Análisis
Tensión diplomática España-Argentina: desmesura en el “país de zurdos”
Atacar a quien piensa distinto está en la esencia de la lucha política. Pero ubicarse en la vereda contraria no significa desperdigar acusaciones de cualquier calaña y actitudes que rozan lo estrafalario, ni asumirse como poseedor de una verdad revelada.
Obviando las guerras de la Independencia nacional no se recuerda una crisis de tanta magnitud como la que hoy se vive con España, un país tan cercano como querido por los argentinos. El presidente de la Nación, en su último viaje, lanzó todo tipo de acusaciones y diatribas contra el actual gobierno español, lo que derivó en un conflicto diplomático que no tiene antecedentes.
La desmesura verbal del presidente de la Nación –similar, hay que decirlo, a la de algunos funcionarios españoles- no acabó en ese discurso encendido en una cumbre de un partido opositor a la administración socialista liderada por Pedro Sánchez, sino que se mantuvo firme a lo largo de los días. El primer mandatario redobló la apuesta y desde Madrid volvieron a reclamar disculpas públicas, algo que, por cierto, no parece ingresar en las opciones posibles. Por ello, todavía no se ha atemperado un problema que pone en jaque la relación no solo con España sino con toda la Comunidad Europea.
Días antes de encender definitivamente la llama del conflicto, Javier Milei se definió como “un liberal en un país de zurdos”. Es evidente que se lanzó contra los sectores opositores que no concuerdan con su ideario. Para él, en esa categoría ingresan socialdemócratas, republicanos que no reniegan del concepto de justicia social, las vertientes del peronismo que intentan todavía vincular a ese movimiento con las ideas de Marx y los dirigentes que defienden ideologías colectivistas extremas, entre otros exponentes del variopinto panorama político nacional.
En verdad, la izquierda política argentina ofrece un caudal enorme de actitudes que deben ser cuestionadas. Desde el haber abrazado las armas incluso en gobiernos constitucionales, pasando por declamar que su acción política nace de la convicción de que debe defender “al pueblo” que no vota a sus dirigentes, hasta utilizar la extorsión para manejar los bolsones de pobreza que los desaguisados de la política argentina han generado. Sin embargo, afirmar, desde la política, que el nuestro “es un país de zurdos” es no saber distinguir matices, es bajar al mismo nivel de quienes se critican, auto adjudicándose la única representación de ese pueblo.
La ciencia todavía discute la razón por la que una persona es más hábil con la mano izquierda. Por semejanza, en el menjunje de la Argentina no se sabe bien por qué unos son zurdos y otros diestros. Entonces, retrocediendo varias décadas, quien dirige actualmente los destinos del país procura “enderezar” compulsivamente a los que están a la izquierda. Considerar que la “zurdera” es una deformación y, por ello, maniatar esta tendencia se vuelve una obligación.
La analogía con el deporte y la música quizás sirva para entender la realidad de este “país de zurdos”. Porque no cabe duda de que la Argentina celebra tener zurdos virtuosos. Por ejemplo, Maradona y Messi, expertos en resolver problemas repentinos con astucia, viveza, velocidad, imaginación y creatividad. Lo mismo hacen millones de argentinos en la realidad de cada día. Guillermo Vilas fue un extraordinario especialista en superar el obstáculo de la red de una cancha de tenis. Miles de vallas y trabas son retos cotidianos que deben sortear los habitantes de este país. Gustavo Cerati debió “acomodarse” y ejecutar sus maravillosas melodías como “derecho”, porque de lo contrario “se chocaba” con sus compañeros de la clase de guitarra. Tuvo, como tantos compatriotas, que amoldarse a una realidad compleja y desafiante. Y lo hizo de la mejor manera.
Atacar a quien piensa distinto está en la esencia de la lucha política. Pero ubicarse en la vereda contraria no significa desperdigar en todos los foros palabras hirientes, acusaciones de cualquier calaña y actitudes que rozan lo estrafalario, ni asumirse como poseedor de una verdad revelada. Varias de estas actitudes fueron encarnadas por la extrema izquierda política a lo largo de muchas décadas en todo el mundo. Y sus resultados fueron catastróficos. Pero también son numerosos los experimentos ubicados ideológicamente en las antípodas que solo generaron desolación y muerte. La desmesura, el descomedimiento, la soberbia, la falta de prudencia y la verborragia solo generan más polarización y conflictos serios como el que hoy se mantiene con España. Quizás sea una quimérica expresión de deseos, pero el presidente de la Nación debería comprender que estas conductas cuestionables no son propias de una ideología determinada.