Análisis
Tormentas inevitables exigen prevención
La llegada de la temporada cálida exige la activación de medidas de prevención para mitigar los impactos de los eventos climáticos extremos.
Las terribles imágenes que llegaron desde Valencia, España, hace algunos días son elocuentes muestras de la cólera de la naturaleza desatada en tormentas trágicas y devastadoras. Semejante catástrofe es una advertencia que obliga a apurar las decisiones para estabilizar el calentamiento global y cesar con las emisiones de gases de efecto invernadero.
El de Valencia no es el único evento climático extremo que sufrió Europa en estos meses. Dantescas inundaciones y tormentas azotaron a Alemania, Italia, Bélgica y otros países del Viejo Mundo. Similares eventos dramáticos se repiten con asiduidad en muchas otras regiones del planeta. Las tormentas furiosas serán una constante, según se afirma, si no se avanza en las medidas para controlar el cambio climático.
La llegada de la temporada cálida en esta parte del mundo se convierte, entonces, en un período en el que se hace imperioso activar las medidas de prevención necesarias, con el objetivo de minimizar los daños y evitar que la tragedia se haga presente. Ya hemos tenido un aviso en la región: el pasado domingo 10, un fuerte temporal de agua y viento provocó graves daños La Playosa. El vendaval ocasionó voladura de techos en algunas casas, la caída de árboles y postes de luz, y la evacuación preventiva de algunas personas que se alojaron en las viviendas de sus familiares. Los destrozos y las pérdidas materiales fueron cuantiosos, aunque por fortuna no hubo que lamentar víctimas.
Lo ocurrido es un aviso que no puede desoírse. También aquí estamos expuestos a estos fenómenos meteorológicos cuyas consecuencias pueden ser devastadoras. Por ello, se requieren eficaces mecanismos de defensa civil que contemplen todas y cada una de las circunstancias que podrían ocurrir. En este marco, la salvaguarda de la vida humana debe ser el objetivo prioritario. Aunque es preciso, también, encontrar soluciones para que la infraestructura urbana no sufra en demasía: asegurar la solidez de las construcciones, fortalecer las cortinas forestales, limpiar los canales de evacuación del agua y obras para evitar anegamientos en los sectores más bajos, entre otros impostergables quehaceres.
La meta es que las tormentas que se avecinan no provoquen severos daños y no se cobren vidas humanas. Para alcanzarla, todas las medidas preventivas que puedan adoptarse son bienvenidas. Porque, aunque es cierto que muchas veces son ineficaces ante la fuerza de la naturaleza, por lo menos debe quedar a salvo la intención de haber trabajado con responsabilidad para evitar desgracias mayores. Las tormentas son inevitables. Sus consecuencias pueden no ser tan graves si se actúa con presteza en una planificación preventiva adecuada.