Análisis
Solo vale viralizar
Un "influencer" en el equipo de Primera disparó las críticas. Sin transparencia ni principios, el fútbol argentino refleja una “monstruosa deformación”, donde la única regla es viralizar a toda costa, sin importar el cómo ni el qué.
Un episodio “lleno de ribetes dantescos y ridículos, es capaz de correr sus límites hasta el fango de las extravagancias más absurdas. Un streamer en un equipo de Primera, únicamente con fines promocionales, apareció como el último disparate con una tóxica onda expansiva. La distorsión definitiva, la impunidad de un esperpento a cielo abierto”. Deportivo Riestra “consiguió su propósito, claro, su nombre alcanzó altísimas viralizaciones. Parece que ya no valen la constancia ni una historia de vida y superación para trascender”.
El periodista Cristian Grosso describió con claridad, en el diario La Nación, la bizarra experiencia que se vivió en un partido de primera división del fútbol argentino. Una situación grotesca que deja un ejemplo nocivo para el más popular de los deportes y excede los ámbitos de esa disciplina para mostrar con crudeza la realidad de un mundo en el que el esfuerzo, la constancia y la superación permanente para alcanzar un objetivo de vida son suplantados por la efímera, circunstancial y frívola necesidad de viralizar un relato, cualquiera sea su contenido.
Que el fútbol argentino está plagado de situaciones irregulares no es una novedad. Cambios de reglamentos a mitad de un torneo, supresión de descensos, torneo de 30 equipos que solo sirve para inflar algunos egos pero que rebaja la calidad del espectáculo, violencia explícita –con crímenes espeluznantes como el del barra de Rosario Central- y soterrada debajo de “acuerdos” con vándalos y delincuentes que se suben a una tribuna, elecciones amañadas, arbitrajes teñidos de sospechas permanentes –en especial en los torneos de ascenso-, apuestas virtuales sin control que generan dramas sociales, posteos agresivos de dirigentes de la AFA contra quienes se oponen a sus designios, silencios cómplices de las autoridades de muchos clubes.
Ya no se condenan ni reciben tantas críticas las situaciones señaladas. Se observan a simple vista. Hasta se festejan como muestra del ejercicio del poder. El extravagante espectáculo de un “influencer” esmirriado y endeble integrando la formación inicial de un equipo de primera división podría considerarse un hecho “menor” en este fárrago de inconsistencias y desaguisados. Pero es la gota que colma el vaso. Porque demuestra que, para ciertos personajes de nuestro fútbol, todo es lícito con tal de alcanzar millones de clics en las redes sociales y, con ello, ganancias millonarias a través de ruidosas estrategias de marketing y proliferación de apuestas virtuales. La añeja cuestión del fin y los medios alejada totalmente de cualquier principio ético.
“Sin transparencia, rectitud ni ejemplaridad, los desbordes se enquistan. El espejo le devuelve una monstruosa deformación al fútbol argentino”, escribió el colega Cristian Grosso. No hay ningún prurito ni contención. Esa imagen lamentable se esparce por el panóptico de las redes.
No importa qué ni cómo. Solo vale viralizar.