Sociedad
La esencia del voluntariado: las historias del “Roperito” de Infantia
Las protagonistas del "Roperito" de Infantia comparten cómo transformar el tiempo y el amor en acciones que cambian vidas.
Por María Laura Ferrero
El 5 de diciembre, Día Internacional del Voluntario, es una fecha para reconocer la labor silenciosa, constante y esencial de quienes dedican su tiempo a construir una sociedad más equitativa. En San Francisco, la ONG Infantia —ubicada en Avellaneda 255— se erige como un ejemplo de cómo el trabajo voluntario puede cambiar realidades, abrazando con amor a adolescentes en sus maternidades y paternidades.
Con una oferta que incluye talleres de arte, costura y cocina, además del entrañable Roperito, Infantia busca acompañar a las jóvenes, brindándoles herramientas y apoyo emocional. En una entrevista con LA VOZ DE SAN JUSTO, las voluntarias de este espacio esencial de esta institución —Elena Galeano de Martinengo, Gladys Pochettino de Bandacari, Beatriz Bosio de Galeano e Irene Leguizamón de Aguirre— cuentan sus experiencias, motivaciones y los impactos que su labor genera en la comunidad.
Un camino hacia el voluntariado
Elena Galeano, de 71 años, recuerda cómo llegó a Infantia tras jubilarse: “Me jubilé y de repente no sabía qué hacer con mi tiempo. Mi cuñada me sugirió que me uniera al Roperito, y no lo dudé”. Pronto, se sumaron otras mujeres como Gladys Pochettino, de 73 años, quien rememora cómo fue convocada: “Me dijeron: ‘Gladys, necesitamos reorganizar el Roperito’. Y ahí estuve, primero como voluntaria, luego como parte de la comisión directiva”.
Desde sus primeros días, estas mujeres tomaron el desafío de convertir un pequeño espacio desordenado en un núcleo de ayuda eficaz. “Empezamos clasificando donaciones: ropa para bebés, niños, mamás embarazadas e incluso pañales y juguetes. Fue creciendo tanto que hoy contamos con un espacio más amplio y bien organizado”, explicó Elena.
El Roperito: más que un espacio de donaciones
El Roperito no solo entrega prendas a las mamás adolescentes que asisten a Infantia; también organiza ferias abiertas al público. Estas ferias, surgidas como una necesidad de financiamiento, se han transformado en una tradición mensual. “La primera feria fue pequeña, pero resultó un éxito. Hoy es un evento grande, donde todo lo recaudado vuelve a la institución y beneficia a las chicas”, comentó Gladys.
Además, la dinámica del Roperito ha evolucionado. “Antes preparábamos los bolsones de ropa para las chicas, pero ahora ellas vienen, eligen lo que necesitan, y eso ha sido más funcional para todos”, agregó Elena.
El impacto en la comunidad
Irene Leguizamón de Aguirre, de 59 años, llegó a Infantia hace ocho años tras asistir a una feria: “Percibí que podía ser mi lugar. Dejé mi número y cuando me llamaron no lo dudé. Hoy sé que mi granito de arena aporta mucho más de lo que imaginé”.
Beatriz comparte una experiencia que ilustra el impacto de su labor: “Una vez, vi a una egresada de Infantia comprando bases para tortas en el negocio de mi hija. Ella había aprendido pastelería en los talleres de cocina de la ONG. Fue un orgullo inmenso saber que algo tan pequeño como un taller podía cambiarle la vida”.
El valor humano del voluntariado
Las voluntarias coinciden en que el trabajo en Infantia les ha transformado la vida. “El martes, día del Roperito, es sagrado para mí”, aseguró Elena. “Es una forma de devolver todo lo que recibí en la vida. Soy feliz aquí, y creo que muchas personas podrían encontrar esa felicidad dedicando unas horas a ayudar”.
Gladys reflexionó sobre el valor de cultivar el voluntariado desde pequeños: “No debemos esperar a tener mi edad para aprender a hacer el bien. Si todos aportáramos un poco, el mundo sería distinto”.
El trabajo en Infantia no solo llena el tiempo de quienes participan, sino que crea un entorno de apoyo mutuo. “El grupo de voluntarias es maravilloso. Nos reímos, compartimos, nos ayudamos. Es un espacio que te permite despejar la mente y olvidarte de los problemas”, contó Beatriz.
Más allá del Roperito
Infantia es mucho más que el Roperito. Los talleres de cocina enseñan recetas no solo para mejorar la alimentación familiar, sino también como base para emprendimientos laborales. “Recientemente, las chicas aprendieron a hacer alfajores, pastafrola y budín inglés. La idea es que puedan replicar esto en sus hogares y quizás generar ingresos”, señaló Elena.
Además, la ONG ofrece un espacio de cuidado para los niños mientras las mamás participan en los talleres. “Elsa con sus 83 años lidera un equipo que cuida a los niños con dedicación y amor”, destacó Elena, que aseguró que es un ejemplo para todos por su compromiso y amor hacia esta ONG.
Una invitación al voluntariado
Las voluntarias de Infantia hacen un llamado a la comunidad: “Necesitamos más manos, especialmente de gente joven. El voluntariado no solo ayuda a los demás, también te transforma a vos. Es más lo que recibís que lo que das”, asegura Gladys.
En este Día Internacional del Voluntario, historias como las de Elena, Gladys, Beatriz e Irene nos recuerdan que el cambio empieza con pequeños actos de amor y solidaridad. Infantia, con su espíritu comunitario y su compromiso, es un ejemplo vivo de cómo el voluntariado puede ser un motor de esperanza y transformación social.
Una fecha para recordar
El Día Internacional de los Voluntarios se conmemora el 5 de diciembre de cada año. Comenzó como una celebración internacional por mandato de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) en 1985. Es un día en el que se reconoce a los voluntarios y se promueve el espíritu del voluntariado a nivel local, nacional e internacional. Los voluntarios de las Naciones Unidas se unen a las celebraciones del día con todos los voluntarios del mundo, subrayando la importancia de encontrar soluciones a retos comunes lideradas por las personas.
Para la ONU, el voluntariado es clave para la transformación social, ambiental y económica. Es capaz de cambiar las mentalidades, actitudes y comportamientos de las personas. Estas se convierten en agentes del cambio y asociados en igualdad de condiciones en el logro del progreso local, nacional e internacional hacia el desarrollo humano sostenible y la paz mundial. Su programa de Voluntarios reconoce los valores universales compartidos que sustentan el voluntariado como la libre elección, compromiso, equidad, compromiso, solidaridad, compasión, empatía y respeto por los demás.