Entrevista
Sztajnszrajber: “La filosofía es un punto de fuga en una realidad abrumante ”
Darío Z volvió a embelesar a un público que sigue pensando que la filosofía es de interés popular, aunque no parezca.
La Feria del Libro de San Francisco se iluminó anoche con la presencia de Darío Sztajnszrajber, quien compartió su visión sobre la filosofía y su relevancia en la vida cotidiana.
En una charla con LA VOZ DE SAN JUSTO, Sztajnszrajber destacó que, más allá de ser un trabajo, cada presentación es una oportunidad de disfrute y conexión.
"La divulgación filosófica actúa como un puente entre la teoría y la práctica diaria", afirmó, enfatizando que la filosofía no solo debe ser un ejercicio académico, sino una herramienta para cuestionar el sentido común y encontrar espacios de libertad.
- Más allá de que entiendo que este tipo de charlas, presentaciones, es un trabajo ¿sigue habiendo goce, disfrute en hacerlas?
- Sí, obvio que sí, sigue habiendo placer, porque, bueno, de alguna manera puedo encontrar en el trabajo algo de realización. Yo creo que ese vínculo entre el trabajo y la vocación es casi como un deseo de todos, ¿no? La posibilidad de poder plasmar en nuestras actividades cotidianas aquello con lo que nos sentimos en búsqueda. Ni siquiera entiendo la realización como un punto de llegada, sino como el impulso por ir en busca de un sentido.
En mi caso se da con la filosofía, pero también con la docencia en general. Y hay algo en las charlas con la gente para que la transferencia circule Obviamente uno tiene que estar bien, no solo con la palabra, sino con el cuerpo entero, por lo menos en el tipo de presentaciones que a mí me gustan hacer, donde hay interacción con la gente. Entonces hay una energía que va y viene. No dejo de agradecer el poder dedicarme a esto.
-¿Por qué crees que la gente que quizás nunca leería a un clásico de la filosofía, se acerca a estos espacios? O sea, ¿qué herramientas brinda la filosofía para abordar la cotidianeidad (más cotidiana)? ¿Para qué sirve la filosofía en los vínculos y haceres diarios?
Yo creo que la gente que se acerca a estos espacios tranquilamente leería un clásico de la filosofía. Lo que pasa es que me parece que hay grandes obras de la filosofía que, entiendo yo, que para abordarlas necesitan ciertas intermediaciones. La divulgación es un intermediario en ese sentido. Ahora, la intermediación no necesariamente tiene que ver con explicar mejor un concepto o hacerlo más pedagógico, algo que también nos dedicamos, sino, sobre todo, me parece que la divulgación tiene que ver con acercar temas clásicos de la filosofía o literatura clásica de la filosofía, acercarlo a un uso más cotidiano, a su visualización en temas de la vida diaria.
Un poco el juego en mi libro sirve para cuestionar por qué todo tiene que servir para algo. Y entonces, en esa línea me parece que la divulgación provee recursos o herramientas para pensarnos como fuera del sentido común, fuera de lo instituido, fuera de todo tipo de mandatos. Pensarnos en los márgenes, en las fronteras.
Yo creo que una vez que uno se abre a ese tipo de juego, juego en el sentido bien revolucionario del término, me parece que entonces la información empieza a fluir de otra manera. Es como abrir la compuerta y después el río se vuelve un manantial interminable de nuevas ideas, emociones, necesidades, búsquedas. Entonces mi experiencia es que mucha gente que se acerca a estos espacios, después va a los libros.
Por otro lado, creo que vivimos en un mundo que a diferencia de lo que se suele decir, no es que está vacío de sentido, sino al revés, está demasiado sobrecargado de sentido. El problema es que esa sobrecarga es monolítica. O sea, hay demasiado sentido, pero demasiado monocorde. Entonces resulta medio metálico, como abrumante. Y lo que me parece que se da es una necesidad de desencaje, de desacople, que es lo que propone la filosofía. Como un intento de escaparle a tanta realidad repetitiva, a tanta cosa mecánica, industrial. Entonces, ¿por qué la gente viene a estos espacios? Para encontrar esos puntos de fuga por donde se forja como una forma de libertad.
Post presentación, se acerca alguien y te pide que le recomiendes un libro porque quiere seguir profundizando lo que acabas de decir, ¿cuál recomendas?
Mira, hay de todo, ¿no? Yo lo primero que les pregunto es qué tipo de libro. Es muy común, no sólo después de la presentación, sino en general en las redes que me escriban pidiéndome recomendaciones. Pero si lo que quieren es una introducción a la filosofía, yo amo las introducciones, los manuales. Me parece que están buenísimos. Hay manuales de todo tipo para gente, digamos, con inquietudes muy diferentes.
A mí el clásico, “El Mundo de Sofía”, me sigue pareciendo una genialidad para el que nunca leyó nada de filosofía. Yo estudié con los principios de filosofía de Adolfo Carpio y lo trabajé en colegios secundarios durante 20 años y resulta muy, digamos, habilitante del lenguaje filosófico. Como que incorpora rápidamente al lector a eso, al lenguaje de la filosofía. Hay un manual de Michel Onfray que se llama “Antimanual de filosofía”, que es como justamente la ironía de un manual que rompe con los esquemas tradicionales de la escritura manualística. Está buenísimo también. Se deseditó, sí, en español. No lo tengo visto hace rato.
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