Análisis
Los desafíos que presenta la “uberización” de las ciudades
San Francisco ya tiene una ordenanza que abre las puertas y regula aplicaciones como Uber y Cabify. Ahora bien, ¿cómo hacer política urbana desde un gobierno local cuando las actividades más significativas se ubican en el ciberespacio, son globales y de carácter privado?
La reciente aprobación por el Concejo Deliberante de San Francisco de una ordenanza que regula el Servicio de Transporte Privado de Personas, llevado adelante por plataformas electrónicas como Uber y Cabify, abre un nuevo escenario con implicaciones sociales, económicas y políticas significativas.
Tomando prestado el concepto de Umberto Eco, las discusiones que se dan en torno a este fenómeno impulsado por el impresionante desarrollo tecno digital de este tiempo, divide las aguas. Estamos asistiendo a otra versión de “Apocalípticos e Integrados”.
Entre otras cuestiones, los primeros plantean dudas sobre la protección de los derechos laborales y los desafíos que supone la integración de estas nuevas modalidades sin perjudicar al sector de taxis y remises existente. Los segundos ponen el énfasis los potenciales beneficios sociales en términos de creación de empleo, mejora del acceso al transporte, abaratamiento de tarifas y mayores opciones y comodidades para los usuarios.
En ambos casos, salvo posiciones extremas, parece haber coincidencia en torno a la necesidad de una regulación cuidados para maximizar los beneficios y mitigar los riesgos. Se apela así a las experiencias de otras ciudades que ya han atravesado este proceso.
En San Francisco, los “integrados” razonan que la instalación de las plataformas electrónicas es democratizadora, porque permitirá la apertura de nuevas oportunidades de empleo. Afirman que se abre un escenario que garantizaría tanto la innovación como la equidad. Asimismo, señalan que estas plataformas representan una oportunidad laboral flexible para los conductores locales y que serán artífices de la mejora en el servicio de transporte para los vecinos.
Quienes manifiestan dudas y temores reclaman por la posible competencia desleal, por la falta de consultas a los sectores involucrados, por el peligro de que se pierda seguridad en los traslados, por la falta de contención que tendrían los trabajadores del volante al precarizarse su labora y por el riesgo de perder fuentes laborales.
Desde una perspectiva más amplia, la llegada de estas plataformas se enmarca en un fenómeno de "uberización" de la economía donde las plataformas digitales se han convertido en representativas de una transformación general en las actividades sociales y de consumo.
El aspecto más visible de este fenómeno es la relación laboral atípica que establecen las plataformas de transporte, puesto que los conductores no son empleados formales, sino "socios o colaboradores". El dilema es notorio: son una apetecible nueva oportunidad de trabajo -factor clave para una realidad socioeconómica compleja-, pero también podrían significar mayor precarización laboral. El reto parta todas las poblaciones que deciden avanzar en la autorización de las plataformas consiste en integrar estas nuevas tecnologías de transporte sin destruir el entramado laboral existente.
La “uberización” de las ciudades
Ampliando la perspectiva, la aprobación de la ordenanza que autoriza el funcionamiento del servicio de las compañías digitales de transporte se transforma, quizás, en el hecho más sobresaliente de un fenómeno global: la aparición de las “teleciudades”, acelerado luego de la pandemia del Covid 19.
En un artículo titulado, precisamente, “La uberización de las ciudades”, el arquitecto colombiano Fernando Carrión y la investigadora de Flacso, Paulina Cepeda describen el impacto de la tecnología en la vida ciudadana a través de la historia. Frente al avance vertiginoso y disruptivo de la tecnología digital en este tiempo, se preguntan: “¿cómo hacer política urbana desde un gobierno local cuando las actividades más significativas se ubican en el ciberespacio, son globales y de carácter privado? ¿De qué forma se pueden regular los mercados poco transparentes de algoritmos e información, así como las relaciones laborales tipo socio/colaborador que se instrumentan desde una plataforma líquida? ¿Cómo definir políticas urbanas integrales a partir de los fragmentos provenientes de una inteligencia artificial adscrita a un sistema global de interconexión?”.
Este es el gran cambio que se está produciendo. Se abre el horizonte para la irrupción del desafío que implica la enorme transformación tecnológica. La “plataformización” como fenómeno urbano es una realidad en la que la acción de los gobiernos locales en conjunto con las estructuras intermedias de una ciudad se torna determinante.
Del modo cómo se descubran las tensiones y se gestionen los conflictos que se desprenden de la evolución tecnológica dependerá el logro de una implementación equitativa y sostenible de estas nuevas tecnologías.