Análisis
Policía del pensamiento
Argentina ha experimentado un crecimiento preocupante de la intolerancia política. La tentación populista del “nosotros” contra “ellos” parece ser una constante en la mayoría de los últimos gobiernos en el país.
En la distópica novela 1984, en la que el Gran Hermano gobernaba un territorio ficticio con un totalitarismo extremo, la Policía del Pensamiento es un cuerpo “secreto” que utiliza la vigilancia y una amplia red de informantes para controlar los pensamientos de los ciudadanos. Se vale de la guerra psicológica y de operaciones de desinformación, de delaciones extravagantes y del terror para atrapar a quienes pretendan convertirse en librepensadores.
La ficción extrema del texto de George Orwell ha tenido réplicas reales a lo largo de la historia. El nazismo y el estalinismo son referencias de ineludible parangón cuando se recuerda el siglo pasado. Los regímenes autoritarios siempre han procurado limitar –cercenar en la mayoría de los casos- la posibilidad del debate público de ideas, a través de persecuciones trágicas algunas, insólitas otras.
El caso del senador norteamericano Joseph McCarthy es una de estas últimas. Encabezó una cacería de brujas contra supuestos infiltrados comunistas en el ambiente de la política, pero también en el arte y en las ciencias de los Estados Unidos. Por cierto, el comunismo tiene larguísimos antecedentes del accionar de policías del pensamiento que sembraron el terror en los países ubicados detrás de la cortina de hierro. KGB o Stasi son nombres que remiten directamente al terror. Pero en la potencia del norte, el macartismo fue una grave desviación de los principios de la democracia.
En este marco, una diputada libertaria salió en defensa de aquella campaña de pureza ideológica de McCarthy, para justificar posturas bastante similares que ha esgrimido el presidente de la Nación, especialmente luego del despido de la anterior canciller. Elogió a una figura que provocó un bochornoso espectáculo persecutorio que se extendió por varios años, con acusaciones de espionaje prosoviético nunca probadas en la mayoría de los casos.
Puede este hecho ser tildado de menor. Pero se suma a los anuncios de “purgas” que se han conocido. Por ello, no puede pasar inadvertido. Por la contradicción manifiesta entre este discurso y las ideas que dice defender. Porque remite a los eslóganes totalmente contradictorios del partido del Gran Hermano –como “la guerra es la paz” o “la ignorancia es la fuerza”-. Porque a partir de los gobiernos kirchneristas, la Argentina ha experimentado un crecimiento preocupante de la intolerancia política. Y porque la tentación populista del “nosotros” contra “ellos” parece ser una constante en la mayoría de los últimos gobiernos en el país.
Así las cosas, se hace preciso enfatizar que nada hay más alejado del verdadero liberalismo que una policía del pensamiento.