Análisis
Los no lugares de la política
La realidad nacional deja evidencias de espacios en las sombras, contextos que pueden ser posibles, por los que se transita, pero no se habitan. Son propios de un tiempo en el que se proclama la posesión de una supuesta verdad absoluta o se opera para alcanzar mayores cuotas de poder.
Por Fernando Quaglia | LVS
Marc Augé, antropólogo y sociólogo francés fallecido el año pasado, dejó un legado influyente con su concepto de “no lugares”, acuñado hace tres décadas. Este término describe espacios contemporáneos, transitorios y anónimos, característicos de lo que él llamó la “sobremodernidad”. Ejemplos de no lugares son las estaciones de trenes, centros comerciales, campos de refugiados, casillas de peaje, cajeros automáticos y otros lugares de paso. El no lugar implica anonimato, impersonalidad. Por él se pasa. No se está en él.
Antes de fallecer, Augé reconsideró su propia idea. Admitió no estar seguro “de que la distinción que propuse antaño entre el lugar y el no-lugar, sea pertinente” para analizar la nueva realidad del mundo, los cambios sociales y culturales y la revolución tecnológica que impacta en nuestras vidas. Así, el autor francés reformuló su mirada sobre el concepto que acuñó. Definió al no lugar como “el contexto de todo lugar posible”.
Una analogía se torna pertinente, creemos. La política argentina posee “no lugares”, contextos donde predominan la impersonalidad, el anonimato, la falta de respeto a la ley, la proliferación de la desinformación a través de las redes sociales y las declamaciones sobre la existencia supuesta de un espacio en el que anidaría una supuesta verdad absoluta.
La vicepresidencia de la Nación es, no solo en este gobierno, un no lugar. Existe. Tiene un contexto. Pero, desde hace dos décadas, las discrepancias entre quien ejerce el cargo y el presidente han reducido su protagonismo. Lo han arrinconado. Por caso, tras los ataques directos lanzados desde lo más alto del Ejecutivo, Victoria Villarruel debió salir a aclarar que adhiere a los lineamientos de la actual administración, mientras batallaba con las amenazas de carpetazos y operaciones políticas en ese no lugar que son las redes sociales.
En el plano opositor, el Partido Justicialista (PJ) también parece habitar un “no lugar”. La conducción quedó en manos del cristinismo puro, pero muchos gobernadores y dirigentes del conurbano bonaerense mantienen distancia, quizá previendo un futuro judicial complicado para Cristina Fernández de Kirchner. La reciente confirmación de la Corte Suprema para llevar a juicio oral las causas de Los Sauces y Hotesur reforzaría esta percepción.
Por cierto, el “no lugar” judicial tiene variados ámbitos. La Corte Suprema de pocos miembros va camino a hacerse posible. La última acordada que procura agilizar y mejorar procesos con la intervención de conjueces iría en esa dirección. El columnista Carlos Pagni escribió que Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda, que está retirándose, “prevén por bastante tiempo un tribunal de tres ministros”. Es factible que Lijo deba seguir esperando en un juzgado en el que parece no estar, habida cuenta de la cantidad de causas sensibles al poder a las que, Pagni dixit, “les canta el arrorró”.
Se puede concluir que en la política nacional existen numerosos otros espacios por los que solo se transita y contextos que pueden ser lugares posibles. Pero el año que finaliza consolidó un “no lugar” emblemático. Y todo indica que continuará siendo así. Operando amplias redes de información o desinformación y colocando alfiles en los espacios más sensibles de las distintas áreas, bajo un contrato simple de prestación de servicios, un joven titiritero maneja los resortes del poder. En silencio y por la sombra, cimienta a un gobierno que, al igual que tantos otros en nuestra historia, afirma que posee la verdad absoluta.