Historias
Ser madre de un niño autista: “Lisandro me enseñó a encontrar la empatía”
“Él vino a mostrarnos que debemos tener más paciencia, respeto y esperanza” como sociedad, contó Noelia sobre su experiencia y los retos que enfrentan juntos como familia.
Por Stefanía Musso | LVSJ
Cuando llega el diagnóstico, una mamá confirma lo que siente. Aunque a veces pensemos que no es posible o que no puede ocurrirnos a nosotros, la vida nos da una lección tras otra. Para Noelia Bedino saber que su hijo tiene autismo le permitió ver el mundo de otra manera, verlo con los ojos de Lisandro.
Esta es la historia de una profesora de Educación Física de 38 años, mamá de Lisandro Masera de 5, que hace poco tiempo recibió la noticia que hoy le permite sentir y vivir la maternidad de otra manera.
Con la fortaleza de una madre luchadora que busca la mejor calidad de vida para su niño menor, cuenta en primera persona su experiencia en las redes sociales para acompañar a otras mamás en la misma situación, para mostrar el día a día de una madre de un hijo con autismo.
Con un equipo de trabajo que la acompaña, Noelia afronta una lucha junto al pequeño Lisandro: “Hoy estamos organizados pero este proceso lleva tiempo. Hay que buscar la gente que nos haga sentir cómodos tanto al niño como a la familia. En el camino hay gente maravillosa, que te enseña, que te acompaña”, expresó Noelia.
De la pandemia al diagnóstico
Lisandro, como muchos otros chicos, tuvo que superar el encierro por la pandemia de coronavirus. En ese proceso que vivieron todos, el pequeño empezó a mostrar señales a su familia que fueron evidenciando el trastorno y se convirtieron en signos de alerta. “Me dí cuenta cuando tenía dos años, después de la pandemia. Él estuvo un año dentro de casa y en ese tiempo todo era normal pero cuando cumplió los dos, cuando había más oportunidades para salir e ir a la guardería, a él le costaba sociabilizar. Lloraba mucho por cualquier cosa, no quería que nadie le haga upa u otras cosas que hicieron que se encendieran las alarmas”, relató Noelia.
Las voces y opiniones del entorno no tardaron en llegar. “Muchos me decían que era chiquito, que era por la pandemia, pero no me quedé con eso y fui a una fonoaudiología y consulté con una psicopedagoga”, recordó.
El tiempo pasó pero con especialistas esta mamá pudo saber realmente qué pasaba con su niño. “A él lo diagnosticaron a los 3 años y medios con un neurólogo. El día de la noticia fue, por un lado, sentirme aliviada y quitarme la presión de poder decir que mi niño es autista porque es un trastorno y tiene dificultades que día a día va superando”.
El rol de la familia
Además de su mamá, Lisandro tiene una red de contención familiar que es el sostén de esta historia pero es ese mismo grupo de personas el que también tiene que aprender y entender cómo es su vida.
“Si bien la familia tenía esperanza que por algo mágico iba a cambiar, necesitaba un papel que me lo confirmara y darle un título a su situación. Con esa confirmación, uno le da un nombre y da el paso que necesita para trámites que nos permitan ayudarlo y cumplir con las terapias de apoyo que necesita”, agregó Noelia.
“Fue difícil que la familia entendiera lo que él tenía pero ellos son el apoyo necesario porque la carga es grande y no es bueno que una mamá lo haga sola. En familia y con amor, todo es más fácil”, confió Noelia.
Procesar y aprender
Como mamá, desde hace años que Noelia vive en una vorágine constante de aprendizaje. “Una como mamá empieza a hacer preguntas de por qué no me mira, no me dice mamá y hasta sentís culpa pensando que algo falló. Fue difícil y duro, pero con el equipo que trabaja con el todo es más fácil”.
“Con el tiempo entendimos que él es así y es su forma de ser, que tiene una estructura y hay que sostenerlo para que esté tranquilo y sereno para hacer las actividades -acotó-. El día a día es difícil y muchas veces se nos pasan algunas cosas pero siempre volvemos a enfocarnos y volvemos a la rutina porque él realmente lo necesita”.
“Con mi hijo aprendí y sigo aprendiendo. Con él aprendí sobre la empatía, a saber y entender que el otro es diferente y que todos lo somos” y siendo docente, “sé que es un proceso pero ahora lo vivo en carne propia. La sociedad cambió mucho, cómo se enseña, cómo se vive. A veces uno vive acelerado y es importante parar para saber que no todo puede ser perfecto o como está escrito. La vida no es blanco o negro, hay matices con diferentes formas y miradas”.
Darle un nombre
“Hoy el autismo se hizo visible y le damos un nombre”, dijo Noelia. “Lisandro vino a mostrarnos que debemos tener más paciencia, respeto y esperanza. Es aprender a respetar al otro en su forma de resolver las cosas, de hacer, de decir. Lisandro me enseñó a encontrar la empatía. Gracias a sus compañeros avanza muchísimo y los chicos lo aceptan sin preguntar por qué es así o pensar que son diferentes”.
“Los niños autistas avanzan mucho porque son esponjas del conocimiento y todo lo aprenden. No debemos quedarnos con la idea que el autismo es malo o están en otro mundo. Ellos están en nuestro mundo y atentos a todo”, indicó Noelia.
Sobre la maternidad, Noelia afirmó que “a las mamás que están detectando esas pequeñas alertas en sus hijos y que en el fondo saben, les digo que no bajen los brazos, que investiguen y se asesoren. Con amor y paciencia, pero por sobre todo con aceptación, más rápido podemos ayudar a nuestros hijos”.
“Para nosotros cada paso es enorme. Hace poquito fue a su primera fiesta de cumpleaños en la que se quedó solo y eso es emocionante para un papá. Seguramente vendrán otros, con los miedos si lo logrará o no, pero me quedo con la frase que me dijo la neuróloga: ´Lo único que me interesa es que sea feliz´ y a eso me aferro”, concluyó.