Análisis
Sobre la bicisenda en altura
Debatir con seriedad cómo mejorar la seguridad en uno de los puntos más conflictivos del tránsito en San Francisco implica no solo analizar la viabilidad de una obra.
En su discurso de apertura de sesiones del Concejo Deliberante, el intendente municipal repasó los principales logros de su gestión y anunció nuevas obras, entre ellas una que ha generado un intenso debate: la construcción de una bicisenda en altura sobre la avenida Cervantes.
Este anuncio provocó reacciones encontradas, especialmente en redes sociales, donde las posiciones a favor y en contra se expresaron de forma tajante. A esta discusión se sumaron también referentes políticos con opiniones divergentes. Desde sectores opositores no se objetan las obras en sí, sino que se cuestiona que todas ellas se financian a través de tasas y contribuciones que consideran excesivas para el contribuyente promedio. Por su parte, desde el gobierno municipal se sostuvo que, al menos en el caso de la bicisenda elevada, la iniciativa responde a un pedido concreto de los vecinos.
Lo cierto es que el sector donde se proyecta la obra presenta serias complicaciones tanto para el tránsito vehicular como para peatones y ciclistas. Quienes transitan diariamente por la zona conocen las dificultades. Resulta complejo e incluso peligroso cruzar a pie las avenidas Cervantes, Urquiza o Caseros, especialmente en las cercanías de la rotonda donde se encuentra la imponente estatua del santo patrono. A la gran cantidad de vehículos se suma la velocidad que muchos de ellos alcanzan, lo que también afecta a los ciclistas, quienes deben extremar también sus cuidados para evitar ser protagonistas de un accidente.
En este sentido, la necesidad de ordenar el tránsito y reducir el nivel de riesgo en esa zona resulta evidente. Un antecedente positivo fue el cierre de la dársena que permitía el ingreso desde la mano norte-sur de Urquiza al bulevar 25 de Mayo. Aquella medida trajo mayor tranquilidad, ya que eliminó la obligación de sortear la doble circulación para acceder a la rotonda. En la misma línea, la bicisenda elevada se presenta como una propuesta que busca garantizar una circulación más segura para peatones y ciclistas.
Desde esta perspectiva, aunque se discuta si debe ser prioritaria, la intención de la obra no debería generar grandes objeciones. El eje del debate, entonces, se traslada a los recursos que requiere su ejecución y a la ubicación específica que tendrá. Respecto al financiamiento, resulta poco razonable oponerse a una obra que mejora la seguridad vial simplemente porque se financia con recursos municipales, siempre y cuando se respeten los procedimientos administrativos y los presupuestos sean acordes al mercado. La inversión en obra pública es, de hecho, una de las funciones esenciales del Estado local. Sin embargo, puede ser válido prestar atención a cuestionamientos que surgen sobre la localización y el diseño de la senda, especialmente cuando provienen de voces expertas en urbanismo. Por caso, un aspecto sensible del proyecto es el impacto visual y estructural que podría generar la instalación de columnas en la rotonda dominada por la imagen de San Francisco de Asís.
En este contexto, debatir con seriedad cómo mejorar la seguridad en uno de los puntos más conflictivos del tránsito en San Francisco implica no solo analizar la viabilidad de la bicisenda elevada, sino también estar abiertos a alternativas que puedan complementar o mejorar la propuesta original.