Leyenda
Raúl Navarro, el inmortal: una leyenda eterna
El “Indio”, falleció en 2024, pero su legado como futbolista sigue vivo en Argentina y Colombia, donde dejó una huella imborrable en Atlético Nacional de Medellín.
Por Ignacio Omedes | LVSJ
Raúl Navarro, el “Indio”, nos dejó físicamente en 2024, pero su espíritu sigue vivo en cada rincón de las canchas que supo defender. Nacido en 1942 en Villa del Rosario, Córdoba, sanfrancisqueño por adopción, su historia es la de un arquero que desafió el tiempo y el espacio, dejando una huella imborrable en Argentina y, principalmente, en Colombia. Su vida fue un viaje apasionado que comenzó a los 16 años en Sportivo Belgrano y lo llevó a consagrarse como una verdadera leyenda en Atlético Nacional de Medellín.
Todo comenzó en 1958, cuando un adolescente Raúl, con apenas 16 años, se calzó los guantes para defender el arco de Sportivo Belgrano. No tardó mucho en demostrar que tenía madera de grande. Entre 1958 y 1962, el “Indio” fue parte fundamental del equipo y tan pronto sus habilidades lo llevaron a ser seleccionado para el combinado cordobés. Fue esa oportunidad la que le abrió las puertas a uno de los equipos más importantes del fútbol argentino: Huracán de Parque Patricios.
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En 1963, Navarro llegó al “Globo”, donde jugó 179 partidos durante siete años. Siete temporadas de batallas en cada estadio, de atajadas que dejaron a muchos sin palabras y de un arco defendido con el alma. Pero el destino le tenía preparado un desafío mayor. En 1971, el “Indio” cruzó fronteras y se convirtió en el guardián de Atlético Nacional de Medellín. Y ahí, en el corazón de Colombia, escribió las páginas más gloriosas de su carrera.
Nadie imaginaba que su debut frente a Deportivo Pereira en 1971 sería el inicio de una leyenda que hoy, más de medio siglo después, sigue viva en la memoria del fútbol colombiano. Ocho temporadas y media defendió los colores del “verde de Antioquia”, con 453 partidos en su haber, lo que lo convierte en el extranjero con más presencias en la historia del club. Pero no fue solo la cantidad de partidos lo que lo hizo inmortal, sino la pasión y el coraje con los que defendió cada pelota.
Navarro no era solo un arquero, era una muralla. Sus atajadas se convirtieron en mito, y su nombre resonaba en cada rincón de Medellín. Ganó dos títulos del Campeonato Colombiano, en 1973 y 1976, siendo pieza clave en ambos logros. Y con cada campeonato, el cariño de la hinchada crecía. No por nada el tango de Atlético Nacional le rinde homenaje: “Custodiando los tres palos, agrandado está Navarro”. Y es que, en cada partido, su figura se agigantaba. Fue apodado “el primer loco del arco verde”, por su valentía y atrevimiento.
En 1976, el “Indio” fue convocado a la Selección Nacional de Colombia para enfrentar a Uruguay. Aquel día, no fue solo un arquero argentino, fue un colombiano más. Y así lo adoptó el país. Porque, aunque nacido en la Argentina, Colombia lo convirtió en su hijo futbolístico, y él les devolvió ese amor con cada intervención bajo los tres palos.
Su despedida de las canchas llegó en 1983, pero no de los corazones. Tanto es así que Atlético Nacional creó el “Muro de las Leyendas”, un homenaje a sus ídolos, y ahí está el “Indio”, junto a figuras del fútbol colombiano como Francisco “Pancho” Maturana, jugador y técnico de la selección cafetera, y René Higuita, uno de los mejores arqueros del fútbol sudamericano. En agradecimiento eterno, el club le envió a su familia un saco verde con el título “Leyenda” bordado, y una medalla que celebra su grandeza. Navarro pudo ver este emotivo homenaje a través de un video que firmó su familia.
Cuando la noticia de su fallecimiento estremeció a Colombia, el club no tardó en rendirle homenaje: “Hasta siempre, leyenda”, decía el comunicado de Atlético Nacional. Y la hinchada, conmovida, desplegó una bandera enorme, como si con ella intentaran que su ídolo siguiera siendo inmenso, incluso desde el cielo.
Pero Raúl Navarro no fue solo un grande del fútbol. En San Francisco, donde vivió gran parte de su vida, también dejó su marca. Dueño de un local gastronómico, hasta el último día que su salud se lo permitió, atendió personalmente, siempre con una sonrisa y una historia de fútbol bajo el brazo. Era más que un arquero, era un hombre humilde, querido por su comunidad, por su calidez y cercanía.
Hoy, su historia se recuerda con orgullo en dos países. En la Argentina, donde comenzó su camino, y en Colombia, donde se convirtió en leyenda. Porque el “Indio” no solo defendió arcos, defendió sueños, y eso es lo que lo hace eterno.
Raúl Navarro, argentino de nacimiento, colombiano de corazón, seguirá siendo el custodio inmortal de aquellos tres palos, desde donde hoy, seguro, sigue atajando estrellas.