Salud mental y contextos
La salud mental no está solo atacada o amenazada por algunas patologías descriptas en libros médicos. También por los factores sociales y económicos que destrozan el equilibrio emocional en determinados contextos.
El mundo que asoma su cara luego de la pandemia del Covid 19 está atravesado por un sinnúmero de problemáticas que se transforman en obstáculos para la vida humana. Uno de estos escollos es el crecimiento de las patologías vinculadas con la salud mental, debido a las múltiples restricciones y situaciones que se debieron padecer a lo largo de los últimos dos años.
En este marco, el pasado 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental, una efeméride dispuesta por la Organización Mundial de la Salud para que se lleven adelante acciones tendientes a concienciar acerca de la necesidad de atender el problema en todos los países del planeta. Y es necesario que se mejoren los procedimientos y las legislaciones para que las consecuencias no sean más perjudiciales aún. El desafío, por ende, adquiere dimensiones muy importantes.
La OMS alerta que la salud mental está determinada por múltiples factores sociales, psicológicos y biológicos. Entre ellas, las presiones socioeconómicas persistentes constituyen un riesgo bien conocido para la salud mental de las personas y las comunidades. Las pruebas más evidentes están relacionadas con los indicadores de la pobreza, y las condiciones de vida de las personas. Por otra parte, esta problemática va más allá de la ausencia de trastornos mentales. La mala salud mental se asocia asimismo a los cambios sociales rápidos, a las condiciones de trabajo estresantes, a la discriminación y los mandatos de género, a la exclusión social, a los modos de vida poco saludables, a los riesgos de violencia y mala salud física y a las violaciones de los derechos humanos.
En este marco, según se publicó hace pocos días, en el país se observa un crecimiento considerado alarmante de la declaración de estrés que hacen sus habitantes: mientras que el 31% de los argentinos reconocía en 2020 que padecía esa afección, muy marcada entonces por la pandemia del coronavirus, la cifra ascendió al 42% a finales de 2021. La presencia de muchos de los factores señalados más arriba induce a pensar que el índice es todavía más elevado en la actualidad. Que casi de la mitad de la población se sienta estresada deja al país por arriba de la media global (33%) y con una de las tasas más altas de la región, de acuerdo con los datos emergentes de la Encuesta Mundial de WIN y Voices realizada en 39 países a fines del año pasado, en la que la Argentina quedó en el quinto puesto del ranking, después de Japón, Serbia, Croacia y Líbano.
Por otra parte, además de la pandemia, la última encuesta del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), confirmó que la actual crisis económica impactó en la salud mental de la población argentina. Un informe de este diario, publicado en ocasión del Día de la Salud Mental, reafirma esta situación. Es que los consultorios psicológicos tienen cada vez más demanda y es muy difícil conseguir un turno. O, cuando ello ocurre, la persona no puede asistir puesto que su situación económica le impide afrontar el gasto.
Es preciso, entonces, que se tenga en cuenta que la salud mental no está solo atacada o amenazada por algunas patologías descriptas en libros médicos. También por los factores sociales y económicos que destrozan el equilibrio emocional en determinados contextos. Aquello de "yo y mi circunstancia" adquiere relevancia plena en esta difícil temática.