Análisis
Reflexiones en un día especial
En la batalla contra la desinformación creciente y agobiante se decide la supervivencia del periodismo. Ese oficio que se abraza con pasión y se debe ejercer con convicción, responsabilidad y entereza. Pero, sobre todo, con libertad.
Se celebra hoy el Día del Periodista. Una jornada especial para quienes abrazamos la pasión por informar y satisfacer el derecho que tiene la opinión pública a estar informada. Por eso, las reflexiones van de la mano de sentimientos arraigados de amor al oficio y de orgullo por ejercerlo, más allá de cualquier connotación que se pueda formalizar acerca de las circunstancias y variables que afectan a la prensa libre en nuestro país y en todo el mundo.
Le pedimos al lector que nos conceda la posibilidad de expresar una mirada sobre el “mejor oficio del mundo”, de acuerdo a la expresión que acuñó el genial Gabriel García Márquez. Un oficio histórico que, aun en medio de transformaciones tecnológicas y culturales de enorme magnitud, mantiene, empecinadamente, la intención de servir a una comunidad con la con la información de interés público necesaria para que se desarrolle en plenitud.
Si el periodismo brinda información precisa y de calidad, la vida de cualquier sociedad mejora. Así lo sostienen estudios científicos desarrollados por instituciones de todo tipo. Por ejemplo, un reciente informe difundido por la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura (Unesco) sostiene que la prensa tiene una influencia positiva en la democracia, el compromiso cívico, la rendición de cuentas de parte de entidades gubernamentales y la lucha contra la corrupción.
No es una novedad esta conclusión. Desde siempre se ha afirmado el valor de la misión periodística para asegurar la libertad de expresión y el control de los actos de gobierno. Aunque sí es trascendente y relevante que se vuelva a insistir en el tema debido al contexto actual de continuos ataques a la libertad de expresión y de prensa. Especialmente en nuestro país y en Latinoamérica. Porque el periodismo riguroso y libre es una garantía ante los efectos nocivos de la desinformación, uno de los males más graves de este tiempo que no alcanza todavía a ser percibido como tal, pese a los devastadores efectos y perjuicios que genera.
Defender con convicción la libertad de prensa no es una tarea sencilla en un contexto dominado por la intolerancia, la posverdad que genera incapacidad de escuchar otras miradas, la “militancia” mal entendida y la intención de socavar las bases del trabajo periodístico a través de dádivas, presiones o diatribas y acusaciones sin sustento en la mayoría de los casos. Se vive un tiempo en el que predominan narrativas que pretenden imponer la desconfianza en el periodismo como institución, con el evidente riesgo que esto trae aparejado para que la democracia logre consolidarse definitivamente.
Cuando no puede la prensa ser libre, independiente y plural, crece el peligro para que se disemine la corrupción, se retraiga el progreso, se violen los derechos humanos y continúe deteriorándose el ambiente, entre otras variables negativas. Más aún, en su libro “El valor de la democracia”, el científico indio Amartya Sen, Premio Nobel de Economía en 1998 por su trabajo en la teoría del bienestar social y su enfoque en la pobreza y el desarrollo humano, afirma que hasta las más horrendas hambrunas y guerras de la humanidad ocurren en sitios donde la prensa libre no existe. Estos espantosos sucesos sucedieron cuando las decisiones políticas “no tuvieron crítica alguna debido a la nula libertad de prensa. Efectivamente, fue la falta de cuestionamiento y de un canal que permitiera exteriorizar las demandas lo que permitió que políticas deficientes se mantuvieran en vigor aun a pesar de que causaban millones de muertes”.
Son reflexiones en un día especial. Más allá de cualquier diferencia social, cultural o ideológica, como periodistas que somos, debemos insistir en ellas. Se transforman casi en un ruego. Porque en la batalla contra la desinformación creciente y agobiante se decide la supervivencia del periodismo. Ese oficio que se abraza con pasión y se debe ejercer con convicción, responsabilidad y entereza. Pero, sobre todo, con libertad.