Sociedad
Lidia, la que mantiene vivo el espíritu de la mercería
Con 88 años, Lidia Baldissin sigue al frente de su mercería de barrio Roca que abrió cuando era jovencita. Para esta querida vecina, ese negocio “es toda su vida” y donde pasa sus días, zurciendo una historia que nació en los ’50 y trasciende generaciones.
Por Isabel Fernández | LVSJ
Tras el mostrador, cuelgan cordones, elásticos, hilos de colores y demás productos de mercería. Allí también está Lidia Baldissin atendiendo con calidez y mucha paciencia cada consulta de los clientes. “Necesito un pedazo de elástico para arreglar la cintura de un pantalón”. “Se me rompió el cierre de la campera, ¿cómo se puede arreglar?”… Cierres, cintas, abrojos, ganchos, telas, botones, lencería y todo lo que uno pueda necesitar e imaginar están en sus estanterías.
En su mercería, ubicada en Almafuerte 635, ella es un referente clave en la ciudad cuando se necesitan productos de costura, punto, manualidades o lencería. Lidia, con 88 años bien llevados, asegura que la mercería “es toda su vida”, a tal punto que sigue atendiéndola y buscando soluciones para arreglos o confecciones, con la misma pasión que cuando comenzó su negocio siendo muy jovencita y después de trabajar un tiempo en la tradicional Tienda Scolari, que en la década del '50 funcionaba en la céntrica 25 de Mayo, al 2100.
Lidia llegó de Italia a los 13 años y se radicó en San Francisco. Sabe de esfuerzos y por eso emprendió su propio negocio en barrio Roca, mientras criaba a sus hijos.
Cada 22 de mayo se celebra el Día de la Mercería. Aunque pasen los años, este comercio -muy visitado por las personas ante la necesidad de arreglos de ropa y también para hacer manualidades, especialmente tras la pandemia-, siempre sigue vigente.
En esta jornada, LA VOZ DE SAN JUSTO resalta en la persona de Lidia el espíritu de la mercería, el lugar donde los vecinos pueden encontrar el apoyo y lo necesario para momentos de la vida cotidiana, la confección, la moda y las manualidades.
“La mercería es muy importante. Actualmente la gente busca mucho elástico, cierres para cambiar camperas o pantalones, se arregla mucho la ropa porque es difícil comprar nueva. Hace 63 años tengo esta mercería, es mi vida, siempre fue una lucha pero me gusta mucho. Me arreglo sola con todo y mientras pueda voy a seguir”, afirmó Lidia.
Agregó que en estos tiempos de frío “lo que más hago es cambiar el deslizador de los cierres y también venderlos para que los lleven a cambiar”.
“Por suerte tengo mucha clientela y siempre me dicen: ‘Si no se consigue de Lidia, no se consigue’, pero yo creo que no es tan así, porque siempre algo falta, pero lo que no falta es que trato de ayudar siempre a solucionar el problema que tengan. Espero que los clientes me sigan comprando”, manifestó.
Buena atención y enseñanza
En el pequeño espacio que queda del negocio, ocupado en su mayoría por mercadería, los clientes hacen cola y esperan pacientemente que Lidia termine de atender y asesorar al anterior para hacer su pedido. Carina Leguizamón es una clienta habitual, tiene un taller de costura y asegura: “Lidia tiene todo”.
“Soluciona todos los problemas, si no es por un bordado, es un botón, un cierre, lo que sea… Además, Lidia comparte todo lo que sabe y siempre de una manera u otra, trata de ayudar. Es muy buena la atención que brinda, es hermoso venir a comprar”, le dijo Carina a este diario.
Detrás de ella ya esperaba otra clienta, enseguida sonó la campanita de la puerta y otro vecino más se acercaba a buscar algún producto. Detrás del mostrador, Lidia disfruta sus días en la mercería y demuestra que ni los años, ni las crisis pueden con este tradicional negocio. ¡Feliz día para ella y para todos los comerciantes que se dedican al rubro!