Análisis
Turismo masivo: crece el rechazo
Aunque es beneficioso para la economía, puede tener efectos adversos profundos en la vida cotidiana de los residentes.
Aun reconociendo los atractivos que tiene la Argentina para cualquier visitante extranjero, la realidad indica que todavía se halla bastante lejos de las grandes capitales que acogen lo que se ha dado en llamar el turismo masivo. Por ello, las imágenes que por estos días llegaron desde Barcelona movieron a la sorpresa: vecinos de esa ciudad utilizaron pistolas de agua para molestar a los turistas que caminaban por las calles o estaban sentados a la mesa de un bar.
El episodio incluso movió a interpretaciones banales y risueñas, pero la repercusión de esta protesta contra la masificación turística recorrió la prensa internacional. Y no se trata de una reacción intempestiva, extemporánea, sino de una manifestación particular de un malestar profundo que se está generando en algunas regiones de Europa, en donde son cada vez más frecuentes las movilizaciones que reclaman a las autoridades que se ponga límites a la llegada de visitantes.
Se señala con insistencia que el turismo masivo está ejerciendo presión sobre los servicios sanitarios, la gestión de residuos, el suministro de agua y la vivienda a expensas de los residentes. Al mismo tiempo, la creciente construcción de complejos hoteleros y de viviendas está poniendo en peligro los lugares históricos, la biodiversidad y los recursos naturales.
Las pistolas de agua barcelonesas solo han sido un símbolo de un sentimiento que se esparce en el viejo continente y amenaza con seguir creciendo. Vecinos de bellas poblaciones que todos los años reciben cientos de miles y hasta millones de turistas afirman sentirse invadidos y hartos de la escasez de viviendas y el constante incremento del precio de los alquileres, fruto del éxito de las aplicaciones que ofrecen ocupación temporaria de los inmuebles. En este punto, vale señalar que este último problema está surgiendo con fuerza también aquí en la Argentina.
También se manifiestan hastiados del ruido que provocan quienes están de vacaciones, la contaminación y la basura que generan, así como de la indiferencia de las autoridades a sus reclamos. Otra de las críticas es que el turismo masivo genera empleo de baja calidad, ya que es estacional y ofrece sueldos bajos.
La extensión de las protestas y los métodos para llevarlas adelante no son propiedad de una comunidad en particular. Se han extendido a lo largo de toda la geografía europea. Es que el turismo masivo, aunque beneficioso para la economía, puede tener efectos adversos profundos en la vida cotidiana de los residentes. Por ello, encontrar un equilibrio entre las ventajas que la industria sin chimeneas ofrece y las demandas de los vecinos se presenta como el desafío más urgente.
De este modo, regulaciones horarias, limitaciones para la oferta de alquileres temporarios, imposición de una tasa local que deben abonar los turistas por cada noche que permanezcan en un lugar, control del impacto ambiental, vigilancia sobre los desbordes de la actividad nocturna y la participación de los residentes en la toma de decisiones sobre políticas turísticas son algunas de las estrategias que se han experimentado. Sin embargo, las protestas persisten.
Es posible que algunas de estas movilizaciones sean impulsadas por sectores radicalizados que pretenden imponer su agenda para alcanzar fines que no conducen al bien común. Sin embargo, no puede minimizarse el rechazo creciente de los habitantes de los lugares más atractivos a la entrada sin control de visitantes. Porque deja en evidencia un problema serio del que debería tomarse nota en todos los sitios turísticos. Incluso en los que todavía no han alcanzado la masividad que se observa en Europa.