Entrevista
La música como un círculo infinito: el camino de Jeremías Lobos
Celebramos el Día de la Música charlando con un apasionado que la abrazó desde pequeño y la hizo una forma de vida desde arriba y desde abajo del escenario.
En un rincón de barrio Parque, Jeremías Lobos nos abre las puertas de su estudio, un espacio que él mismo define como "su lugar en el mundo". Entre teclados, consolas y la calidez de las luces suaves, Jeremías comparte su recorrido de vida con la música, un vínculo que comenzó en su infancia y lo llevó a redescubrirse muchas veces. Desde los primeros acordes en su casa familiar hasta convertirse en productor musical y técnico de sonido en vivo, su historia es un reflejo de perseverancia, amor por el arte y la capacidad de adaptarse a los desafíos de la vida.
Los primeros acordes: música en familia
Jeremías recuerda cómo la música formó parte de su hogar desde siempre. "Mi viejo me hacía escuchar cassettes de Vox Dei, Almendra y Sui Generis. Mi hermano Lucas y yo crecimos con esa música de fondo y cuando él empezó a tocar el bajo, yo quise seguirle los pasos", relata. Si bien inicialmente soñaba con tocar la batería, sus padres lo inscribieron en clases de teclado. "Me enamoré perdidamente de la música, del estilo de vida que representa. Era más que un pasatiempo, era una forma de vivir".
Sin embargo, no todo fue sencillo. Una experiencia temprana con un profesor de teclado casi lo desvía del camino. "Yo sacaba canciones de oído, pero me costaba leer partituras. Una vez aprendí 'Para Elisa' de Beethoven con acompañamiento completo y fui feliz a mostrarlo. Pero mi profesor, en lugar de valorar mi esfuerzo, me recriminó por no haber hecho la lección del día. Fue tan frustrante que terminó llamando a mi mamá para que me sacara de las clases", recuerda. Esa experiencia lo marcó, pero también reforzó su decisión de aprender de manera autodidacta. "Hoy entiendo la importancia de estudiar, pero sigo creyendo que la música debe llegar a cada uno de forma natural, sin presiones innecesarias".
La magia de las primeras bandas
En la secundaria, Jeremías vivió esa etapa inolvidable de formar bandas de garage, aunque algunas solo existieron en papel. "Con unos amigos del colegio teníamos una banda llamada Lotus. Pero nunca ensayamos ni tocamos en vivo, era más una idea escrita en un cuaderno", cuenta entre risas. Su primera experiencia real fue con Elixio, un proyecto que lo llevó a tocar en eventos como Rock Urbano y a grabar un demo. "Eran momentos mágicos, todo era muy artesanal, pero con una pasión y emoción que no se olvidan".
Más tarde vendría Colapso y finalmente I Griega, proyecto del que estuvo desde sus inicios y que se convirtió en una de las bandas más importantes del rock sanfrancisqueño.
El cambio de rumbo: de tecladista a productor
Mudarse a Buenos Aires era un sueño para muchos músicos del interior del país, pero para Jeremías, ese camino no resultó tan lineal como podría pensarse. Su vínculo con la música había cambiado y las decisiones que tomó durante ese proceso marcaron un punto de inflexión, no solo en su carrera, sino también en su vida personal.
"Durante la pandemia, me di cuenta de algo fuerte: no toqué el teclado ni una sola vez por gusto propio", confiesa Jeremías, quien hasta ese momento había dedicado años a perfeccionar su técnica como instrumentista. "Ahí me cayó la ficha de que ya no tenía esa pasión por tocar que antes me movía, lo que realmente me emocionaba era la producción musical".
I Greiga, el proyecto que describe como "el de su vida", decidió mudarse a la capital, Jeremías se enfrentó a un dilema. Sabía que ir a Buenos Aires como tecladista no era lo que quería. "Había algo adentro mío que me decía que no era para mí. Hablar con mis compañeros y pedirles tiempo para replantearlo fue clave", comenta.
Ese replanteo vino acompañado de un cambio inesperado: la noticia de que su pareja estaba embarazada. “Ahí entendí todo. Era como si el universo me estuviera mostrando que mi lugar estaba acá, no allá”. Sin embargo, dejar la banda no era una opción. En lugar de desvincularse, buscó redefinir su rol. "Muté de ser tecladista a productor. Ahora me ocupo de componer, producir y, en algunos shows, tocar si realmente tengo ganas".
Esa transformación le permitió explorar otras áreas creativas. Durante una gira en Neuquén, decidió no llevar su teclado. "Armé un show con luces sincronizadas, una consola y una máquina de humo. Fue increíble, y lo disfruté más que estar arriba del escenario. No pensé que eso me pudiera pasar, pero fue como descubrir otra faceta mía dentro de la banda".
Jeremías también destaca el apoyo de sus compañeros. “Les dije que buscaran a otro tecladista si lo necesitaban, pero ellos eligieron arriesgarse conmigo en esta relación a distancia, que funciona y nos permitió crecer como equipo”. Ese crecimiento se tradujo en largas jornadas de composición y grabación, como las semanas que pasaron encerrados en un estudio en Zacante. "De ahí salió un disco nuevo, ya tenemos dos canciones publicadas y una tercera en camino".
Para él, este proceso fue liberador. "Muchas veces uno se impone mandatos, pero animarse a soltar esa mochila fue una de las mejores decisiones de mi vida. Hoy me siento en paz con mi lugar en la música y en la banda, y con las decisiones que tomé para mí y para mi familia".
El estudio y el desafío del sonido en vivo
El sueño de producir música creció mientras Jeremías estudiaba y trabajaba para financiar sus equipos. "Conseguí un trabajo administrativo para pagar mis estudios de producción y empecé a comprar equipos básicos. Mi mamá fue quien me impulsó a construir un pequeño estudio en casa en lugar de gastar en una moto, y lo hicimos con mi papá, ladrillo a ladrillo".
Hoy, el estudio Lotus es su espacio de creación, pero también reconoce que su interés actual se inclina hacia el sonido en vivo. "El estudio tiene esa magia de ser mi lugar seguro, donde todo está bajo control. Pero el sonido en vivo me plantea desafíos constantes y eso me motiva".
Jeremías es consciente de las limitaciones económicas de dedicarse exclusivamente a la producción musical en su ciudad. "En San Francisco es difícil vivir solo de esto. Las bandas locales no siempre pueden costear producciones al nivel que quisiéramos. Por eso diversifiqué y armé una empresa de sonido en vivo, que hoy es mi principal sustento".
La música como lenguaje universal
Cuando se le pide que defina qué significa la música para él, Jeremías no duda en su respuesta: "La música es la capacidad de comunicarnos desde lo más sincero". Para él, cada etapa de su carrera ha sido un eslabón en una cadena infinita. "Sea componiendo, produciendo o manejando el sonido en vivo, mi misión siempre ha sido hacer que la música llegue a las personas de la mejor manera posible".
Jeremías no descarta que en el futuro pueda volver al escenario como instrumentista. "Tal vez dentro de cinco años me veas otra vez tocando. Pero hoy, mi lugar está aquí, ayudando a que la música fluya y conecte con quienes la escuchan".
Porque, como él mismo concluye, "la música es parte de nuestra vida, muchas veces sin que lo notemos. Pero cuando nos toca, nos cambia, y en ese momento sabemos que es algo esencial".