Análisis
Un premio que honra a San Francisco
La vocación literaria de Luciano Lamberti nació aquí, en su barrio Sarmiento, en las aulas y los patios de la Escuela Normal y en el Taller Literario Municipal. Muchos de sus relatos están poblados de nombres y geografías cercanas.
El escritor sanfrancisqueño Luciano Lamberti obtuvo días atrás el premio Clarín Novela 2023, con su ficción “Para hechizar a un cazador” en la que aborda situaciones ocurridas en el tiempo de la última dictadura militar. Se trata de uno de los concursos literarios más importantes de la Argentina. Posiblemente, el de más repercusión mediática por la entidad que lo otorga y también porque hace más de 25 años que se entrega.
Además, es el mismo premio que recibieron escritores de la talla de Claudia Piñeiro, Agustina Bazterrica, Cristina Feijoó, Federico Jeanmaire y Pedro Mairal. Esto significa un espaldarazo para la trayectoria literaria de Lamberti, pero también desde aquí puede interpretarse como una distinción que pasa a formar parte de la historia de la cultura de San Francisco. Es un galardón que honra a la ciudad y que merece ser debidamente resaltado.
Como se ha publicado en las secciones culturales de varios medios de la Argentina, el ganador del premio Clarín Novela de este año nació en 1978, es licenciado en Letras y entre sus obras pueden citarse los volúmenes de relatos: “Gente que habla dormida” y “La casa de los eucaliptos”. También ha publicado novelas: “La maestra rural”, "La masacre de Kruguer" y “Los abetos”; el libro de notas Plan para una invasión zombie y varios poemas bajo en nombre de San Francisco, en el que habitan recuerdos de infancia, rumores de barrio y anécdotas de la vida diaria.
Pero la información en nuestra ciudad no sería completa si no se pone en evidencia que la vocación literaria del laureado nació aquí, en su domicilio de barrio Sarmiento, en las aulas y los patios de la Escuela Normal Dr. Nicolás Avellaneda y en su participación en el Taller Literario Municipal. Incluso muchos de sus relatos están poblados de nombres y geografías cercanas en los que su imaginación abrevó y que fueron consolidando su particular narrativa.
Aquellos comienzos fueron recordados por Luciano Lamberti, hace algún tiempo, en una nota publicada en este diario: “Había una librería que alquilaba libros como si fueran videos. Se hizo algunos años. Mi familia no era muy lectora, mi viejo era carnicero. Teníamos obras religiosas de los años setenta. Después una tía me mandaba libros porque trabajaba en una biblioteca popular en Morteros y sabía que me gustaba leer. Mis viejos no eran lectores y yo desde chico quería ser escritor. Rarísimo”.
Quien es reconocido en la actualidad como uno de los exponentes de la literatura de terror argentina había afirmado en aquella ocasión que no se consideraba enrolado en una corriente que agrupaba a los autores del interior literario: “Ni loco me veo como un ‘representante’ de eso -afirmó-. ¿A quién le importa? El lugar de nacimiento sirve para mencionarlo de alguna manera. Pero cada uno hace lo que le pinta”.
Es verdad. Hizo lo que le pintó porque “a mí me gusta escribir y lo seguiría haciendo en cualquier circunstancia”, dijo. Pero permítasenos expresar la satisfacción que, excediendo el ámbito estrictamente cultural, se puede palpar en San Francisco tras haberse conocido el veredicto del jurado de uno de los premios más relevantes de la literatura nacional.