La historia de Claudio: vive en situación de calle y lucha por su sueño
En el día lava autos y por la noche, estudia. Pese a dormir en el frío de la intemperie, contra todos los pronósticos y desafiando su propia realidad, cursa en la nocturna Iturraspe para finalizar el primario y seguir luego el secundario para encontrar "un trabajo digno".
Por Cecilia Castagno
Claudio Martín Ramos tiene 38 años y desde hace unos dos meses vive en situación de calle. Se gana la vida lavando autos junto a otro joven, en inmediaciones de la Plaza General Paz de nuestra ciudad. Al caer la tarde, toma sus pocos útiles y la bicicleta y se marcha a clases.
Desde hace poco más de una semana, Claudio cursa sus estudios primarios en la Escuela Nocturna J. B. Iturraspe, ya que quiere terminar la educación básica y poder encontrar "un trabajo digno". Es claro que para él, el hecho de vivir en la calle no le impide poder luchar por sus sueños.
Hacía 30 años que no pisaba un aula, pero siempre creyó que algún día volvería, después de abandonar en segundo grado, obligado por su contexto de vulnerabilidad social. El 22 de julio pasado fue su primer día de clase, después del receso de invierno.
"Mi mayor sueño es conseguir un trabajo digno para salir adelante", confesó Claudio a LA VOZ DE SAN JUSTO. No tiene una familia que mantener, solo quiere superarse en la vida.
Antes de quedar en la calle realizó tareas de albañilería y alquilaba una habitación en una pensión de barrio, pero pagarla se hizo insostenible para un salario que se ajustaba a medida que caía la construcción. Hoy pasa las noches a la intemperie, en la explanada del templo Catedral, refugio que comparte junto a otras cuatro personas a las que no conocía.
Claudio llegó tímido a clases, unos diez compañeros ya llevaban más tiempo sentados en los bancos de la escuela "Pte. Hipólito Yrigoyen" donde funciona la nocturna. No hubo período de adaptación, no era necesario. La empatía facilitó la integración; ahí la mayoría carga con una historia de vida dura. A ellos estudiar les cuesta más que a otros, sin embargo, demuestran que nunca es tarde para saldar una deuda que arrastraban desde la infancia: hacer la primaria. Un desafío que los pone a prueba contra el miedo a no poder.
"Maestra, ¿puedo retirarme?". Claudio levantó la mano y con cierta vergüenza pidió esa licencia. El reloj marcaba las 20. No se trataba de salir al recreo, sino que a esa hora, cada noche, él recibe un plato de comida caliente en su "hogar", la calle, que llega de la mano de Red Solidaria y a veces, de otros voluntarios. Debería cursar de 19 a 21, pero su esfuerzo vale la excepción que hicieron las autoridades del colegio.
Los viernes sí puede hacer la jornada escolar completa, esturar su regreso porque cenará en la Mesa Digna, iniciativa de Red Solidaria para calmar el hambre y la necesidad de contención.
"Mi mayor sueño es conseguir un trabajo digno para salir adelante", confesó el flamante alumno
"Leer y escribir lo aprendí de chico", contó Claudio, que a los 8 años abandonó la escuela pero no el deseo de aprender y se valía de cada ocasión que se le presentaba para adquirir algún conocimiento nuevo, por más básico que fuera. "Lo que más me cuesta es dividir, pero creo que es algo difícil para todos los que estamos acá", siguió.
"Si tengo la posibilidad y la capacidad, me gustaría después seguir el secundario, eso me ayudaría más a encontrar un trabajo", agregó Claudio, que con la ayuda de Red Solidaria se permite soñar. Desde la ONG no solo lo incentivaron a retomar la escuela sino que además le brindaron herramientas como útiles y la bicicleta en la que se traslada.
No tiene tareas, "no somos niños", afirma y sonríe. "Si estamos acá, es porque queremos progresar y asumir la responsabilidad". No obstante, si encuentra algún ejemplar del diario por ahí o vuelve a hojear los apuntes de la escuela, se toma un momento para practicar el hábito de la lectura por las noches, aunque cuando el frío "pega" más, prefiere dormirse enseguida y no pensar.
"Lo más difícil de dormir en la calle es levantarte en la mañana y no tener ninguna comodidad, no poder levantarse y compartir un mate o encender una hornalla para tener algo caliente en el estómago", afirmó.
"La oportunidad siempre está, creo que depende de cada uno tomarla", expresó el protagonista de esta historia a modo de mensaje para quienes se encuentran en una realidad similar a la suya.