Análisis
Tormentas de sal en la región
Cada vez que el Mar de Ansenuza retrocede, la sal esparcida por los fuertes vientos se transforma en un problema que deja de preocupar. El fenómeno se repite con alguna frecuencia, más aún cuando la sequía determina modificaciones ambientales importantes.
La sequía persistente en un amplio territorio de nuestra región ha producido una reducción considerable de la superficie del Mar de Ansenuza. El retroceso de la laguna determinó que quedasen al descubierto grandes extensiones cubiertas de sal. Los vientos de agosto, algunos de intensidad moderada a fuerte, hicieron el resto. Así incluso en lugares bastante alejados del ecosistema dominado por nuestro mar interior, la sal arrastrada provoca trastornos evidentes, aun cuando muchos de ellos todavía son motivo de análisis.
La situación actual de la laguna Mar Chiquita es el origen puntual de un fenómeno que tiene consecuencias inevitables en los días en los que ocurre, pero que también puede alcanzar derivaciones a mediano y largo plazo. La población de nuestra región, cercana al bello mar de Ansenuza, está expresando su preocupación por los posibles efectos que podría tener para la salud humana y para la producción de la región el fenómeno que se registra cuando el viento se hace presente, según los especialistas. Es así que las ráfagas más fuertes levantan los cristales de sal depositados en el suelo que quedó al descubierto con la evaporación.
El fenómeno se pudo observar también en San Francisco y mucho más al sur todavía. La sal esparcida en el ambiente es un elemento molesto que puede acarrear, en primer lugar, complicaciones para la salud de las personas. Según se ha informado, en varias localidades cercanas a la laguna, se ha verificado un aumento de casos de enfermedades respiratorias: tos, rinitis, faringitis, bronquitis, entre otras. También afecciones a la vista debido a la permanente bruma salina que puebla el ambiente.
Otros problemas podrían surgir si una importante cantidad de sal que proviene del mar de Ansenuza se deposita en los suelos destinados a la producción agrícola. Medios de la provincia han dado cuenta de estudios de la Universidad de Córdoba que reflejan esta situación. Dependiendo de su composición química, puede afectarse la productividad de los terrenos, especialmente si estas partículas son ricas en sales solubles de sodio, tal como las que levanta el viento en la laguna.
Asimismo, otro perjuicio a considerar se relaciona con la posibilidad de que se generen efectos de corrosión en la infraestructura de los pueblos cercanos, así como en las maquinarias y equipos utilizados en diversos ámbitos. De comprobarse estos efectos, su impacto económico sería gravoso para las poblaciones afectadas por las tormentas de sal.
Cada vez que el Mar de Ansenuza retrocede, la sal esparcida por los fuertes vientos se transforma en un problema que, no por conocido, deja de preocupar. Se trata de un fenómeno que se repite con alguna frecuencia, más aún en los años en los que la carencia de lluvias determina modificaciones ambientales importantes.
Hace una década, en agosto de 2013, cuando se produjeron tormentas de sal similares a las de los últimos días, se había anunciado la instalación de mecanismos de monitoreo y vigilancia para evaluar las consecuencias de este fenómeno ambiental. Es posible que existan, entonces, datos fidedignos sobre los problemas que acarrea la sal proveniente de la laguna en la salud, el agro y demás aspectos de la vida cotidiana en nuestra región. Sería interesante que, si es así, se difunda información que despeje inquietudes, advierta sobre posibles efectos negativos e indique caminos a seguir para minimizar los daños.