Análisis
Salud mental en adultos mayores
Es fundamental que todos los actores en el ámbito de la salud pública reconozcan la necesidad de abordar de manera prioritaria y específica los trastornos de salud mental en la última etapa de la vida.
Es un hecho constatable que la población envejece en todo el mundo con más rapidez que en el pasado y esta transición demográfica, casi con seguridad, afectará a casi todos los aspectos de la sociedad. Por ello, la atención a la ancianidad es un objetivo prioritario en el diseño de políticas de salud pública para garantizar que todos los adultos mayores puedan seguir desarrollando su potencial de modo digno y en un entorno saludable.
De acuerdo a informes de organismos de las Naciones Unidas, la población de personas de 65 años y más no ha parado de crecer en los últimos años. El Banco Mundial estima que en 2022 quienes están atravesando esta franja de edad representaban el 10 % de la población mundial. Este porcentaje casi se ha duplicado desde 1960, cuando solo alcanzaba el 5 %. En números absolutos, hablamos de un grupo de edad que ha pasado de 150 millones en 1960 a 747 millones en 2021.
El fenómeno se da en prácticamente todas las partes del planeta. Es más, en América Latina, la transición demográfica tiene lugar incluso con mayor celeridad. Más del 8 % de la población superaba los 65 años en 2020 y se estima que esa proporción se duplicará para 2050, e incluso superará el 30 % a finales de siglo.
En este marco, los organismos multilaterales están colocando la atención en este fenómeno muy actual. Por ello, se prevé que este decenio sea considerado como el promovedor de lo que se denomina “envejecimiento saludable”, para devolver la dignidad perdida a millones de seres humanos de edad avanzada cuyos niveles de vida les impiden acceder a los recursos básicos y participar en la sociedad. Asimismo, para permitirles vivir esta etapa en condiciones de salud apropiadas.
Respecto a este último aspecto, la salud mental es de suma importancia. Las estadísticas de numerosos países muestran un aumento en las consultas psicológicas y psiquiátricas entre personas mayores de 65 años. Los trastornos más comunes incluyen ansiedad, insomnio y depresión, siendo estos dos últimos más frecuentes con la edad. Estos problemas pueden atribuirse, entre otras razones, a la mayor incidencia de enfermedades crónicas, discapacidades, y trastornos neurodegenerativos y mentales. Además, eventos significativos como la jubilación o la pérdida de seres queridos pueden tener un impacto psicológico y social considerable.
Además, la falta de adaptación al ritmo social, especialmente en lo que respecta a la brecha digital, representa un obstáculo para la plena salud mental de las personas mayores. La incapacidad para participar en la realidad social, muchas veces determinada por la tecnología, puede generar problemas de comunicación y adaptación que afectan el bienestar psicológico.
Por tanto, es fundamental que todos los actores en el ámbito de la salud pública reconozcan la necesidad de abordar de manera prioritaria y específica los trastornos de salud mental en la última etapa de la vida. Esto es crucial para lograr un envejecimiento saludable.