Análisis
Luchar contra el sedentarismo
Promover un estilo de vida activo es crucial para mantener una buena salud y calidad de vida.
Aproximadamente 1.800 millones de adultos no practican actividad física acorde a las recomendaciones de los organismos sanitarios internacionales, de acuerdo a las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud. Este número refleja un crecimiento de un 5% con respecto a 2010, de acuerdo a la investigación. En este punto, el objetivo mundial de reducción de la inactividad física en 15 por ciento para 2030 se aleja cada vez más.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los adultos dediquen cada semana 150 minutos de su tiempo a practicar una actividad física de intensidad moderada o 75 minutos si es de alta intensidad, o bien una actividad equivalente. Lógico es suponer que, si no se cumplen estas premisas básicas, los problemas de salud pública se incrementarán en el futuro.
Las tasas más altas se observaron en los países de ingresos altos de la región de Asia y el Pacífico, con el 48%, y de Asia meridional, con el 45%, mientras que en otras regiones esta proporción osciló entre el 28% de los países occidentales de ingresos altos y el 14% en Oceanía. Las tasas de inactividad física en las Américas también fueron superiores a la media mundial, con un 36%.
El sedentarismo aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, como el infarto de miocardio y el accidente cerebrovascular, así como diabetes de tipo 2, demencia y ciertos tipos de cáncer, como el de mama y el de colon. Por ello, promover un estilo de vida activo es crucial para mantener una buena salud y calidad de vida.
Esta última afirmación representa un verdadero reto para las autoridades sanitarias en todo el mundo. Entes locales, nacionales o pertenecientes a organismos multilaterales tienen la responsabilidad de analizar y diseñar estrategias que permitan incrementar la actividad física de los adultos y, con ello, preservar e incrementar la salud y la longevidad, así como mejorar el bienestar de las personas.
La actividad física supone la generación de rutinas que no siempre forman parte de hábitos generados a lo largo de la vida. En este punto, la educación física en la escuela adquiere preponderancia: se requiere comprender en el sistema educativo que el aprendizaje se favorece en todas las áreas si los educandos tienen actividad física habitual. Es un error, afirman especialistas, arrinconar a la asignatura educación física en pocas horas a la semana, como si fuese un compartimento estanco, alejado de la vida corriente de un estudiante.
Si ello ocurre, cuando se llega a la adultez el hábito de no existe. El peligro para la salud es evidente en este caso, acrecentado por otras prácticas como la ingesta de alimentos con altos contenidos de grasa y azúcares, el consumo de alcohol y otras sustancias, que terminan acompañando al sedentarismo permanente. Los perjuicios de estas conductas han sido estudiados y divulgados ampliamente. Sin embargo, las estadísticas mundiales afirman que aquella difusión no alcanza para crear conciencia. Por ello, conviene instar a que desde las áreas oficiales de salud pública se generen programas de fomento de la actividad física en los adultos.