Entrevista
Romina Melano: "Todavía estoy tratando de salir de ese pozo"
Hace 15 días, Romina Melano se reincorporó a su trabajo. Un hito dentro del proceso de recuperación que lleva adelante tras su accidente en mayo pasado que la tuvo durante doce horas dentro de una grieta de montaña a 12 metros del nivel del suelo.
Por Manuel Ruiz
Romina Melano (43) había ido muchas veces a Los Gigantes. Había cruzado las diferentes cuestas de ese cordón montañoso en las Sierras de Córdoba arriba de la bici y caminando. Les decía a todos que era su lugar en el mundo. El 4 de mayo todo cambió.
Aquel sábado, Melano junto a otras 5 personas realizaban un sendero cuando el gigante rocoso se partió, y Romina cayó 12 metros por una grieta en la que estuvo durante 12 horas hasta que los equipos de rescate lograron sacar un cuerpo con los pies, la espalda, y la pelvis destrozada. Hoy seis meses, después a y dos semanas de reincorporarse a su trabajo en los tribunales locales, la abogada sanfrancisqueña le dice a LA VOZ DE SAN JUSTO, que la mujer que logró salir de ahí y bancarse ocho operaciones de alta complejidad, no es la misma que la que se la tragó la montaña.
En el patio de su casa, Romina se siente y confiesa que está cansada “El cuerpo no está como hace seis meses atrás, entonces agarrar el ritmo al trabajo cuesta un montón. La primera semana estaba trillada y esta semana sigo exactamente igual. Creía que con el pasar de los días iba a estar un poquito mejor, pero no”, dice Melano y agrega “Es un desafío. Lo que más me cuesta es caminar porque el pie derecho todavía está, en parte, fisurado”.
¿Cuánta aguanta un cuerpo?
Esa cirugía, la del pie derecho, se le harán el año que viene. Para volver a ponerse de pie Romina pasó dos meses de internación en terapia intensiva, ocho cirugías y su cuerpo, un politrauma andante, ilustra Melano, necesitaba descansar de tanto quirófano “El médico, cuando fui a la consulta en octubre, me dijo, te sugiero que no hagamos esa operación ahora porque es una operación que te va a demandar por lo menos tres meses de rehabilitación, un mes con yeso, un mes con bota y un mes de rehabilitación y todo lo que ganaste en movilidad te vas a estancar. Ante eso, dije, entonces quiero empezar a trabajar. Y lo hice casi inconscientemente, por una necesidad también, la necesidad de tener la rutina que tenía”, explica Romina que reparte sus días entre rehabilitación, trabajo, familia y controles periódicos en la ciudad de Córdoba.
“Hay un montón de cosas por resolver que todavía no están resueltas del todo. A raíz de terapia y de trabajarlo mucho, yo me sosegué con eso y empecé a entender que quizás no esté todo resuelto tan rápidamente. Creía que iba a estar mejor, que yo me iba a sentir mucho mejor, me iba a sentir, no como hace 6 meses atrás, pero que no me iba a costar tanto recuperarme. Me cuesta todo mucho”.
Romina no podía pararse, no podía caminar, la asistían para la actividad más mínima y cotidiana. Desde que le dieron el alta el 10 de junio hasta septiembre, Romina miraba todo a la altura que dan los ojos sentada en una silla de ruedas.
“Cuando yo llegué acá fue la peor época, porque mientras estás internada, estás siempre en la cama y no te das cuenta. O sea, no tomé conciencia de que iba a estar tanto tiempo sin caminar. Cuando me caí, que estaba en el fondo de esa grieta, dije, me quebré los dos pies y me quebré la cadera. Sí, pero tenía un montón de quebraduras más, tenía un pulmón colapsado, tenía una contusión cerebral, tenía quebrada la pelvis, la cadera, tenía tres lumbares menos: me trillé. Mi familia me decía cuando venían a verme que no iba a caminar por tres meses y yo decía ¿Cómo puede ser? Cuando llegué acá y me vi en silla de ruedas, dije, bueno, seguramente será un mes. Y no, fueron como tres meses con silla de ruedas. Yo estuve hasta septiembre con la silla, me pude volver a parar recién el 22 de julio. Me pude parar, pero no caminar”, narra Melano.
¡Mamá, está parada!
Madre de tres varones, Romina tiene además del desafío diario con su propio cuerpo el de la crianza. Ese día, el día que se pudo parar Romina dice que vio las sonrisas más hermosas del mundo “A mí me dieron el alta el 10 de junio. Y cuando llegué acá estaba hecha pelota, había bajado un montón de peso y los chicos, claro, no entendían nada porque nunca pensaron verme a mí tan deteriorada. Ver una mamá así, con una mamá que no tenía movilidad. Yo me acuerdo la cara de Máximo, que es mi nene más chico que decía, ¿por qué mamá estás en una silla de ruedas? El día que me paré se aparecieron los tres en el umbral de mi habitación y no sabes la cara de felicidad. Nunca vi una sonrisa más grande… Vinieron los tres diciendo ¡guau, está parada!”.
“Ellos notan que hay cambios en mí entonces dicen: mi mamá está mucho más relajada. Porque desde el accidente cambié la percepción de la vida en general. Yo lo hablo siempre, lo trato de hablar mucho con el psicólogo y digo, no tendría que haber sido tan dura la vida para que cambiara la perspectiva de muchas cosas que tenía, pero bueno fue así. Fue de un modo muy grosero, muy brusco, pero me hizo crecer en un montón de otras cosas, o sea, me hizo tomarme la vida de otra manera y mis hijos lo notan”, explica con calma Melano.
“Yo voy a caminar”
De la silla de ruedas a caminar con un andador hasta que un día, en una prueba más, de una fortaleza que es difícil de describir, Romina caminó “Estuve mucho tiempo haciendo caminatas cortas de un metro, de dos metros, iba tres veces a hacer rehabilitación en el agua y tres días venía la kinesióloga acá a mi casa. Y un día dije no uso más el andador. Voy a poder llegar a la pileta caminando sola. Y frené a la entrada del Sport y dije déjame acá que yo voy a caminar. Y me fui caminando. Creo que la cabeza de uno maneja cualquier recuperación”, remarca una mujer que sabe que esta saliendo de lo peor que le paso en la vida.
“Vida”
Hace poco Romina se tatuó en el hombro izquierdo la palabra vida. Creo que pocas personas pueden resignificar ese término, con toda la carga que conlleva, como Melano.
“Fue lo peor que me pudo pasar en la vida. Fue terrible. Terrible porque estaba muerta de frío, estaba toda lastimada. Fueron muchísimas horas, estaba muy deteriorada y ya me daba cuenta que no podía respirar porque tenía el esternón partido, había colapsado un pulmón y yo sentía que me costaba respirar y en un momento dije: me voy a morir. El panorama de todos los médicos cuando llegué al hospital era muy malo. Me podían cortar los dos pies, y el tema de si las lumbares que se me habían roto no habían tocado la médula. Pensé en cuanto puede aguantar un cuerpo algo así. Pero aguantó”, y sigue aguantando.
Y para que eso pase, además de lo individual, esta lo otro. Los otros. “La fortaleza de todo es la familia, tu grupo de amigas. Amigas que han viajado a todas las cirugías, que han pasado noches enteras cuidándome. La fortaleza es el vínculo. Hasta el día de hoy me conmueve mucho encontrarme con gente, con la cual no tengo relación por que se fueron a donar sangre para mí, y a mí esas cosas me conmueven muchísimo. Recibir tanto cariño, recibir tanto amor, es lo que me impulsa a mí, pero bueno, tenés días muy malos también, hay días malísimos. He llegado a rehabilitación llorando y me iba llorando porque a la noche no podía dormir del dolor, porque creía que iba a estar mucho mejor más rápido, porque pensaba iba a volver a trabajar, pero yo no iba a ser la misma que era. Son un montón de cosas que vas pensando y después en algún momento se te acomoda la cabeza, pero sigue habiendo días que son malísimos, de mucho dolor”, explica y agradece Romina.
Doce metros, doce horas
“El límite lo da siempre el cuerpo. Entonces me amigué con un montón de cuestiones, con volver a trabajar no siendo la misma, con volver a la maternidad no siendo la misma… en un montón de cosas yo no soy la misma. Me pasaba mucho con los chicos cuando yo volví a casa y los chicos no vinieron acá porque no los podía asistir, esas semanas fueron para mí una tragedia. Después de pasar por un accidente tan grave, todo es agradecimiento: poder levantarse poder desayunar y entender que hay otro ritmo para poder vivir. Para mí todo tiene un significado diferente porque estuve a nada de no poder ver ni a mis hijos, ni a mi mamá ni a mis hermanas, ni a mis amigas ni a nadie”, entiende seis meses después la sanfrancisqueña que asegura que lo que le pasó, paso para algo.
Doce horas dentro de un pozo a doce metros del suelo. Ocho cirugías, dos meses de terapia intensiva, tres meses de rehabilitación después, Romina Melano empieza a poder hacer cosas que antes eran obvias y ahora son inmensas.
Despacio. Aguantando el dolor. Romina va. Mira para arriba y esta el cielo, que ya no es una ventana chiquita que forman las rocas de una montaña que se abríó intempestivamente una tarde de mayo, y asegura “Gracias a la terapia y al apoyo de la familia puedo ir saliendo de ese pozo, del que todavía no salí, todavía parte de mi cuerpo y mi mente se quedaron ahí, estoy tratando de salir”.