvo Vignolo.
“Vi casos aberrantes, muchísimos. Pero con esta atrocidad, la perversidad de haber ocultado, de ocasionar un incendio, muy pocos”, añadió sobre el crimen que sacude a Brinkmann y a toda Córdoba y lo comparan con el caso Lucio Dupuy. Vignolo sostiene que el caso Aralí y la violencia en las infancias es un llamado de atención a la sociedad para romper el silencio y generar conciencia sobre el abuso sexual infantil. La educación, la prevención y la justicia son los pilares fundamentales en esta lucha. Como bien lo expresó, "la mejor forma de prevenir el abuso sexual es enseñar a los niños qué es normal y qué no lo es, y fomentar una cultura de denuncia que permita salvar a las futuras generaciones".