Día de los Enamorados
Silvana y Abraham: un amor sin fronteras
Una sanfrancisqueña dejó su vida en Argentina para casarse con un puertorriqueño al que conoció por una aplicación. Una historia de amor que desafió la distancia, las diferencias culturales y los sacrificios personales.
Por María Laura Ferrero | LVJS
La semana de los enamorados suele estar cargada de relatos románticos, pero pocos son tan singulares como el de Silvana Calvo (41), oriunda de San Francisco, y Abraham Medina Vega (56), nacido en Puerto Rico. Lo que comenzó como un simple "match" en Tinder se transformó en un amor que trascendió fronteras, culturas y que hoy los encuentra construyendo juntos un hogar en la isla caribeña.
LA VOZ DE SAN JUSTO conversó con Silvana, quien contó en primera persona cómo fue el camino que la llevó a dejar su familia, su profesión y su tierra natal para apostar por el amor y empezar de nuevo en una país que ni conocía.
Silvana Calvo nació y creció en el barrio San Martín de San Francisco. Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Instituto Inmaculada Concepción, hoy conocido como Fasta.
“Coseché amigos que hoy en día son mi familia”, recordó con cariño. Tras finalizar el colegio, decidió estudiar óptica y contactología en la ciudad de Villa María. Una vez recibida, trabajó unos meses en Córdoba hasta que recibió una llamada que la hizo volver a su ciudad natal.
“Pablo y Antonio Di Monte querían abrir la óptica Cruz Verde en San Francisco y me convocaron. Así que volví a vivir con mis padres y estuvimos cinco años trabajando juntos. Fue una experiencia maravillosa, ellos son personas increíbles”, relató.
Pero el deseo de volver a Córdoba siempre estuvo latente. Finalmente, regresó a la capital provincial, donde trabajó en distintas ópticas hasta que surgió la idea de emprender.
“Un día mi papá me dijo: ‘Vamos a poner nuestra óptica’. Así que en marzo de 2015 inauguramos Centro Óptico Calvo. Fue remar mucho al principio, pero con el apoyo de mis padres, en 2016 ya se mantenía sola. Con el tiempo se hizo muy conocida”, comentó la sanfrancisqueña.
Su vida parecía encaminada: una carrera exitosa, su propio negocio y un departamento propio. Pero el destino le tenía preparado otro rumbo.
Cuando el amor llega por Tinder
La pandemia trajo cambios y también nuevos hábitos. Así fue como Silvana incursionó en Tinder, una aplicación de citas.
“Todo el mundo te dice que no vas a encontrar nada serio ahí, pero yo fui la excepción. Siempre soñé con casarme y tener hijos. Pero cuando cumplí 39, me fui de viaje a Nueva York y México, y al volver le dije a mi mamá: ‘No quiero tener hijos, sí casarme, pero no hijos’”.
En octubre de 2022, en esa búsqueda, hizo "match" con Abraham, o “Abe”, como le dicen sus amigos. “Su forma de escribir era rara, me di cuenta de que no era argentino. Me dijo que era de Puerto Rico. Yo, sinceramente, no sabía ni dónde quedaba Puerto Rico”, confesó entre risas.
A pesar de la distancia, comenzaron a hablar todos los días. “Pasamos de Tinder a WhatsApp, con audios, videollamadas. Fue el 27 de octubre de 2022. Y exactamente un mes después, el 27 de noviembre, él aterrizaba en Córdoba para conocerme en persona. Fue increíble”.
El encuentro fue tan especial que, al poco tiempo, Abe le hizo una propuesta que la sorprendió: “El 1° de diciembre me regaló una pulsera con la fecha grabada. Ese día me preguntó cómo seguíamos. Fue muy fuerte, todo muy rápido, pero hermoso”.
Viajes, compromiso y una decisión difícil
Silvana y Abe no se separaron más. Ella viajó por primera vez a Puerto Rico en febrero de 2023 y quedó fascinada: “La gente es cálida, hospitalaria, muy respetuosa. Muy parecidos a los argentinos”.
En marzo, durante su cumpleaños en Miami, él compró el anillo de compromiso, aunque no se lo entregó en ese momento. La gran propuesta llegó en junio, en el cumpleaños de Abe.
“Fuimos a desayunar al Faena, en Miami. Después me insistió para ir a la playa. Yo ya estaba cansada, con tacos en la arena. Pero de pronto veo un sector decorado con velas, música. Saca el anillo y me pide casamiento. Fue como un cuento de hadas”, rememoró emocionada.
Pero la felicidad traía consigo decisiones difíciles. Silvana debía vender su óptica en Córdoba para mudarse definitivamente a Puerto Rico.
“Fue uno de los momentos más duros. Mi óptica era mi vida, mi esfuerzo de casi 10 años. Encima me iba bien, había comprado mi departamento. Pero el amor pudo más”, confesó.
Casamiento y luna de miel soñada
La boda se celebró el 27 de enero de 2024 en Falda del Carmen, Córdoba. Fue una ceremonia íntima con 100 invitados, entre ellos, la familia de Abe, que viajó desde Puerto Rico.
“Fue hermoso, superó todas mis expectativas. Su mamá, de 82 años, vino con 13 familiares. Fue muy emotivo”, contó.
Tras la fiesta, partieron a su luna de miel: Estambul, Dubái y Miami. Luego, finalmente se instalaron en Puerto Rico.
Desafíos de empezar de nuevo
El cambio no fue fácil. Los trámites migratorios son tediosos y por lo general llevan mucho tiempo: “Entré como turista y no podía salir por un año y medio, hasta que saliera la residencia. Gracias a Dios, en agosto de 2024 me la otorgaron”, aseguró la entrevistada, que agradece que solamente tuvo que esperar unos meses para finalizar esta etapa.
Además, no pudo ejercer su profesión de óptica por las diferencias en las leyes locales. “Fue muy duro. Pensé en dejar la óptica, pero también quería hacer algo. Mi esposo siempre me apoyó, pero yo necesitaba sentirme útil”.
Finalmente, encontró su camino: “Abrimos un consultorio de estética en nuestra casa. Ahora me siento plena, fue el broche de oro”.
Extrañar y adaptarse
La distancia de sus afectos es otro desafío. “Lo que más me cuesta es estar lejos de mi mamá, pero por suerte vino tres veces el año pasado. Mis amigas también me visitaron. Eso hizo que la adaptación fuera más llevadera”.
Sobre Puerto Rico, cuenta: “La gente es amorosa, pero es difícil hacer amigos. Acá no existen esas visitas espontáneas, el mate compartido, las merienditas. Todo es muy programado. Eso se extraña mucho”.
El idioma fue otro obstáculo. “Aunque hablen español, por teléfono para realizar trámites oficiales se utiliza el inglés y eso a veces me limita. Pero este año voy a estudiar para fortalecer este aspecto”, aseguró.
No romantizar la vida afuera
Silvana destaca que, aunque está feliz, no es todo color de rosa: “No hay que romantizar la vida en el exterior. La playa está a cinco minutos, pero a veces pasa un mes sin que vaya. La rutina, las responsabilidades, son las mismas que en cualquier parte. Y yo soy muy activa, necesitaba trabajar para sentirme bien”.
Hoy, Silvana se siente plena: “Soy muy feliz. Amo a mi esposo, y haber encontrado mi lugar laboral cerró el círculo. Nunca dudé de haber dejado todo por amor. Aposté y gané”.
Su historia es un recordatorio de que el amor, cuando es verdadero, puede superar distancias, barreras culturales y sacrificios personales. Pero también, que encontrar el equilibrio entre el amor y el desarrollo personal es clave para la felicidad duradera.
Porque, como dice Silvana, “no se trata solo de irse por amor. Es construir juntos, sin dejar de ser uno mismo”.