Análisis
San Martín y la forma en la que fuimos formados
Al contrario de muchos quienes hoy se asumen como líderes de nuestra sociedad, la personalidad singular de San Martín está repleta de valores factibles de ser imitados.
En sus escritos, homilías y encíclicas, el Papa Francisco ha desarrollado su pensamiento sobre el ejercicio de las virtudes humanas. Afirma que es necesario redescubrirlas y volver a practicarlas en un mundo en el que “el hombre no está preparado para utilizar el poder con acierto” –afirma el Papa- porque el crecimiento tecnológico no estuvo ni está acompañado del desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores y conciencia. Asevera que “en estos tiempos dramáticos, en los que a menudo tenemos que aceptar lo peor de la humanidad", la virtud "debe ser redescubierta y practicada por todos". Para ello, según el Pontífice, “debemos recordar la forma en la que fuimos formados".
Hay tantas definiciones del concepto de la virtud como existen pensadores y filósofos. No obstante, aun con matices, todas refieren a las cualidades humanas que permiten una vida buena, el servicio a la comunidad y el éxito en conseguir los objetivos de realización de una comunidad. El problema es que en estos tiempos vertiginosos- las virtudes parecen estar soterradas. Basta observar la realidad nacional para comprender que no sobran ejemplos que puedan servir como paradigmas virtuosos.
Aquella apelación papal que invita a recrear las virtudes adquiere, entonces, sustancial importancia cuando se hace un ejercicio de reflexión sobre la efeméride que conmemora el fallecimiento del General José Francisco de San Martín. Al honrar hoy al Padre de la Patria, los argentinos tenemos la ocasión de redescubrir las virtudes de un estratega militar brillante, pero también de un ser humano de excepción, cuyas virtudes trascienden épocas y nos remiten a aspectos esenciales de nuestra formación como personas y ciudadanos.
Al contrario de muchos quienes hoy se asumen como líderes de nuestra sociedad, la personalidad singular de San Martín está repleta de valores factibles de ser imitados. Arriesgó todo por la libertad de su pueblo y resistió la idea de victimizarse pese a que –como en todos los tiempos históricos de este país- hubo quienes lo enfrentaron, le negaron apoyo y lo cuestionaron abiertamente. Rechazó honores y privilegios, se sobrepuso a las adversidades, su tenacidad abrió caminos y nunca desgajó su dignidad en la búsqueda de la libertad.
Durante una visita a España, allá por principios de los años 60, el ex presidente Arturo Frondizi destacó estas cualidades del Libertador: “José de San Martín expresa, con espléndida perfección, la síntesis de las virtudes más elevadas que puede exhibir nuestra tierra. Al conjuro de su nombre evocan los argentinos la grandeza de su alma, sus desvelos por la patria, el desinterés que fue ley inquebrantable de su vida, la recta firmeza de su carácter, la inmarcesible trascendencia de su gesta. La invocación de su figura es una y la misma que la del nacimiento de nuestra patria”.
Esfuerzo, abnegación, compromiso, humildad, sensatez, firmeza, responsabilidad, honestidad, desprendimiento, empatía hacia el adversario y una ética inquebrantable son virtudes humanas que se encarnaron en San Martín. Generaciones de argentinos aprendimos en la escuela su ejemplo virtuoso. A la luz de los lamentables ejemplos y acontecimientos de este tiempo confuso, se impone retomar la invitación del Papa Francisco. Porque la recuperación del país debe sustentarse en los valores del prócer que hoy homenajeamos. Principios que, volviendo a la reflexión de Francisco, estaban presentes en la forma como fuimos formados.