Análisis
¿Se apaga el faro de la libertad?
El combate al totalitarismo tuvo hitos clave en el siglo XX, con la derrota del nazismo y la caída del bloque comunista. Sin embargo, la relación de EE.UU. con la libertad enfrenta hoy serias contradicciones.
El combate al totalitarismo de cualquier signo ideológico tuvo hitos marcados en el siglo pasado. La derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial y la caída del bloque comunista tras años de Guerra Fría fueron sucesos que modificaron el curso de la historia. En ambos eventos, el papel de Estados Unidos fue central, más allá de cualquier interpretación o mirada que se tenga sobre la poderosa nación del norte de América.
La defensa de la libertad fue el principio clave para combatir aquellos regímenes que sembraron odio y destrucción en largos períodos. Es verdad que su relación con Europa no fue siempre un dechado de halagos. Mientras los líderes del Viejo Mundo imploraban la ayuda estadounidense en la Segunda Guerra, solo el ataque japonés mudó la visión de Washington y a partir de allí, cambió el curso de los acontecimientos. Durante la Guerra Fría hubo encontronazos fuertes con las democracias europeas, aunque también acciones que se recuerdan hoy aún como la enfática exhortación de Kennedy a los líderes soviéticos para que derriben el Muro de Berlín.
En ese sentido, Diego S. Garrocho, en el El País de Madrid escribió que “hubo un tiempo en el que todos quisimos ser americanos y sucumbimos a su poder blando, gracias a las salas de cine o por culpa de las novelas de Norman Mailer”. Y que en parte ese sueño fue real, pese a sus contradicciones, como “el heroísmo de los jóvenes que murieron en Omaha para salvar a un continente lejano”.
La historia nunca es lineal y sucedieron numerosas otras situaciones -internas y externas- en las que Estados Unidos afrentó su imagen de defensora del principio crucial de la libertad. Sin embargo, la actual realidad parece que no es solo una mancha más. El altercado de los presidentes Trump y Zelensky en la Casa Blanca fue un punto de inflexión en este proceso de deterioro: el jactancioso y pendenciero mandatario de la Nación más poderosa y su vicepresidente con actitudes propias de Nicolás Maduro emboscaron al líder ucraniano cuyo pueblo fue agredido vilmente por decisión del autócrata del Kremlin. “EE.UU. se alía con el invasor, llama dictador al invadido, que entre otras cosas no puede celebrar elecciones bajo las bombas, y a los que exige el acceso a los valiosos minerales de su subsuelo en pago a la ayuda prestada, sin ofrecer ninguna garantía de futuro”, sentencia el citado filósofo español.
El cambio en la visión estadounidense sobre la invasión a Ucrania provoca regocijo en el régimen de Moscú. “Un alto funcionario tras otro, así como expertos de los medios de comunicación leales al Kremlin, se han regocijado en lo que describen como un cambio de época en la relación”, afirma un análisis de The New York Times. Porque "la nueva administración [estadounidense] está cambiando rápidamente todas las configuraciones de política exterior", según dijo recientemente el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov.
Así, mientras Rusia decide avanzar militarmente para conquistar más porciones de suelo ucraniano, Trump y sus seguidores incondicionales no comprenden que Ucrania es un país que está luchando por no desaparecer otra vez como ocurrió durante la vigencia del régimen soviético. La patraña del Salón Oval es un signo de que el faro de la libertad corre peligro de apagarse.