Entrevista
Belén Pistone: “Córdoba tiene la suficiente adrenalina en la lengua para nombrar lo propio"
La directora teatral destaca que la obra "Siripa, o la que no importaba" busca romper barreras tanto en términos de género como de centralismo cultural, ofreciendo una visión más inclusiva y local del teatro.
“Siripa, o la que no importaba” es una lectura de “Siripo” intervenida con perspectiva feminista y federal, es decir periférica. Es, antes que una reescritura o una interpretación, un piedrazo en la vidriera.
La obra dirigida por la sanfrancisqueña María Belén Pistone cuenta con la actuación de Ana Ruiz, Chili Peralta Vissani y Luz Ángela Osorno Valencia.
Para la dramaturga y directora teatral, su intervención permite romper con “el techo de cristal” no solo desde una mirada feminista sino además, desandar el mundo de la teatralidad que se impone desde Buenos Aires permitiendo hacer obras de esta envergadura en el interior del país, y desde Córdoba.
“Siripa, o la que no importaba” tendrá una función mañana domingo 18 de agosto a las 20 en el Centro Cultural San Francisco, con entrada gratuita.
“Siripo es un cacique enamorado que defiende su territorio y sus creencias. Mi Siripa es lo mismo, pero actual y mujer”, explica Pistone.
- ¿De qué trata la obra?
“Siripa, o la que no importaba” es la intervención del texto “Siripo”, de José de Lavarden. Siripo es la primera obra de teatro no religiosa estrenada en el Virreinato del Río de la Plata en 1789. Cuenta la historia de una mujer cautiva y prisionera del régimen patriarcal y colonial. La historia transcurre en el fuerte de Sancti Spiritu, primer asentamiento español en el actual territorio argentino. El cacique Mangoré se apasiona por Lucía de Miranda, invade el poblado y la rapta durante la ausencia de su esposo, Sebastián Hurtado. Mangoré fallece en la batalla. Su hermano Siripo hereda la pasión por Lucía y la toma por esposa. El regreso de Hurtado desencadena venganzas y más muertes.
El Museo Nacional Manzana De Las Luces (Ciudad Autónoma de Buenos Aires) retomó este relato americano desde el presente para continuar reflexionando sobre el amor, el rapto y diferentes formas de violencia de género en relación a la conquista, el genocidio y la violencia colonial que atraviesan la historia invitando a cuatro dramaturgos- directores a intervenir el texto original. Yo intervengo la historia desde el testimonio de una migrante que cuenta cómo es su relación con el dinero y el ascenso económico y laboral en el mercado de frutas y verduras de Salta.
- ¿Cómo pensaste tu interpretación de la historia?
En mi opinión el texto de Siripo, o lo que se conoce de él, habla de posesión, de poder y de territorio, por lo tanto habla de capital. Las mujeres no están concebidas para ser caciques, proveedoras, dueñas y jefas. Las hubo y las hay, pero en general no son narradas. Ni Lucía de Miranda (la cautiva de la trama de Siripo), ni las mujeres de su tribu son valoradas en la obra de Lavarden como posibles administradoras, o poseedoras del capital, la tierra o los rangos jerárquicos. Atravesar ese texto en donde Lucía es “lo que se quiere poseer”, con el testimonio de una mujer migrante y trabajadora, desenmascara los sistemas tácitos, pero bien mentados, e históricos, con los que se limita el ascenso de las femineidades, más aún negras o extranjeras. Señalamos el doloroso y bien musculado “techo de cristal” y le arrojamos una piedra.
- Se entremezclan la migración, la pobreza y la riqueza en una sola persona…
Se mezclan en el cuero. Hay una parte de mi “Siripa, o la que no importaba” en la que narro “… ella no le tiene miedo a la pobreza, pero conoce el miedo que el mundo le tiene a la pobreza, entonces levanta un imperio, para que no le tengan miedo a ella”.
Es que las personas que son capaces de sobreponerse a los destinos que el poder predigita para ellas, son personas de gran profundidad filosófica, ya que han visto los bordes, conocen el fondo y flotan porque hicieron la propia canoa, conocen la métrica y los pesos, incluso ahogándose serían capaces de elegir el modo de ahogarse. Busco esos testimonios porque son siempre reveladores, por eso valoro tanto mi recolección de voces como la administración dramatúrgica que opero en ellas.
- ¿Cómo se adapta Siripo a un texto y puesta en escena intervenida con perspectiva feminista y federal, como dices?
La perspectiva federal es algo que trabajo desde hace mucho, en “Mi Nombre es Eva Duarte”, lo recordarán quienes la vieron, entre escena y escena la protagonista despliega ciertas nociones sobre Buenos Aires que ridiculizan su rasgo cultural basado en dominar, o ser protagonistas. Esto es algo muy sentido en Córdoba desde hace mucho, nosotros lo llamamos en chiste “un odio no correspondido” porque los porteños no acusan recibo, o no acusaban. Yo estaba en el bunker de Hacemos por Córdoba cuando el gobernador (Martín Llaryora) gritó “(…) basta de que nos vengan a explicar qué hacer los pituquitos de Recoleta” y en ese grito se desquitó la herida de muchos que elegimos ser artistas en nuestras provincias. Cuando los porteños nos presentan “Siripo” como la primera dramaturgia del Río de la Plata, es casi como arrogarse la primera dramaturgia nacional. Cuando fuimos a Buenos Aires a intervenir ese texto fuimos de modo amistoso, a reírnos de esa noción ridícula y antigua. Córdoba tiene la suficiente adrenalina en la lengua como para nombrar lo propio y ponerlo en primer lugar, basta de que nos vengan a decir cómo escribir los pituquitos de Recoleta. “Siripa, o la que no importaba” también habla de eso. Me doy todos los gustos.
“Señalamos el doloroso y bien musculado ‘techo de cristal’ y le arrojamos una piedra”.
- ¿Cuál fue el mayor desafío de hacer esta obra?
El mayor desafío fue cuidar la voz de Magdalena, la protagonista del testimonio, cuidar su espíritu y su historia. Ella pudo ver la obra en un contexto muy hermoso, en la Sala Teatral de Adiuc (Gremio de los Docentes e Investigadores Universitarios de Córdoba). Todos esos docentes rodearon la obra, y también a Magdalena, empapándose de un saber que no tiene desarrollo en las aulas, sino que crece en la vida y en la injusticia del mundo del trabajo. Fue muy reparador.
- ¿Hay cosas que se pueden o no hacer en una adaptación teatral con mirada feminista?
El feminismo es circular. Como el ojo social es más bien patriarcal, ven al feminismo de modo jerárquico o piramidal y le piden normas o explicaciones, es ridículo. El feminismo viene a reconstruir derechos, viene a bailar con “el más feo”, quiero decir que no es cómodo el feminismo. Tampoco se es santa por ser feminista. El feminismo es resistencia, en esa resistencia se producen errores y aciertos. Hay una frase de Hamlet que dice: “El mundo está fuera de juicio ¡Suerte maldita!, que haya tenido que nacer yo para enderezarlo”. No es agradable tener que producir un movimiento para que se te devuelvan oportunidades y tu vida tenga valor. Sinceramente, desearía que el feminismo no hiciera falta, pero muere una mujer cada 35 horas. Cada vez que quiero escribir desde otra perspectiva, la desigualdad salta de los testimonios que recolecto y me demanda espacio, es agotador, pero lo tomo como una responsabilidad. Volviendo a tu pregunta… lo único que no se puede permitir el feminismo es reírse del dolor del otro.
“Como el ojo social es más bien patriarcal, ven al feminismo de modo jerárquico o piramidal y le piden normas o explicaciones, es ridículo. El feminismo viene a reconstruir derechos” .
- ¿Por qué el público tiene que ver “Siripa, o la que no importaba”?
Cuando voy a San Francisco lo único que quiero es ver a mi gente. Siempre viví el teatro como una anfitriona. Cuando vuelvo a San Francisco con mi trabajo, es casi casi como festejar mi cumpleaños. Esta obra es especial, como todo el teatro, porque vamos a estar reunidos.
- ¿Cómo ves el teatro independiente hoy?
Córdoba es, en volumen productivo, la segunda provincia en cuanto a teatro independiente, en cuanto a desarrollo poético somos los primeros. No por levantarse antes se amanece más temprano, ni por nacer en Buenos Aires se escribe con más luces. Córdoba tiene tres casas de estudio para profesionalizar su teatro. Y eso se nota. Nos valemos por nosotros mismos. Me gusta chicanear a los porteños, escribo en Córdoba porque se escribe mejor.
- ¿Qué significa llevar el teatro a otras ciudades y localidades?
Significa crecer, democratizar el arte, conocer, probar, contrastar y hacer amigos, que es lo que más nos importa a los que hacemos teatro… la reunión. Nuestra poesía es un llamador, una excusa. Finalmente lo que queremos los que hacemos teatro “para que nos vengan a ver “, es verlos a ustedes, a todos ustedes.