Sociedad
Patricia Cagnola: una vida entre motores y familia
La mujer de 59 años desafió las expectativas y se convirtió en una de las pocas mujeres en liderar junto a su esposo un taller de rectificación de motores en nuestra ciudad. En el Mes de la Mujer, una historia para venció prejuicios y eliminó barreras.
Por María Laura Ferrro | LVSJ
Patricia Cagnola (59) es mucho más que una empresaria. Es una mujer que rompió esquemas en un rubro tradicionalmente masculino. Junto a su esposo, Carlos Palacios, dirigen el taller de rectificación de motores Recti-Tec, ubicado en el Parque Industrial Tecnológico y Logístico de San Francisco.
Hace 33 años, Patricia trabajaba en el supermercado de su padre cuando Carlos, que en ese momento llevaba adelante el taller con un socio, se encontró solo en el negocio. Lo que comenzó hace más de tres décadas como una necesidad, ante la imposibilidad de contratar empleados, se transformó en una pasión y un estilo de vida. Con sus manos engrasadas, Patricia no solo enfrenta el trabajo diario en el taller, sino que también administra la empresa y cuida de su familia, que incluye tres hijos y dos nietos.
Su historia es un testimonio de esfuerzo, aprendizaje constante y amor por el oficio. A lo largo de los años, no solo ha ganado el respeto de sus colegas, sino que también ha superado prejuicios en un rubro dominado por hombres, demostrando que la cultura del trabajo y la perseverancia pueden romper cualquier barrera.
Un comienzo inesperado
Corría el año 1991 cuando Patricia, sin conocimientos previos en mecánica, decidió acompañar a su esposo en el taller. “Carlos necesitaba ayuda y yo le dije que no sabía nada, pero que si él me enseñaba, aprendería”, recordó. Así, de a poco, fue adentrándose en el oficio.
La primera tarea que le asignó su esposo fue esmerilar tapas de cilindro. “Fue un domingo, cuando acosté a los chicos a dormir. Me puse con él a trabajar y aprendí a esmerilar”, contó con orgullo. Con el tiempo, su participación en el taller se hizo cada vez más activa.
Pero su mayor prueba llegó cuando, un día, Carlos tuvo que ausentarse y ella quedó sola en el taller. “Entró un trabajo y no había nadie más para hacerlo. Entonces observé lo que Carlos hacía, tomé las herramientas y lo resolví”, cuenta Patricia. Cuando su esposo regresó, ella ya había entregado y cobrado la reparación. “Me felicitó, pero también se sorprendió”, agregó con una sonrisa.
Desafíos y prejuicios
A pesar de su crecimiento en el oficio, Patricia enfrentó desafíos adicionales por ser mujer en un entorno tradicionalmente dominado por hombres. “Al principio, los clientes no creían que una mujer pudiera hacer este trabajo”, confesó. En más de una ocasión, al atender el teléfono en el taller, la respuesta era siempre la misma: “¿Quién es el encargado? ¿Usted sabe de motores?”. Con paciencia y conocimiento, Patricia demostró que no solo sabía del tema, sino que podía resolver problemas con la misma o mayor eficacia que cualquier otro profesional del sector.
“El prejuicio existe, pero con el tiempo me fui ganando el respeto”, señaló. Hoy, muchos clientes que al principio dudaban, ahora buscan su asesoramiento de manera directa, reconociendo su capacidad y experiencia.
Crecimiento del taller
Recti-Tec no solo creció en reconocimiento, sino también en infraestructura. En sus inicios, el taller funcionaba en un pequeño espacio, pero con esfuerzo y visión, la familia logró adquirir un terreno en el Parque Industrial, donde levantaron su propio galpón. “Fue un desafío enorme porque económicamente no estábamos bien, pero apostamos al crecimiento y hoy tenemos un espacio amplio y con posibilidades de crecer”, explicó Patricia.
Con el tiempo, incorporaron nuevas herramientas y tecnologías que les permitieron ampliar los servicios y mejorar la eficiencia del trabajo. “Hace años dependíamos de terceros para ciertas tareas, pero ahora contamos con nuestras propias máquinas y eso nos da mayor independencia”, dijo con orgullo.
Motores y familia
Para Patricia, el taller no es solo un lugar de trabajo, sino también un legado. A pesar de las largas jornadas en el taller, ella nunca descuidó su rol de madre. Crio a sus tres hijos y hoy también está presente en la vida de sus nietos. “Salen de la escuela y vienen al taller. Su papá trabaja y no siempre puede estar, así que nosotros los recibimos aquí”.
Sus hijos crecieron viendo el esfuerzo de sus padres, y hoy ella busca inculcar la misma cultura del trabajo en sus nietos. “Queremos que entiendan el valor del esfuerzo, que sepan que el trabajo dignifica”, afirmó.
A pesar de que le han sugerido enfocarse solo en la parte administrativa o la sección de repuestos, Patricia no se imagina lejos del taller. “Me gusta estar en la acción, con las manos en la grasa, trabajando en las tapas de cilindro. Esto se convirtió en mi pasión”, aseguró.
Su historia es la de una mujer que rompió barreras, superó prejuicios y construyó, junto a su familia, un emprendimiento sólido basado en el esfuerzo y el amor por el trabajo. Un ejemplo de perseverancia que inspira a las nuevas generaciones.
La anécdota con Basso
Una de las historias que destaca su trayectoria ocurrió en una exposición en la que fue a visitar con su marido. Durante el evento, Patricia llamó la atención del empresario rafaelino José Luis Basso, dueño de 3B, una prestigiosa firma fabricante de válvulas de motor que ex proveedor de Ferrari.
Curiosa por unas válvulas doradas exhibidas en el stand de la empresa, Patricia preguntó para qué servían. La respuesta que recibió fue inesperada: “¿Para qué querés saber vos? ¿De válvulas?”. El tono desconfiado del vendedor insinuaba que una mujer no podía entender de motores. Sin embargo, cuando Patricia le explicó que se dedicaba a trabajar con tapas de cilindro, el hombre se sorprendió y avisó a Basso sobre su presencia. Minutos después, el empresario salió a su encuentro y le explicó que esas válvulas eran usadas para autos de competición. También, le dio un reconocimiento a su labor y trayectoria, le obsequió una campanita de cristal con el logo de 3B. “Es un regalo porque usted está haciendo historia en este rubro”, le dijo.
Carlos, el marido de Patricia, contó que ella es una de las pocas mujeres en el país que suelda aluminio. Su habilidad con las tapas de cilindro y la soldadura de aluminio le valió el reconocimiento del empresario rafaelino en una exposición de rectificadores organizada por Federación Argentina de Cámaras de Rectificadores de Motores (Facra).
Este gesto simbolizó no solo un premio personal, sino también la apertura de un mundo tradicionalmente masculino a la participación de mujeres capacitadas y apasionadas por la mecánica.
Una gran compañera
Carlos se refirió al sacrificio que hicieron con su esposa para montar su taller y cómo salieron adelante ante los diferentes obstáculos.
“Nosotros tuvimos que hacerlo porque no teníamos para pagar a un empleado, pero después Patricia fue mi gran apoyo. Nuestro segundo hijo nació con problemas de corazón y los médicos nos dijeron que sería un niño con altos costos de tratamiento. En ese momento, entendí que depender de un sueldo fijo no era opción y me lancé a abrir el taller con ayuda de mi hermano. No sabía tanto de rectificación, mi fuerte siempre fue la construcción y armado de máquinas, pero aprendí sobre la marcha.
Fueron años de mucho sudor y lágrimas, pero con fe y esfuerzo logramos salir adelante. A veces, cuando parece que cuesta más, recuerdo cómo empezamos y todo lo que logramos. Patricia siempre estuvo a mi lado, y gracias a nuestro trabajo en equipo hoy seguimos creciendo. El taller es más que un negocio, es parte de nuestra historia y un legado para nuestra familia”.