Día de la Mujer
Una sanfracisqueña en la Antártida para luchar contra el cambio climático
La bióloga Luciana Ferrero se desempeña en una de las principales bases de investigación en el continente blanco. Su experiencia reivindica el papel de la mujer en la ciencia y honra a las pioneras que hicieron historia y dieron el primer paso: "Estamos haciendo soberanía”.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
La presencia de las mujeres en las bases antárticas se inició en 2005, y desde entonces crece y contribuye a la historia y al futuro. Una sanfrancisqueña es hoy parte de esa población de investigadoras en esa parte del mundo.
Luciana Ferrero tiene 39 años. Es bióloga, egresada de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y estudia los efectos del cambio climático en la Base Carlini, ubicada en Caleta Potter, Isla 25 de Mayo, la principal base científica permanente argentina. Allí arribó el pasado 8 de febrero junto a otros científicos y personal de dotación militar, y permanecerá hasta el 9 de abril.
Caleta Potter es una de las plazas del Instituto Antártico Argentino (IAA) y la Dirección Nacional del Antártico (DNA) para desarrollar sus proyectos.
En el marco del Día de la Mujer, vía telefónica Luciana contó a LA VOZ DE SAN JUSTO cómo es su trabajo y responsabilidad en el continente Antártico: “En este momento estoy realizando mi tesis doctoral sobre la dinámica espacio-temporal de la estructura y diversidad de las comunidades bentónicas antárticas en respuesta al cambio climático. Formo parte del grupo de investigación Ecosistemas Marinos y Polares, del Instituto de Diversidad y Ecología Animal (Ecomares - Idea), que es una Unidad Ejecutora de doble dependencia Conicet - UNC. El grupo de trabajo desarrolla diferentes líneas de investigación en la Antártida hace más de 20 años, bajo la dirección del Dr. Prof. Ricardo Sahade”.
Básicamente, investiga “cómo los sedimentos del fondo del mar y los animales que allí habitan, pueden ayudar a mitigar el cambio climático mediante el secuestro de carbono”.
Luciana se describe como una apasionada por la profesión en la cual siempre intenta dar lo mejor de sí misma. Confiesa que está cumpliendo una meta de vida y uno de sus “mayores sueños”; un desafío que “llega después de un largo camino recorrido. Desde muy chica soñé con ser bióloga marina”.
El deseo de vivir la experiencia era tan fuerte que alcanzó para dejar atrás por un tiempo su vida en Villa Carlos Paz, donde quedaron su compañero Martín, su gata Lila y muchos amigos. “Mi esposo siempre me apoyó y me sostuvo en este camino. A todos los extraño muchísimo”, dijo, pero “es tanta la felicidad por estar viviendo este sueño, que los días aquí se pasan muy rápido”.
La Antártida recibe año a año mayor personal femenino, tanto militares como civiles, y al igual que Luciana, sienten que aportan su grano de arena al mundo. “Estamos haciendo ciencia, estamos ejerciendo soberanía”, sostuvo.
- ¿Cuál es tu función en la Base Carlini?
Esta base es administrada y operada por la Dirección Nacional del Antártico y el Instituto Antártico Argentino controla y ejecuta los proyectos científicos que se desarrollan a lo largo del año, mientras que la Dirección Antártica de Ejército aporta el personal para las tareas logísticas. En esta campaña en particular, estamos trabajando en un estudio que tiene como objetivo comprender cómo los sedimentos del fondo del mar y los animales que allí habitan, pueden ayudar a mitigar el cambio climático mediante el secuestro de carbono.
- ¿Cómo es vivir en la Antártida? Aislados, con frío…
La vida en la base es una experiencia única en muchos sentidos. Por un lado, como profesional, el hecho de tener que desarrollar tu trabajo en un ambiente tan particular, con muchas limitaciones externas como pueden ser las condiciones climáticas y el tiempo específico que dura la campaña para poder cumplir con los objetivos planteados antes de venir, representa un desafío enorme. Y, por otro lado, la experiencia desde lo humano también es muy especial, porque convivís con un grupo reducido de personas, con las que quizás antes no te conocías y generás vínculos muy cercanos, que algunos casos se llegan a sentir como familia durante estos dos meses.
-Descríbenos una día allí.
Con respecto a la rutina diaria en la base, tenemos horarios fijos de almuerzo y cena y después las jornadas laborales del grupo científico varían según los objetivos diarios y las limitaciones climáticas. Los alojamientos donde vivimos cuentan con dormitorios separados para mujeres y hombres, cocina y baño y hasta una sala que se puede utilizar como oficina, aunque la mayoría realizamos gran parte de nuestro trabajo en los laboratorios. También tenemos un gimnasio y diferentes juegos como ping pong y metegol para recrearnos. Todos los sábados se realiza una comida especial, como por ejemplo pizza y se escucha algo de música para distender un poco. Si bien el internet en la base es limitado, la comunicación con el grupo de trabajo en el continente o con nuestras familias podemos realizarla sin inconveniente por un sistema de turnos.
En cuanto al clima, las temperaturas durante el verano en esta parte de la Península oscilan entre -5 y 1 ◦C, y no llegan a ser tan hostiles como en otras bases de la Antártida que están situadas más al sur, pero el viento suele ser un factor determinante en cuanto al desarrollo de las actividades diarias. Solemos tener días con ráfagas de hasta 50 nudos que limitan gran parte de nuestras actividades en campo. Si bien no tengo la experiencia personal de invernar en Antártida, creo que no es una vivencia para cualquiera y considero, que tanto el rol que cumplen los científicos que se quedan para continuar con los proyectos de investigación que requieren un monitoreo anual y la dotación que lleva a cabo la logística y mantenimiento de la base, es loable.
- ¿Sientes que estás cumpliendo un sueño en lo profesional?
Sí, siento que se hizo realidad uno de mis mayores sueños. Esta experiencia llega después de un largo camino recorrido. Desde muy chica soñé con ser bióloga marina. Decidí irme a estudiar a Córdoba y tuve la suerte de que, en la Carrera de Biología en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (UNC), se dicta la materia optativa de Ecología Marina y fue ahí que contacté con mi actual director (Dr. Ricardo Sahade) y el grupo de investigación del cual formo parte y en el que estoy desarrollando mi tesis doctoral.
- ¿Qué puedes decirnos sobre el rol de la mujer en la Antártida?
La Base Carlini tiene 42 años y la primera mujer que invernó acá era una médica en el año 2008. Posteriormente, comenzaron a venir otras médicas y cocineras, hasta que en 2017 la bióloga Marcela Nabte, fue la primera científica en invernar en esta base. Luego, a través de los años se fueron sumando más mujeres en diferentes disciplinas logísticas, militares y científicas. Y el año pasado tuvimos a la primera mujer jefa de una base permanente en la Antártida, Vanesa Pía. Tanto mujeres como hombres vienen a realizar sus trabajos a la par y de la misma manera que en el continente.
- ¿Qué fue lo más hostil que tuviste que atravesar hasta ahora?
Uno de los factores más hostiles que enfrentamos son las condiciones climáticas, el frío y el viento son determinantes en las actividades diarias. También resultó difícil, en un comienzo, acostumbrarse a convivir y compartir los espacios reducidos con personas que no conocías anteriormente. Y quizás unas de las cosas que más extraño del continente creo que es la variedad de comida, sobre todo cuando hablamos del consumo de verduras y frutas frescas.
- Imagino que no fue fácil alejarte de tus afectos. ¿Sientes eso que dicen, como que de algún modo fuiste a "hacer Patria" a la Antártida?
Sí, claro, la Antártida es un territorio dedicado a la paz y a la ciencia según el Tratado Antártico. Entonces, todos los que estamos haciendo ciencia aquí, estamos ejerciendo soberanía y permitiendo así que toda la sociedad conozca la Antártida y que tome conciencia que este territorio es parte de nuestro país.
- ¿Tu familia y cercanos te apoyaron en esta decisión? O algunos te dijeron 'estás loca'.
Todos me apoyaron de manera incondicional y compartieron mi alegría. La mayoría estaba al tanto de que esta oportunidad era un sueño para mí. Todos los que me conocen saben que me apasionan este tipo de experiencias.
- ¿Hay momentos de angustia porque extrañas?
Se extraña, pero no se sufre para nada. Es tanta la felicidad por estar viviendo este sueño, que los días se pasan muy rápido y uno quiere disfrutar, aprender y aprovechar absolutamente cada momento. Ni hablar que el grupo humano es una red de contención súper importante y cumple un rol clave para que la experiencia sea placentera. Afortunadamente, se formó un grupo hermoso, de excelentes personas y profesionales y es un placer enorme compartir esta campaña con cada uno de ellos.