Sociedad
La historia del héroe de Malvinas que siempre soñó con volver
Ariel Falco, oriundo de Alicia, fue parte del famoso Regimiento de Infantería 25 y estuvo apostado en Puerto Argentino para defender el aeropuerto bajo los impiadosos bombardeos británicos. Si bien considera que la guerra es “una cicatriz que cerró pero sigue ahí”, volverá a pisar el suelo que lo vio luchar para “cerrar una etapa”.
La vida de Ariel Falco, nacido en la zona rural de Alicia, estuvo marcada por diferentes etapas, muy disímiles una de otra. De la tranquilidad del trabajo del campo, a pelear contra una de las fuerzas bélicas más potentes del planeta. Luego, el regreso a su lugar y la desconexión durante años. Más adelante, el reencuentro con compañeros, con la causa, la oportunidad de formar una familia y finalmente… el regreso a ese suelo en el que cuenta vivió “cosas que solo había visto en las películas”.
Ariel Falco hizo su instrucción en el mítico Regimiento de Infantería 25 que comandaba Mohamed Alí Seineldín, encargado de recuperar las Islas Malvinas en el inicio del conflicto de 1982, condecorado y elogiado hasta por el propio enemigo.
Fue parte de una de las unidades que más reconocimientos recibió por su heroico accionar y a pesar de haber vivido en carne propia el horror de la guerra, considera que psicológicamente no hubo daños tras su regreso, aunque sostiene que la cicatriz “siempre estará allí”.
El deseo de regresar siempre existió: “Mi sueño era volver cuando fueran argentinas nuevamente”. Hoy, con 62 años, ve cada vez más lejos la posibilidad de recuperar la soberanía, pero se prepara para regresar a Malvinas junto a su esposa y así “cerrar una etapa, con serenidad y sin rencor”.
El llamado
Ariel es clases ’62, es decir, hizo el servicio militar el año anterior de la guerra. “Yo hice el servicio en Sarmiento, Chubut y fui reincorporado para ir a Malvinas. El tema es que cuando recibí la llamada, las islas ya estaban tomadas. Me llamaron tarde, el 5 de abril, cuando la toma había sido el 2. Cuando me fui de casa fue un momento bastante triste porque mi familia ya sabía por qué me iba. Mi mamá y mi papá no querían que fuera, pero en ese tiempo estaba la dictadura, no era algo que se podía discutir”.
Sarmiento es el asiento del Regimiento 25, la famosa unidad que inspiró libros y generó miles de historias. Estaba al mando de Seineldín, quien encabezó la Operación Rosario de recuperación de las islas.
“Yo veía todo desde mi casa y les decía a mis viejos: ‘Le voy a tener que dar una mano al Turco, porque no va a saber qué hacer’, y ellos me decían ‘dejá de joder que en cualquier momento te llaman’. Y así fue. Llegué a Sarmiento y ya estaban todos mis compañeros reincorporados, me alisté con ellos y el 11 de llegamos a Malvinas”, recuerda.
Sobre la llegada a las islas relata: “Al principio estuvimos deambulando por distintos sectores hasta que nos dieron las posiciones definitivas, que fue en el aeropuerto viejo de Puerto Argentino. El 1 de mayo, cuando atacaron, yo justo estaba por entrar de guardia, me tocaba a las 5 de la mañana, y fue como a las 4.45 cuando ocurrió el primer ataque, así que ya estaba despierto”.
Allí llegó lo más duro: “Desde ese momento y hasta el final de la guerra vivimos ataques constantes. Los aviones siempre atacaban la pista, y nosotros estábamos ahí. Por la noche, los barcos se acercaban a la costa y nos hacían un trabajo psicológico de no dejarnos dormir, nos bombardeaban toda la noche. Algunas bombas caían en nuestra posición, y al día siguiente siempre había algo feo que ver”.
La caída fue solo cuestión de tiempo: “Cuando los ingleses empezaron a desembarcar y a avanzar hacia Puerto Argentino, se acercaron cada vez más y finalmente llegó primero el cese al fuego y luego la rendición. El 17 de junio por la noche embarcamos en un barco inglés, el Norland, que nos llevó a Puerto Madryn. El 21 de junio bajamos en Puerto Madryn”.
“Perdí compañeros allá. Perdí a un jefe que fue mi instructor, el teniente Estévez, alguien de quien se habló mucho después de la guerra por su entrega. El regimiento se había dividido: una parte estaba en el aeropuerto y otra en San Carlos, y él murió allá”, rememora.
Volver
Ariel recuerda especialmente el regreso a casa porque sus padres no sabían nada de él y fue una sorpresa. “No sabían nada de mí, si estaba vivo o muerto. Sabían que estaban volviendo los excombatientes, pero no tenían noticias mías. Nosotros vivíamos en Alicia, 20 kilómetros al sur, y éramos tamberos. Mi papá iba todos los días a Las Varillas, porque todos los colectivos que venían de Córdoba llegaban ahí, donde terminaba el recorrido. Iba todas las mañanas y tardes a ver si yo llegaba. Después de varios días de ir y venir sin noticias, ya tenía poca esperanza. Pero resultó que volví por otro lado, por San Antonio de Litín. Cuando llegué a San Antonio, la municipalidad me llevó hasta la casa en el campo. Mi mamá estaba sola, mi hermano trabajando en el campo, y mi papá había ido de nuevo a Las Varillas a esperarme. Fue una sorpresa total. Nos encontramos luego en el pueblo de Alicia, fue todo un acontecimiento en el pueblo”, cuenta con nostalgia.
El regreso fue volver a la tranquilidad de siempre: “Yo viví en el campo hasta que después me vine a Alicia. En esos primeros años perdí contacto con todos los excombatientes porque no había celulares, no había forma de estar comunicados. Me aboqué a lo que había sido mi vida antes de la guerra, al trabajo en el campo, lo cual me ayudó a olvidar un poco lo vivido”.
“Recién en el año 2000 me empecé a integrar con los excombatientes de la zona, de Las Varillas, Pozo del Molle, El Arañado, y otros pueblos. Fue ahí cuando empezamos a hacer grupos, y conocí a los muchachos de San Francisco. Formamos grupos de Whatsapp y centros de excombatientes, y nos relacionamos más. Yo tengo un grupo con los que hicieron el servicio militar conmigo, la mayoría son de Chubut y del sur de Córdoba”, asegura.
Y agrega: “Nosotros, los de la clase '62, hicimos un año completo de servicio militar antes de ir a Malvinas, a diferencia de los de la clase '63, que los incorporaron y los llevaron directo a la guerra. Entonces teníamos una convivencia más larga, una relación afectiva mucho más fuerte entre nosotros. Por eso, ahora estamos más unidos y en contacto”.
Sobre las secuelas de la guerra expresa: “Psicológicamente no me afectó tanto. Sentía como si hubiera vivido una película. Ver cómo los aviones pasaban y soltaban bombas era algo que solo había visto en la televisión, en películas. Cuando un avión era alcanzado por nuestra artillería y caía, todo eso me parecía irreal. Al volver, me desconecté un poco de todo, aunque cuando veía en la televisión que se reconocía a los combatientes, sentía un poco de bronca por estar en el anonimato. Con el tiempo, llegaron los reconocimientos, pero algunas heridas, aunque cicatrizadas, dejaron marcas. Para mí, mi familia fue fundamental, siempre me apoyaron y eso me ayudó mucho a estar mejor”.
Concretar el sueño
Falco volverá en enero de 2025 a las islas, casi 43 años después de haber vivido la crueldad de la guerra en carne propia. “Siempre tuve el deseo de volver a Malvinas. Al principio pensaba que un día íbamos a recuperar las islas, pero no fue así. Ahora, quiero volver, más que nada para cerrar esa etapa de mi vida. No tengo resentimientos, solo quiero ir, ver y volver en paz. Antes, no tenía la posibilidad económica de hacerlo, recién estaba comenzando mi familia, mis hijos eran chicos, y las cosas no eran fáciles. Ahora, estamos mejor, y le dije a mi esposa que este era el momento de aprovechar. Ella está contenta de acompañarme, siempre estuvo a mi lado en los momentos difíciles. Ella fue la que empezó a buscar agencias que hicieran viajes a Malvinas, encontramos una que nos gustó y concretamos el viaje”.
Sobre el viaje cuenta que “arranca en Río Gallegos, porque el avión es chileno y hace escala ahí antes de ir a Malvinas. Nosotros vamos por nuestros medios hasta Río Gallegos. Es un vuelo semanal, así que vamos un sábado y volvemos el siguiente. Vamos a estar una semana allá, recorriendo los lugares históricos, los cementerios y buscando nuestras posiciones. Somos un grupo de diez personas, cinco que estuvimos en Malvinas juntos, dos van con sus esposas, y tres amigos más. Vamos a recorrer juntos, lo cual me parece buenísimo, porque nos conocemos desde antes de ir a las islas”.
“No me imagino qué voy a sentir al pisar de nuevo ese suelo. Soy bastante ansioso, pero espero tomarlo con naturalidad. Vamos a estar juntos, lo que me va a ayudar mucho a mantener la calma”, reflexiona.
“Mi sueño siempre fue que algún día las islas volvieran a ser argentinas, aunque con los años lo veo más lejano. Pero no pierdo la esperanza de que mis hijos o mis nietos puedan ver ondear la bandera argentina allá en el sur”, finaliza el héroe que volverá al territorio por el que arriesgó su vida.
El recuerdo del “Turco” Seineldín
"Seineldín era un líder excepcional, muy protector con sus soldados. Lo admirábamos tanto que no solo los soldados de nuestro regimiento, sino también los de muchos otros que lo conocieron, lo apoyaron incondicionalmente. Cuando fue juzgado y encarcelado, siempre tuvo nuestro respaldo; muchos lo visitaban en prisión. No era un jefe que se ocultaba detrás de las órdenes, al contrario, siempre estaba al lado de sus soldados en los momentos difíciles, dándonos el ánimo necesario para seguir adelante. Para nosotros, él representa el máximo respeto y afecto, especialmente para aquellos que tuvimos la suerte de conocerlo personalmente".
Una compañía especial
Ariel viajará a las islas acompañado por su esposa Isabel, con quien lo une una historia muy especial. Es que a su regreso tras la guerra, a pesar de ser de perfil bajo y vivir en el anonimato, Falco aceptó dar una charla en una escuela de San Antonio de Litín, el pueblo más cercano al tambo donde se crió.
Tiempo después de esa charla, se encontró con una joven que le comentó que lo había escuchado y así nació una relación. Se casaron, tuvieron dos hijos, asistieron juntos a encuentros y visitaron el asentamiento del Regimiento 25 en la provincia de Chubut.
Hoy, en gran parte por su iniciativa, Isabel se prepara con las mismas ganas que su marido para desembarcar en las islas.