Análisis
Muchas piedras, pocos votos
Dolorosa y lamentable es siempre la violencia política. Llenan plazas y tienen muchas piedras, sí. Pero no representan a quienes dicen representar.
Dolorosa y lamentable es siempre la violencia política. Nace de la intolerancia y la carencia de espíritu democrático de minorías exaltadas y recalcitrantes de extrema izquierda que se auto adjudican la representación del pueblo. Se desata en las calles cuando los verdaderos representantes de ese pueblo discuten el contenido de una ley en el Congreso de la Nación. Y termina siempre con un triste saldo que se mide en bienes destrozados y vidas en peligro.
Lo que sigue también es conocido: los vándalos denunciarán la represión policial “contra el pueblo que se manifiesta” y los “intelectuales” justificadores de la violencia lanzarán toneladas de “fake news” intentando despegarse de los incidentes y atribuyéndolos a fuerzas oscuras infiltradas por el gobierno para desvirtuar los “sagrados” fines de la movilización popular.
Las historias se repiten. En especial cuando los gobiernos no son del signo político que más ha ejercido el poder desde 1983 a hoy. En diciembre de 2017, el gobierno de Mauricio Macri pretendía aprobar la ley de Movilidad Jubilatoria. Antes de aquella sesión, algunos voceros de estos grupos radicalizados se sumaron al palabrerío de gremialistas acostumbrados a navegar por las lodosas aguas de la extorsión como método de acción política. “Se los decimos a los senadores de la Nación: el que levante la mano en contra de los jubilados va a salir publicado con foto y fecha de nacimiento. Se acabó lo de votar en contra de un pueblo a cambio de nada”, afirmó uno de ellos en aquel diciembre caliente que albergó una jornada dramática donde se tiraron 14 toneladas de piedras. Lo mismo hicieron esta vez. Amenazaron primero y generaron luego los disturbios.
Aquella tarde de 2017, los manifestantes intentaron tomar el Congreso para evitar la sesión. En los alrededores del palacio legislativo hubo gravísimos incidentes entre los activistas con la Policía. Sebastián Romero, mejor conocido como el Gordo Mortero, se convirtió en una de las caras visibles de esa jornada. La sesión, finalmente, se abortó.
Ayer, mientras se debatía la Ley Bases, volvieron a la carga. No llegaron a arrojar 14 toneladas de piedras. Pero la imagen dramática del incendio del automóvil de Cadena 3 se convirtió de inmediato en el símbolo contundente de cómo el fanatismo y el sectarismo se conjugan para debilitar las instituciones democráticas de la Nación.
Solo pudieron dar vuelta algunos autos. No consiguieron dar vuelta el curso de los acontecimientos porque la sesión continuó y la Cámara Alta anoche tras el desempate de la vicepresidenta y titular de la Cámara alta, Victoria Villarruel, aprobó una votación crucial. Los violentos de siempre pretendieron –otra vez- dar vuelta la historia. No lo consiguieron. Moraleja: llenan plazas y tienen muchas piedras, sí. Pero no representan a quienes dicen representar. Basta recordar que cuando se dan vuelta las urnas, recogen muy pocos votos.