Análisis
Por una cultura de la bicicleta
La redistribución de las áreas viales y la adaptación de los vecinos a esta nueva forma de concebir el espacio público deben ir acompañadas de una fuerte campaña de concientización.
El programa municipal “San Francisco en bici” se presentó el año anterior. La implementación de un sistema de bicicletas públicas es ya una realidad en la ciudad. En esta primera etapa, según se anunció, se instalaron cinco puntos estratégicos para que cualquier vecino pueda tomar un rodado y desplazarse por la ciudad.
Para acceder a usar una de las bicicletas celestes características del programa, los usuarios deben registrarse con su DNI en cualquiera de los cinco puntos de retiro y descargar la aplicación "San Francisco" en sus celulares. Allí pueden elegir entre bicicletas comunes o adaptadas, dependiendo de sus necesidades. Además, se entregará un casco y una cinta refractiva, elementos imprescindibles para la seguridad vial. Cada usuario dispone de 60 minutos para recorrer el radio urbano y podrá devolver el vehículo en cualquier punto de la red.
El paisaje urbano permite identificar fácilmente cada una de estas estaciones, lo que marca un paso más hacia una movilidad urbana más sostenible. La bicicleta debería cumplir un rol protagónico en esta transición, tal como ocurre en numerosas ciudades del mundo. No se trata solo de construir bicisendas o ciclovías, sino de promover un cambio profundo en las variables que determinan el comportamiento ciudadano y el diseño de las calles y avenidas. Un ejemplo inspirador es Ámsterdam, la capital de los Países Bajos, donde las calles son diseñadas bajo el concepto holandés de ‘Woonerf’, que significa ‘patio viviente’. Estas arterias son concebidas como espacios llenos de vida y socialización, donde peatones y ciclistas pueden circular libremente, y el uso del automóvil está restringido.
No obstante, la observación del ritmo ciudadano establece que todavía no ha prendido esta nueva alternativa que se suma a las bicisendas ya presentes y a las que aún falta demarcar. Quizás por desconocimiento o porque no existe todavía una cultura que integre a la bicicleta como factor central del tránsito. En este contexto, los beneficios de avanzar hacia la sustentabilidad en el tránsito urbano son concluyentes. No solo contribuye al cuidado del ambiente, sino también a la reducción de la siniestralidad vial y, con ello, de los accidentes graves que afectan a las personas.
Por lo tanto, es preciso profundizar en un trabajo pedagógico que permita a la comunidad comprender estos beneficios. Según especialistas en movilidad urbana, el futuro del transporte reside en medios sostenibles y saludables. Promover el uso de la bicicleta, consolidar las prestaciones del nuevo sistema y garantizar la seguridad de los ciclistas son acciones imprescindibles. La redistribución de las áreas viales y la adaptación de los vecinos a esta nueva forma de concebir el espacio público deben ir acompañadas de una fuerte campaña de concientización que instale, de manera definitiva, la cultura de la bicicleta en nuestra sociedad.