Especial
San Francisco, cultura del trabajo y progreso, en un destino virtuoso
Nacida en un momento histórico de la Argentina, irradia un invalorable aporte a la economía del corazón productivo.
Por Esteban Dómina para LVSJ
San Francisco nació junto con la Argentina moderna, la que cobró forma en las décadas que siguieron a la sanción de la Constitución Nacional de 1853.
En 1886 casi todo estaba por hacerse en un inmenso territorio escasamente poblado, donde se debía fundar un Estado moderno, sentar las bases de una economía productiva y poblar comarcas alejadas del puerto. En ese momento histórico, pujante y progresista, nació San Francisco.
Aquella Argentina, convertida en “granero del mundo”, no tardó en tener en la llamada pampa gringa uno de sus principales soportes.
El circuito productivo del este cordobés, centro y sur de Santa Fe, con salida natural por el puerto de Rosario, no tardó en formar parte del núcleo duro del modelo agroexportador que soplaba como viento de cola.
Los primeros pobladores, inmigrantes en su mayoría, tenían en claro que el éxito o el fracaso dependería del esfuerzo propio más que de facilidades externas. Además de sus creencias confesionales, se aferraban a un valor superior: la cultura del trabajo. Y así, trabajando de sol a sol, ora luchando contra el granizo, ora contra la sequía o la langosta, fueron levantando cosechas y construyendo un destino común, recargado de esperanza.
En tiempos del primer Centenario, San Francisco, ombligo de la región aledaña, ya presentaba fisonomía de ciudad (reunía el requisito legal por contar con más de 4.000 habitantes) activa y febril, aunque el desarrollo industrial era escaso, ligado más que nada a la molienda de cereales y a la elaboración de alimentos y bebidas de consumo masivo, siendo Tampieri —la primera fábrica de fideos— la industria emblemática de la época. Con el paso de los años, esa tónica predominantemente rural comenzó a mixturarse con una industria incipiente al comienzo, y vigorosa después. Al principio, pequeños talleres artesanales, con pocos empleados, casi todos vinculados a las labores agrícolas y a sus requerimientos. En la década de 1920, en coincidencia con lo que pasaba en el resto del país, asomaron industrias de nuevo cuño, como la legendaria fábrica de sillas Magnano, de proyección nacional.
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La crisis mundial de 1929 marcó el fin del modelo agroexportador, y los países debieron suplir los bienes provenientes del exterior con producción local. En la década de 1930, este nuevo modelo —llamado de sustitución de importaciones— tuvo su correlato en San Francisco, que vio surgir la industria metalúrgica que se consolidaría en las décadas siguientes. A ese momento industrial corresponde el nacimiento de establecimientos como Magnano en el rubro de maquinaria agrícola y Corradi en la fabricación de motores eléctricos, entre muchos otros. La formación de recursos humanos corría por cuenta de la Escuela del Trabajo Emilio F. Olmos, hasta que la instalación de la Fábrica Militar dio lugar a un verdadero semillero de artes y oficios. En 1944 nacía Godeco, la primera fábrica de máquinas de coser, y abrían sus puertas la fábrica de bicicletas Cleri y el frigorífico Felmar. Poco después se sumarían firmas como Venier, Del Fabro, Solé, Kopp, y numerosos talleres metalúrgicos de tornería, matricería y fresado.
Las décadas de 1950 y 1960 registran la plena expansión de la industria sanfrancisqueña; no en vano, en 1971, aquí se fundó el primer Parque Industrial Piloto del país. Ese inusitado desarrollo fabril se interrumpió bruscamente en 1976, cuando la política económica de la dictadura y del ministro Martínez de Hoz golpeó duramente a la industria nacional, colocándola al borde de la desaparición.
Lo que vino después es historia reciente. Marchas y contramarchas, despertares y ocasos sucesivos que San Francisco debió sortear, adaptándose a los paradigmas de los nuevos tiempos gracias a las virtudes y el temple de su gente heredado de los pioneros. Este nuevo aniversario de la ciudad la encuentra en pie, con su potencialidad desplegada a pleno y confiada en su destino virtuoso, de plaza próspera y progresista como siempre lo fue.