Historias
Teresa y Betiana: dos generaciones apasionadas por el tejido y la solidaridad
Ellas forman parte de las mujeres tejedoras del Superdomo y la campaña “Al frío le ponemos corazón”.
Por Stefanía Musso | LVSJ
La primera tiene 92 años y la segunda 48. Ellas son la mayor y la menor de las mujeres que cada martes se acerca a tejer al Superdomo. Aunque Teresa sigue desde casa por el frío, ella también dona sus producciones. Agujas, madejas de hilo, cafecito y un encuentro de mujeres que disfrutan de una actividad que dejan por nada del mundo.
“¡Nena, qué velocidad que tenés para tejer!” “Y vos Tere, ¿Qué aguja usas? ¿4 o 6? Porque yo uso la de 6 y es más rápido. Igual, cuando tejo, empiezo y no paro”. “A mí me pasa lo mismo, querida”.
No se conocían, tal vez se vieron en algún momento. Lo cierto es que una mujer de 92 años y otra de 47 se encontraron por amor al tejido y la solidaridad que genera este programa municipal, que moviliza a muchas mujeres para confeccionar ropa abrigada, frazadas y mantas para los que menos tienen.
Ellas son Teresa Strauss de 92 años y Betiana Vignolo parte de las mujeres tejedoras del Superdomo y la campaña “Al frío le ponemos corazón”, pero Tere, con más de noventa, elige seguir haciéndolo desde el rinconcito de su casa que le regala la luz del sol y las plantas que la abrazan. “Todo lo que produzco lo dono como las que van al encuentro de cada martes”, afirmó la mujer.
Sobre la mesa de Teresita hay cuadraditos que ella misma hizo, vestiditos, una camperita a la que le faltan botoncitos mientras que por el otro lado está Betiana con un cuadrado enorme que será pronto una manta. No paran, hablan, charlan y siguen sumergidas en el mundo del tejido.
Tejer desde siempre
Las dos mujeres tejen desde niñas. En el caso de Teresa, “A los ocho o nueve años me enseñó una vecina a tejer los puntos base. Con eso, ya podía hacer carpetas, mantas y cuadrados. Siempre tejí para donar o regalar”.
“Siempre me gustaron las manualidades. Pinté, hice cerámica, piezas de yeso; siempre dedicada a ese tipo de trabajos. Hacía los souvenirs para comuniones y fiestas”, contó la dueña de casa.
Betiana, por su parte, empezó en el mundo de esta habilidad artesanal cuando iba a la escuela. “Aprendí en clases, porque en mi época nos enseñaban en la escuela. Me incliné por la costura y aunque dí clases como maestra jardinera que es mi profesión, la dejé cuando tuve a mis dos hijos que llegaron seguiditos. Cuando ya estaban más grandes, elegí seguir mi camino por el tejido”.
Disfrutar
Betiana cuenta con la maravillosa anécdota de haber tejido 150 gorros de lana durante la campaña del ascenso del Club Atlético San Isidro. “Iba a la cancha a ver el partido, porque mis hijos juegan al básquet, y yo necesitaba hacer algo, no podía estar quieta. Entonces, desarrollé la curiosa habilidad de tejer sin mirar”
Las dos aseguraron que mientras están esperando en el médico, hablando con alguien o viendo televisión, tejen y no pueden parar. “Yo miro televisión y tejo”, dijo Tere a lo que Betiana agregó que “yo estoy con una serie y no puedo verla, sigo con el tejido”.
Las dos tejen al crochet porque es más práctico para ambas pero eso no condiciona sus ganas y amor por lo que hacen.
“Tejer me da mucha tranquilidad. Cuando voy terminando el tejido ya voy pensando que empiezo”, contó Teresa a lo que Betiana agregó para finalizar este encuentro: “tejer es lo más lindo”.