Historias
Miguel Ángel Biazzi, pintor de aldeas y del mundo
En San Francisco forjó su estirpe de artista plástico que sigue siendo recordada en todos los círculos de la pintura argentina y del mundo. El pasado 18 de julio se cumplieron 7 años de su fallecimiento.
“Pinta tu aldea y pintarás el mundo” es una frase atribuida a Liev Nikoláievich “León” Tolstoi, el genial escritor ruso. Nuestra aldea y las comunidades que la circundan han sido pródigas en entregar innumerables talentos artísticos cuya obra trascendió las fronteras lugareñas y llegaron a pintar el mundo.
San Francisco fue “el lugar en el mundo” de recordadas figuras de las artes plásticas. Muchas de ellas se formaron en la Academia de Artes Plásticas que llevó el nombre del pintor español Fernando Fader y fue creada por un decreto municipal del entonces intendente, Raúl G. Villafañe, el 10 de julio de 1936, cuyo primer párrafo afirmaba que “la ciudad de San Francisco, cuyas inclinaciones artísticas se manifiestan con halagüeñas perspectivas, revelando la existencia de una inquietud creadora, necesita delegar en una institución calificada la tarea responsable de encauzar las actividades superiores de su juventud, con un sano propósito de orientación y estímulo”.
Fue en esa academia, cuyo impulsor y primer director fue Miguel Pablo Borgarello, en la que Miguel Ángel Biazzi forjó su estirpe de artista plástico que sigue siendo recordada en todos los círculos de la pintura argentina y también de otras partes del mundo.
Fue el tercero de los cinco hijos de Ricardo Biazzi y Delicia Cía. Nació en la cercana Luxardo el 17 de septiembre de 1935. Su familia se trasladó a San Francisco a los pocos años y fue aquí donde cursó sus estudios y nació su vocación artística. Años después se radicó en Salta donde vivió durante 20 años. También residió en Estados Unidos durante algunos años y, posteriormente, tuvo su atelier en la calle Defensa en el barrio porteño de San Telmo.
Presentó sus trabajos en espacios de arte de Buenos Aires, México, Estados Unidos, España, Uruguay, Brasil, Cuba, Italia, Alemania, entre otros países. Ejerció la docencia y fue director del Instituto de Investigación sobre la Creatividad en Houston, Texas. Obtuvo el Premio Pío Collivadino en el Salón Nacional de 1974 y el Premio Cecilia Grierson en el Salón Nacional de 1979. Expuso individualmente en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en el Centro Cultural Recoleta y en otros espacios de arte del interior de la Argentina. Escribió y publicó sus libros Arte, Sistema de Vida, El Lenguaje Silencioso del Cuerpo y Orígenes Argentina, este último junto al sociólogo y antropólogo Guillermo Magrassi.
La transformación salteña
El impacto de su vida en Salta transformó su pintura. Su obra se convirtió en el reflejo de aquella tierra norteña, para prodigarse luego, a través de innumerables muestras en un “pintor esencialista, capaz de desembocar en una metarrealidad, en una realidad otra, que es sin embargo ineludible y presente”, según escribió el crítico Salvador Linares en la revista especializada Óleo y Mármol.
Ese mismo escritor evoca que vio cuadros de su infancia, “cuando todavía era cordobés, recuerdo de sus padres y hermanos reunidos en idílicos jardines. Esplendorosos cuadros pintados a “la francesa”. El propio Biazzi señaló alguna vez que en el principio de su trayectoria “tenía influencias de Modigliani”. Es que “antes pintaba como los impresionistas, con figuras estilizadas”.
Sin embargo, cuando se radicó en Salta, todo se modificó. “En el norte todo es redondo”, contó el artista. “Me cambió el estilo. Iba los mercados, me instalaba allí y dibujaba los collas y los aborígenes que traían la mercadería. Pintaba las urnas funerarias, unos cacharros muy lindos, con dibujos raros. Lo mismo las figuras del norte. Pero, entonces, no sabía lo que significaban. Cuando me radiqué en Buenos Aires, hice cursos de arte precolombino para saber qué y por qué pintaba”, dijo Biazzi.
A partir de allí fue “propietario” de dos paisajes: el natal y el que eligió para llevar adelante la mayor parte de su obra pictórica. Con la tradición del norte profundo selló una alianza también profunda. Salta y toda la zona noroeste le dieron a Miguel Biazzi “la materia de su empresa expresiva. Y, con ella, el color, las formas, la atmósfera, el drama ambiente con todo lo cual se fundieron sus pinceles y sus manos, porque también la escultura integra su lenguaje”, escribió el conocido periodista y crítico de arte Osiris Chierico.
En sus últimos años, el Espacio Biazzi de San Telmo (cerró en 2021) fue su reducto en el que puso corolario a su proficua obra. Indagando en el espíritu de la mitología indígena (“Sabemos mucho de las mitologías europeas, pero muy poco de las nuestras”, afirmaba) y utilizando técnicas bien contemporáneas produjo bellas creaciones que son reflejo de los rituales y alegorías de la cultura norteña, atravesadas por su espíritu indagador, su creatividad y su enorme y audaz talento que toma con responsabilidad la tarea de indagar y recuperar toda una herencia para renovarla con técnicas contemporáneas.
Miguel Ángel Biazzi está inscripto en el selecto catálogo de las figuras del arte argentino. El artista que nació en Luxardo y se formó en San Francisco, el que pintó “sus aldeas” y, por ello, pintó el mundo, falleció en Buenos Aires el 18 de julio de 2016.