Análisis
Una plaza por…
Han pasado cinco años desde el inicio de la cuarentena impuesta por la pandemia de Covid-19. Se creía que, después de esa experiencia, comenzaría una nueva etapa en la que las divisiones cederían lugar al consenso. Sin embargo, aquella esperanza fue solo un deseo.En Argentina, las plazas siguen siendo una especie de trinchera. Una manifestación por la unidad continúa siendo una utopía.
Por Fernando Quaglia | LVSJ
Con la distancia que da el paso del tiempo, aquella tapa de LA VOZ DE SAN JUSTO -la del “quedémonos en casa”- adquiere hoy un valor casi simbólico. Más allá de la consigna sanitaria, encerraba un llamado colectivo: cuidarnos entre todos frente a una amenaza común. La pandemia nos exigía, en lo inmediato, algo más profundo que lavarse las manos o usar barbijo: nos interpelaba como sociedad.
Cinco años después, con el agua turbia que pasó bajo el puente durante aquel período desgraciado de la extensa cuarentena, el recuerdo de lo vivido adquiere connotaciones diferentes según haya sido la experiencia personal o familiar. No obstante, siempre resulta útil volver sobre ese tiempo, porque allí se pudieron observar las conductas más nobles y, también, más miserables de la condición humana. Como en toda crisis. Como en toda guerra.
Aquellas reflexiones de los primeros días del confinamiento advertían sobre la llegada de “tiempos difíciles” dominados por “psicosis, temores, economía paralizada e incertidumbre”. Pero también encarnaban un desafío: “Dejar de lado las diferencias”. En ese sentido, en este diario se escribió: “La esperanza es que ceda la división casi interminable. Que un nuevo tiempo se abra cuando el virus deje de amenazar la salud y la vida de todos. Y que la grieta pase a ser, definitivamente, un mal recuerdo”.
Plazas y plazas
Transcurrido un lustro, esa esperanza sigue siendo eso: una expresión de deseo. Alcanzó con mirar lo que ocurrió en las últimas semanas en la Plaza del Congreso para entender que estamos lejos, quizás más lejos que nunca, de una plaza que una. Violencia, agresiones, insultos y escándalos dentro y fuera del recinto parlamentario revelan que la fractura social no solo persiste, sino que se profundiza. Son la manifestación de este tiempo. De otro tiempo difícil, aunque con características diferentes.
“El mundo cambia a una velocidad inesperada, la historia galopa y no da descanso ni a los más desatentos y perezosos. La desorientación, e incluso un nivel inusual de miedo, son estados mentales muy extendidos: cada uno de nosotros puede percibirlos en las conversaciones cotidianas. No hace falta ser politólogo ni filósofo, basta un amigo en el bar para saber que se mira el presente con consternación y el futuro con aprensión”, escribió el columnista Michelle Serra en el diario italiano La Repubblica.
Su columna, publicada bajo el título “Una plaza por Europa”, no fue una simple reflexión editorial: se convirtió en un fenómeno social. Serra convocó a manifestarse, sin banderas partidarias, por la unidad y la libertad de Europa. Y la gente respondió. En Roma, más de 50 mil personas colmaron la Piazza del Popolo. El movimiento se repitió en otras ciudades italianas y comenzó a contagiar a otros países del continente.
Esa Europa, descripta por Serra como “el clásico jarrón de barro entre dos jarrones de hierro, lleno además de bombas atómicas”, parece encontrar en las plazas un punto de encuentro. En cambio, las nuestras parecen haberse convertido en trincheras.
Salvo por el desahogo colectivo y festivo que trajo el título mundial en Qatar, nuestras plazas no convocan a la unión, sino a la disputa. Son espacios atravesados por la división, los enojos, la agresión. En ellas se reflejan diferencias más que acuerdos; la grieta más que la identidad común.
Tal vez, como sugiere Serra, estas manifestaciones presenciales ya resulten arcaicas frente a la velocidad brutal con la que se viralizan las “reuniones algorítmicas” -esas que se dan en las redes, donde reinan la intolerancia y el desprecio por el otro-.
Por eso, pensar en una “plaza por la unidad” en la Argentina suena a utopía.