Análisis
Juegos Olímpicos: paréntesis para aprovechar
París 2024 es una oportunidad magnífica para el reencuentro. Para el esbozo de nuevos tiempos pacíficos. Que la llama olímpica ilumine para que se comprenda la importancia de participar y de esforzarse para conseguir el objetivo de vivir en paz.
“Lo más importante del deporte no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo.” Esta idea fue pronunciada por el barón Pierre de Coubertin, padre del olimpismo moderno, en la inauguración de los juegos de 1908 en Londres. En realidad, tomó la idea de un sermón de un obispo días antes de la apertura de las competencias, quien había señalado que “lo importante en estas olimpiadas es menos ganar que participar en ellas”.
Parece una frase hecha, un lugar común. Pero encierra un mensaje esencial en este tiempo en el que el esfuerzo no es valorado, la participación es escasa y el éxito a cualquier costo es el objetivo central. Aquel concepto choca de frente con la mentalidad de esta época. Porque resalta la importancia de valores a menudo minimizados en la actualidad.
Principios que la práctica deportiva pone en escena: respeto, tolerancia, trabajo en equipo, superación personal, esfuerzo, juego limpio. Valores que son fundamentales también fuera de los estadios o campos de juego. Sirven para afianzar la convivencia pacífica y la armonía social.
Francia acoge desde hoy una nueva edición de los Juegos Olímpicos. Quizás París sea el escenario emblemático para este acontecimiento mundial. El país galo ha sido la cuna de ideas humanistas que procuraban la edificación de un mundo mejor, fraterno y pacífico. Esa misma filosofía es la que sustenta al movimiento olímpico, pese a todos los obstáculos que paralizan el trabajo en común, no promueven la solidaridad y el respeto entre los pueblos, alteran la paz y no permiten la resolución dialogada de los conflictos.
El diario Le Monde de París reflexionó editorialmente días atrás sobre el evento que hoy comienza. “Los momentos unificadores son demasiado raros como para ignorar este”, afirma. Agrega: “En una Francia cada vez más polarizada, los Juegos Olímpicos constituyen un paréntesis tan ligero como precioso, que todos están invitados a aprovechar”. No solo Francia. El mundo está a las puertas de competencias que se transforman en una saludable pausa para poner coto momentáneo a la fragmentación, al odio y a la violencia. Da paso a la esperanza que permite unir, por escasas dos semanas, culturas diversas, tradiciones, costumbres, patrimonios y talentos. Todo ello en un marco de tolerancia que el deporte es capaz de generar.
Los Juegos de París son una oportunidad magnífica para el reencuentro. Para el esbozo de nuevos tiempos pacíficos. Conociendo que existe el riesgo de que la intransigencia se haga presente y recordando antecedentes trágicos o desacuerdos estruendosos que sacudieron los principios del olimpismo, el mensaje debe ser contundente: no hay cabida para intransigentes, fanáticos o violentos.
Al deseo de recrearse con la actuación de los atletas de todo el mundo, se suma la expectativa de que las competencias destilen el espíritu de hermandad entre los pueblos. Que el precioso paréntesis de las competencias sea aprovechado. Y que la llama olímpica ilumine las personas para que se comprenda la importancia de participar y de esforzarse para conseguir el objetivo de vivir en paz.