Un crimen, una seria advertencia
En el debate público continúan las discusiones estériles sobre responsabilidades jurisdiccionales y las acusaciones cruzadas que siembran sospechas a cada paso. Mientras, los narcotraficantes se manejan impunes en algunas regiones y ciudades. Lo mismo que en Paraguay y en otros países de la región.
Repercusión internacional ha provocado el asesinato del fiscal paraguayo Marcelo Pecci, quien estaba a cargo de la de la Unidad Especializada de Lucha contra el Crimen Organizado y el Narcotráfico en su país. El magistrado se encontraba de luna de miel en una playa colombiana y, hasta allí llegaron los sicarios que acabaron con su vida. Llama la atención cómo fue acribillado el fiscal por dos sujetos que se trasladaban en una moto acuática. Por la impunidad con la que actuaron. Y la fiereza no exenta de frialdad que demostraron, lo que habla a las claras de que se trata de "profesionales" del crimen vinculados a los carteles de la droga.
El asesinato no solo ha conmocionado al Paraguay. Ocurrió en Colombia, un país que vivió lo más sangriento del narcoterrorismo años atrás. Y se transformó en un mensaje contundente para todos los países sudamericanos. Porque demuestra el "poder de fuego" de las organizaciones criminales y la vulnerabilidad que padecen quienes tienen a su cargo investigar el tráfico de estupefacientes y el lavado de dinero entre otros graves delitos.
El Cono Sur de América está sufriendo una "colombianización". Hace algún tiempo, el Papa Francisco había alertado sobre la influencia de las bandas narcos y advertido sobre la posible "mexicanización" de los distintos países de la región. Los dos términos aluden a las naciones más afectadas por el accionar de estas mafias de la droga. Lamentablemente, ambas expresiones definen hoy la realidad del hecho criminal que se ha enquistado en las más diversas áreas de la vida de nuestros países y amenaza con destruir lo que queda de la convivencia pacífica en una sociedad.
Un editorial del diario ABC de Asunción refleja el impacto que ha producido este asesinato. "Tiempo atrás -sostiene- nadie parecía conmoverse demasiado al ver los hechos de sicariatos en las zonas de frontera. La inseguridad, los crímenes, los brutales asesinatos y vendettas de la mafia parecían estar lejos, a kilómetros de la paz y la seguridad de la ciudadanía. Poco a poco, la dictadura de las muertes por encargo, el lenguaje de las balas, los acribillamientos y los crímenes más despiadados, desembarcó en lugares que nunca nadie imaginó".
La fragilidad institucional, política y económica de nuestros países es el mejor caldo de cultivo para que el narcotráfico pase a dominar la escena pública. Mientras tanto, la ciudadanía padece las consecuencias y descree de las proclamas que afirman tener la solución para derrotar a los criminales. El mensaje del crimen del fiscal paraguayo constituye una severa advertencia para todas las democracias del continente. Incluso la de nuestro país. Porque la fragilidad institucional, la venalidad política y judicial, la desesperación que emerge de la miseria y la falta de horizontes son, entre otros, factores que facilitan el accionar criminal para esparcir el terror.
En la Argentina, algunos desvían la mirada y otros siguen haciendo diagnósticos. En el debate público continúan las discusiones estériles sobre responsabilidades jurisdiccionales y las acusaciones cruzadas que siembran sospechas a cada paso. Mientras, los narcotraficantes se manejan impunes en algunas regiones y ciudades. Lo mismo que en Paraguay y en otros países de la región. El asesinato ocurrido en una playa colombiana así lo demuestra. Para los mercaderes de la muerte no existen fronteras ni límites a la hora de cometer los crímenes más impactantes y espantosos.