Análisis
Se largó la carrera
Se vota en Santa Fe, donde se elegirán convencionales para reformar la Constitución provincial. También se llevan a cabo las primarias para seleccionar candidatos locales y concejales en todas las localidades de la vecina provincia. Hasta octubre, varios comicios mostrarán similar panorama: un sistema fragmentado, con múltiples agrupaciones compitiendo, con luchas de egos e internas en lo más alto del poder y partidos tradicionales desintegrándose.
Por Fernando Quaglia | LVSJ
La provincia de Santa Fe inaugura este domingo un calendario electoral que promete ser intenso y complejo. En simultáneo, se celebrarán dos elecciones clave: la de convencionales constituyentes, que definirán si se avanza en la reforma de la Constitución provincial —vigente desde 1962—, y las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso) para seleccionar candidatos locales y concejales en toda la jurisdicción.
A esta primera contienda electoral le seguirán en breve las de otros distritos. En mayo se votará en Chaco, Jujuy, Salta, San Luis y la ciudad de Buenos Aires. Y en los meses siguientes, el calendario prevé varias instancias distritales hasta llegar al 26 de octubre cuando se realizarán las elecciones nacionales de medio término para renovar parciamente las cámaras del Congreso.
La eventual modificación constitucional santafesina no es menor. Si se concreta, Santa Fe dejará de ser una de las dos únicas provincias del país que no permite la reelección del gobernador -la otra es Mendoza-. Pero más allá de los nombres y cargos en juego, lo que empieza a definirse mañana es mucho más amplio: el estado del sistema político argentino.
El caso santafesino refleja con nitidez un fenómeno que se observa en buena parte del país: la fragmentación de las estructuras partidarias, el desguace de agrupaciones tradicionales, la multiplicación de ofertas electorales, la proliferación de alianzas nuevas y fugaces, y la persistencia de tensiones internas regidas más por luchas de egos que por proyectos políticos consistentes.
Doce listas competirán en la elección de convencionales. El justicialismo aparece dividido en tres sectores, y algo similar ocurre entre las fuerzas de inspiración liberal. La oferta electoral se completa con agrupaciones de nombres sugestivos como Activemos, Moderados y Somos Vida y Libertad. Incluso se postula, bajo el sello del Frente de la Esperanza, la exboxeadora Alejandra “Locomotora” Oliveras. Solo el oficialismo provincial, liderado por Maximiliano Pullaro, parece haber salido relativamente indemne del sismo que sacude al tablero partidario.
¿Es Santa Fe el botón de muestra, el rostro anticipado de lo que sucederá en varias otras provincias? La batalla que se anuncia en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiende a confirmar que, con matices diferentes en cada distrito, se profundizará la fragmentación del sistema iniciada tras el triunfo de La Libertad Avanza en los comicios presidenciales de 2023.
El panorama asoma incierto. En un mundo sacudido por la crisis económica global, el mapa político argentino se va desgranando en una legión de piezas difíciles de encastrar. La dispersión no es exclusiva de nuestro país, pero aquí adquiere rasgos particulares: descomposición de los partidos tradicionales, liderazgo personalista sin estructuras estables, conflictos intestinos que desdibujan las identidades partidarias.
Y la polarización, lejos de disminuir, encuentra nuevas formas de reproducirse. Así, La geometría del polígono político muestra un círculo repetitivo plagado de trilladas estrategias; los puntos de la “rosca” no están centrados generalmente en las necesidades de la ciudadanía, sino en intereses sectoriales o personales de la dirigencia; los vértices extremos siguen capturando la atención; en cada ángulo se ubica una facción de lo que antes fueron partidos tradicionales. Los triángulos de poder tambalean: basta constatar los problemas de los hermanos Milei y el asesor todopoderoso Santiago Caputo, así como la amenaza rupturista que significa la “sublevación” de Kicillof ante Cristina Kirchner, al tiempo que el ubicuo Sergio Massa sigue orbitando en todas las escenas posibles.
En 1968, mientras el mundo ardía en revueltas, John Lennon compuso Revolution. La letra del tema, que aludía al desconcierto de una época muy particular, podría servir de guía para la dispersa política nacional. Cuando se está por disparar la señal de largada de la carrera electoral, la ciudadanía desearía “ver el plan” de los que dicen que “tienen una solución real” y “piden una contribución”, mientras “todos estamos haciendo lo que podemos”.